domingo, 17 de septiembre de 2017

Harol Gastelú Palomino. La rosa negra. Lima: Ambar, 2017. 85 pp.





Harol Gastelú Palomino. La rosa negra. Lima: Ambar, 2017. 85 pp.

            Harol Gastelú Palomino (Huancavelica, 1968) es autor de La rosa negra, libro de cuentos fantásticos y de terror. El autor muestra dominio de las técnicas narrativas, lo que le permite construir la tensión en la narración. Así ocurre en “La rosa negra”, que da título al libro –quizás el mejor del conjunto-, una historia de fantasmas, con una vuelta de tuerca al final. “El otro”, es una historia que se apoya en el tópico del doble, muy al estilo ribeyriano –por la presencia del personaje perdedor que ansía dejar esa vida- y que no se resuelve del todo. “La pianista” es otra historia de fantasmas. El díptico casa-fantasma es bastante frecuente en estos textos, al que le agrega una interpretación de tipo moral. “Sirena” apela a la presencia de seres sobrenaturales que subyugan a los hombres. Otros son extraños, como “Mala noche” cuya presencia atemorizante es ambigua. “Agonía” es también un relato moral que nos habla de lo peligroso de la promiscuidad. “Examen final” considero que es un relato que no encaja en el conjunto, pues es más anecdótico y lejos del registro fantástico o extraño.

Si bien el libro puede estar orientado hacia un público juvenil –ello explica el lenguaje coloquial o las situaciones enmarcadas en escenarios escolares, en algunos cuentos-, el autor posee varias condiciones para representar un universo más complejo, como ocurre en “La rosa negra” y “El otro”.

 Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

J. Miguel Vargas Rosas. La epopeya del joven microscópico. Lima: Ediciones Condorpasa, 2017. 61 p.






J. Miguel Vargas Rosas. La epopeya del joven microscópico. Lima: Ediciones Condorpasa, 2017. 61 p.

            J. Miguel Vargas Rosas (Huánuco, 1990) es poeta, director de cine (dirigió Tras la oscuridad, película de terror en 2016) y narrador. La epopeya del joven microscópico es su primer libro de cuentos. Se sitúan entre lo maravilloso y la ciencia ficción. Su universo remite a los films de Tim Burton o las historias de Neil Gaiman. En los cuatro textos de Vargas Rosas sobresale la presencia de seres solitarios y marginales, rechazados por el sistema, que no encajan dentro del orden social, dadas sus condiciones singulares, a la vez que instala al lector en un “mundo al revés”. A pesar del rechazo que sufren estos personajes, estos logran sobreponerse. Constituyen –de modo general- una esperanza al caos. Son seres idealistas, utópicos. Una característica común es que la unión con el ser amado resulta imposible, así, la ausencia del objeto de deseo resulta necesaria para hacer verosímil ese mundo gótico-romántico que propone el narrador. Es un libro sumamente sugerente.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

jueves, 7 de septiembre de 2017

Miguel Ángel Torres Vitolas. Algunas muertes. Lima: Campo letrado, 2017. 176 pp.








Miguel Ángel Torres Vitolas. Algunas muertes. Lima: Campo letrado, 2017. 176 pp.

            En una escena de El retorno del Rey de Peter Jackson, basado en obra de Tolkien, uno de los personajes, el mago Gandalf comenta algo así como: “La muerte no es el final, es solo otro camino que todos debemos recorrer”. Esto puede servir como motivo y pretetxo para iniciar el comentario al libro de Miguel Ángel Torres Vitolas (Cuzco, 1977) titulado Algunas muertes. ¿Qué es la muerte?, ¿Qué representa? ¿Cuál es su sentido? Y sobre todo ¿Qué hacer cