Jorge Casilla. Bosque de arces. Lima: Maquinaciones, 2023. 103 p.
Jorge Casilla (Lima, 1982) es autor de El libro de los pájaros negros (2011), además de novelas juveniles Félinar (2019) y Debajo del ropero (2022). Ha sido finalista del Premio Copé de Cuento en 2016 y 2020. Bosque de arces supone un proyecto más ambicioso.
¿Qué es una tradición literaria? Esta noción artificial tiene dos vertientes. La primera consiste en seguir una línea estética dominante establecida -de manera implícita- por los lectores especializados -entiéndase, formados en literatura-. Asimismo, supone que el autor tiene una conciencia plena no solo del género sino de los autores que vienen detrás de él, lo que implica un continuum. En el caso peruano esta tradición literaria artificial implícita sería el canon del realismo (a secas) en recorte de lo fantástico, por ejemplo, o de otras tradiciones posibles o sus derivaciones, como el policial. La segunda posibilidad consiste en que el propio autor decida inscribirse en otra serie, ajena, foránea; es decir, que invente su propia tradición y genealogía. Este es el caso de Bosque de arces, ya que se inscribe en el japonismo. Esta operación tampoco es nueva (no crea algún ingenuo que el japonismo es exclusivo de los años 90 del siglo pasado, y de populares animes tipo Dragon Ball: productos japoneses circulaban ya desde la época de la dictadura militar velasquista de los 70 y se acentuó durante los años 80), ya que fue practicado desde el modernismo finisecular del s. XIX, en autores como Clemente Palma o José Antonio Román. Pero en el s. XXI, Casilla se une a voces generacionales disímiles como Enrique Planas (1970) o J.J. Maldonado (1990).
El libro contiene tres secciones. Las dos primeras comprenden 9 relatos; y la última, 20 haikus. Si hay un elemento aglutinador, además de la escenografía e idiosincrasia oriental, es el bosque de arces al que se hace referencia constante en los textos -funciona como el “accidente” en Amores perros (2000) de González Iñarritu, que servía como punto en común para el cruce de las 3 historias. Además, las historias de los personajes continúan en otros relatos, en un ejercicio intertextual, al modo de estructura en Los inocentes de Reynoso.
En “La melodía del silencio” el personaje central va perdiendo el sentido del oído, que viene acompañado de sus crisis matrimonial y posterior abandono. Se abordan temas como la noción de belleza captada por los sentidos y de la posibilidad de la experiencia amorosa sin contacto físico: aséptica. Así se explora otro aspecto: el amor no sexual. Tanto los millennials como la Generación Z han demostrado -según estudios- un declive en los impulsos sexuales, así que la condición “asexual” del personaje representa este “estado de ánimo” de los jóvenes del s. XXI, que ya no tienen como una de sus metas centrales formar una familia. De otro lado, al tocar temas como el fracaso matrimonial a partir de la separación y la posterior sensación de soledad, Casilla trata temas adultos en apariencia, porque en realidad, sus personajes se mueven más por impulsos “irracionales” (sin la madurez que se supone el ser humano adquiere con la adultez).
“La tristeza en el agua” aborda la infelicidad en la pareja, en la que la unión se produce -desde el histerismo del personaje femenino- en el miedo del personaje masculino a permanecer solo. En el final propuesto, ambos están condenados a soportarse porque no tienen más remedio que hacerlo: tienen toda una vida juntos. Nuevamente, la idea del fracaso de la unión de los amantes.
“La gatita Sashimi” es un cuento alegórico con tintes maravillosos, en el que el personaje sufre una metamorfosis gracias a la cual, puede ser feliz con una nueva pareja: una gata. Si ya en los relatos anteriores, el autor había mostrado la infelicidad de la unión, acá le la un giro: solo hay posibilidad de ser feliz en el plano de la fantasía.
“El mundo sin mí” es una historia de un triangulo amoroso. La mujer separada divorciada inicia una nueva relación, y el personaje central (el nuevo amante) aún no tiene la claridad para saber cuál es su lugar (en el relato anterior se debía darle muerte al antiguo marido de la gata para tener un lugar en los afectos).
“Historia de dos saltamontes”, es otro relato maravilloso en el que una pareja de amantes, tras sus impulsos radicales (absurdo abandono de la pareja y suicidio, muerte de ambos), finalmente se reencuentran en otro plano de realidad: nuevamente, la felicidad es imposible en el mundo terrestre, para eso sirve la fantasía.
La resignación y el patetismo ante la enfermedad se dan cita en “Nubes rojas y anaranjadas”. “Primer diario de Sakura” narra la historia de tres generaciones de mujeres unidas por la soledad, en el que la felicidad es siempre un recuerdo. Los dos últimos relatos, "Antes de besar manzanas" y “Sakura en primavera” narran amores lésbicos juveniles. En este último la idea es que no hay límites para el amor verdadero, ya que este se puede encontrar incluso en una persona del mismo género. Esta es una clara idea woke, muy en sintonía con las agendas “progres”.
Luis Miguel Cangalaya (2023) sostiene que el libro ofrece “distintos escenarios que siguen la línea del amor (o del desamor), con un manejo del lenguaje que se desenvuelve de manera grata” y que son homenajes a autores como Tanizaki, Soseki o Dazai.
Se debe reconocer el riesgo de Casilla en asumir inscribirse en otra tradición, lo que reafirma la libertad creativa que todo autor debe poseer. Asimismo, destaca el nivel alegórico y simbólico de sus relatos, y la insistencia en lo sensorial y la contemplación como formas de comprender y aprehender el mundo. Casilla ofrece una mirada trágica (¿realista?) de la vida humana y de su vida afectiva, condenada al fracaso (en el plano terrestre), cuya felicidad es solo posible en la fantasía, en el recuerdo. Personajes solitarios que se resignan, que asumen la vida de modo pasivo. No esperen necesariamente un “happy end”. Quizás el mensaje sea este: a pesar de la adultez siempre somos vulnerables e indefensos ante el desamor.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos