jueves, 2 de marzo de 2023

José Güich Rodríguez. El general y la máquina. Lima: Maquinaciones, 2023. 126 p.

 

José Güich Rodríguez. El general y la máquina. Lima: Maquinaciones, 2023. 126 p.

Desde el 2012 los dictadores amenazan con regresar y perturbar el cómodo sistema democrático-capitalista lleno de abundancia y estabilidad. El alemán Timur Vermes lo hizo con Adolf Hitler en Ha vuelto. En América Latina los líderes y agentes culturales de izquierda también regresaron de la muerte como César Vallejo se aburrió de seguir muerto en París (2007) de Luis Freire, o Allende, el retorno (2013) del chileno Omar Pérez Santiago. En Perú, otro fantasma recurrente en el espectro político es la figura de Juan Velasco Alvarado (1910-1977), presidente de facto entre 1968 y 1975. De este miedo colectivo (o simpatía) se vale José Güich acaso para escribir su nueva novela El general y la máquina (2023).

Hay dos elementos que destacan: la clave ucrónica de ciencia ficción y el trabajo de la memoria personal. Sobre lo primero Güich parece partir de diversos materiales: las leyendas urbanas acerca de portales dimensionales en la ciudad de Lima que permiten ingresar a otras dimensiones espacio temporales (hay varios testimonios sobre esto); y el clásico de H. G. Wells, La máquina del tiempo. Esto nos lleva a convenciones y códigos ya establecidos en el género -en este caso se trata de un auto en el que viaja el propio Velasco y cruza temporalidades junto al alter-ego de Güich -una digresión: mientras leía el texto pensé en la posibilidad de leer el clásico “Demetrio” en clave de ciencia ficción (es decir, la probabilidad de viajar en el tiempo gracias a una máquina del tiempo, que podría explicar los saltos temporales que se mencionan en el cuento ribeyriano, aunque este recurso tecnológico está ausente).

En cuanto al trabajo de memoria, acaso ¿no todo ejercicio de recordar no es también un viaje “en” el tiempo? El ser humano tiene la facultad de recordar, y recordar es también distorsionar de modo inevitable aquello vivido y experimentado. Si bien hay novelas escritas en la década del 70, estas carecían de la intención de situarse en el futuro como para poner énfasis en sus singularidades epocales o históricas de ese presente, en lo que es una “moda” referencial y que con el tiempo pudieran convertirse en un “documento” o “archivo”. Parecería que la paradoja es que solo se puede “viajar” al pasado. Y es aquí que Güich se propone recuperar una “Lima que se fue”, pero ambientada en los años 70 (los años de su infancia y primera juventud), que a diferencia de los años 80 (bastante sobreexplotada, por cierto, y vinculada al tema de la violencia casi siempre desde un registro exclusivamente realista) ha sido menos tratada -en otra línea puede citarse Un millón de soles, 2007 de Jorge Eduardo Benavides (1964) también sobre el velascato-. Por ello, el narrador se preocupa por una cultura de masas mediada sobre todo por la televisión y que tiene en el fútbol -una suerte de paraíso perdido- al espectáculo de masas por definición.

Es claro que el narrador tiene simpatía por Velasco (aunque al inicio se afirma que esta es una obra de ficción) con lo cual se libera de la posibilidad de establecerse categóricamente en uno u otro lado, de simpatía o desprecio frente al general. La novela representa un universo en el que Velasco sigue vivo y tiene un largo encuentro con el alter ego de Güich. Hay un juego borgiano metaficcional intencional que sirve para reflexionar sobre la condición del escritor y de la literatura, mientras Velasco le habla de ese Perú que nunca llegó a ser. De estructura dialogal, la novela de Güich -cuyo título recuerda a El maquinista de La General (1926) de Buster Keaton- es una novela atípica ya que no se corresponde con los cánones establecidos para la novela autobiográfica o autoficción al darle ese giro fantástico, o mejor dicho cienciaficcional. La memoria siempre inventa y distorsiona. Desconfiad pues de los escritores, y más aún de los que pretenden escribir la historia de un pasado que ni siquiera vivieron en carne propia (en el mejor de los casos solo analizarán datos o podrían estar inventándolo todo) o de los poetas: el poeta siempre miente. O mejor dicho, confiad en ellos, pero nunca dejen de dudar.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

miércoles, 25 de enero de 2023

Pablo Ignacio Chacón. Los perseguidores. Lima: Colmena, 2022. 159 p.

 


Pablo Ignacio Chacón. Los perseguidores. Lima: Colmena, 2022. 159 p.

               En el siglo XXI han surgido nuevos autores del cuento fantástico peruano o colindantes. Podemos citar a Alexis Iparraguirre (1974), Yeniva Fernández (1969), Yelinna Pulliti (1980), además de Salvador Luis (1978) o Christian Briceño (1986), estos dos últimos, los autores más singulares nacidos hacia los años 70 y siguientes. Son autores que están construyendo una obra sólida y personal. A este grupo se les une Pablo Ignacio Chacón (1975) con esta opera prima. Este libro, de estirpe cortazariano -no solo por el título- contiene mucho ludismo y desborde imaginativo, sin duda, está bien escrito, con referencias a lo local, tanto en espacios como en el buen uso del lenguaje culto y popular (entiéndase jergas).

“El pájaro Yeyén” nos habla de un extraño pájaro amazónico y de la metamorfosis que sufre el personaje central. “El vigilante” es medio borgiano al deslizar la noción del soñador soñado, o mejor dicho, el sueño del otro, cuyo escenario es un mundo entre surreal y extraño. “En “El beso de la luna” es un ejercicio de poética que nos habla no solo del paso del tiempo (o la posibilidad de tiempos que transcurren de modo contrario y opuesto), sino de la fantasía que puede considerarse como insana. Un sueño compartido anima la narración de “Los desterrados”. “De las ciencias primordiales” se concentra en la visión de un dios andino que reemplaza a otro. “Carroña” es otro texto de poética acerca de un pez que cuenta historias. Puede asociársele al bestiario. “Albedrío” es también un texto de poética en el que un misterioso diario-cuaderno puede cambiar la historia personal del personaje (aunque se trata también de un relato enmarcado acerca de las dudas del escritor sobre las ficciones fantásticas), en un claro ejercicio metaliterario.

         Dos textos sirven de modelo para establecer el estilo del autor. En “La huaca inútil” se cuenta la lucha de una joven arqueóloga y una extraña edificación cuyo tiempo transcurre de modo inverso (es decir, las trazas y restos comienzan a regresar a su estado natural) al tiempo del personaje central. “Animales” plantea la existencia de unos monstruos cuasi invisibles (con forma de mochilas) que todos cargamos. Así, el paso del tiempo, las diversas metamorfosis y lo animal, o lo onírico, serán elementos que aparecen en estos y otros textos. En varios hay cierta atmósfera urbana de clase media, con la complicidad de personajes figurantes jóvenes (acaso los “cómplices” que se mencionan en el “Colofón” del libro).

Decir que los cuentos están muy bien escritos es decir poco. Hay una intención de salir de los modelos del fantástico clásico. Quizás las referencias a Borges y sobre todo a Cortázar sean más claras. Pero, sin duda, el autor local al que puede comparársele es la obra excepcional de Luis Freire Sarria (1945), quien a través de un fantástico delirante y humor irónico destroza las convenciones lógicas a través del lenguaje. Más alejado en referencias está también Carlos Calderón Fajardo (1946-2015), en cuanto a su estilo lírico-digresivo, en el que a través del punto de vista subjetivo se puede llegar a lo fantástico. Pero, más allá de algún guiño ribeyriano, las influencias de Chacón provienen más del Río de la Plata que de autores locales.

Con autores como Chacón podemos avisorar una búsqueda y consolidación del fantástico (ese macrogénero que aglutina muchas formas) peruano del siglo XXI, en un grupo al que he denominado -en otro trabajo- como “los hijos del terror”, nacidos entre 1969 y 1980, aproximadamente, (cfr. “Bicentenarios: entre celebraciones y crisis (1980-2021)”.  

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

martes, 24 de enero de 2023

Hemil García Linares. Expedientes Morgue. Virginia: Raíces Latinas- Domus Gothica, 2021. 160 p.

 

Hemil García Linares. Expedientes Morgue. Virginia: Raíces Latinas- Domus Gothica, 2021. 160 p.

Radicado en Estados Unidos, el escritor Hemil García Linares (Lima, 1971) publica esta colección de cuentos de terror fantástico. Aunque el espíritu que anima la publicación es Edgar Allan Poe (por los intertextos y nombre de personajes femeninos), el autor está más próximo al estilo de Stephen King y recursos cortazarianos. Una digresión: Poe es sin duda una referencia obligada del cuento de terror del siglo XIX no solo norteamericano sino global, cuya influencia perdura aún hoy en la línea del terror gótico, al que le siguen en el siglo XX, H. P. Lovecraft y King, que conforman una triada. Pero imitar el estilo de Poe no es sencillo, no en el sentido de usar la parafernalia visual del gótico o el carácter subjetivo (y hasta enfermizo) de sus personajes, sino en su readaptación en el mundo moderno/contemporáneo -al menos en occidente. El desafío no es tanto la imitación en sí, sino en esa noción paranoica, obsesiva y hasta enfermiza de sus personajes -y cierta condición existencial en Poe.

Volviendo al libro, la influencia de King es más clara (quizás por la cercanía temporal al autor). Se trata de mundos urbanos de clase media en los que el autor se toma licencias para recrear lo gótico en lo contemporáneo. La figura monstruosa recurrente será la de la mujer vampiro. Esto nos lleva a cierta presencia de lo sexual como un tópico constante en el libro y escenas amorosas que se insinúan o reiteran. Asimismo, está la figura del escritor, con cierto éxito económico producto de su propia escritura, que aquí es más un clisé (o al menos no es un escritor latinoamericano, asalariado en otros oficios) que sirve para el desarrollo de la trama. El libro está conformado por 14 cuentos.

Amparándose en la figura del doble, “En plena luna llena” quizás sea el cuento más político del libro, al tratar del tema de la migración y la lucha de los latinos por ingresar al territorio norteamericano. La historia es la de dos hermanos gemelos unidos por la figura vampírica, que se sirve de ellos para alimentarse. “La mansión M. (Morella)” y “Labios carmín en Bilbao” tienen como protagonistas a un escritor (¿alter ego?) que narra encuentros sexuales con seres acaso fantásticos (una vampira; otra sacada de una leyenda urbana). A ellos se suma “Flor de fango (Calipso)” que narra un amor trágico, celos fraternales y una mujer fantasma que salva de la muerte al personaje central. Los siguientes relatos “Terapia I” y “Terapia II” tienen también a figuras vampíricas, en este caso, enmarcadas en terapias psicológicas. En este caso, los que poseen el saber y la razón, absorben la energía del paciente-víctima.

Una figura que propone el autor es la del “temponauta” (una suerte de viajero del tiempo), en dos cuentos “Temponauta (el guerrero inca)” y “El Triángulo D”. En el  primero, toma como modelo “La noche boca arriba” (1955) de Cortázar. La referencia al Perú es clara. En el segundo toma como motivo popular el Triángulo de las Bermudas que permite al personaje del presente viajar al pasado y ser tomado por loco.

“Kate (la chica del sexto piso)” es un cuento de fantasmas ambientado en una escuela secundaria. “El espejo escarlata” es el más poeiano del conjunto. “Quizás otro día, güerito”, aparece la figura de la muerte alegorizada en una mujer. “En “El hidalgo y el indio” vuelve a aparecer el Perú, el racismo y clasismo tradicional (taras que aún hoy se mantienen vivas), con un toque de Drag Me to Hell  (2009) de Sam Raimi. Puede leerse como una actualización de "La venganza del indio" de Ventura García Calderón.

“Expedientes Morgue (Mujer de pañuelo blanco)” es quizás es mejor relato del libro. Se trata de una historia policial con un giro de tuerca final. Otro texto notable es “La caída de todo” en el que un singular serial killer sufre un giro en su vida criminal cuando se encuentra con una mujer monstruo que acaso le dará de su propia medicina (este relato recuerda a uno de Carlos Carrillo en Para tenerlos bajo llave de 1994).

Estamos pues ante un escritor de oficio que conoce los códigos del terror, y que viene a sumarse a esta nueva tradición fantástica peruana, en el siglo XXI.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos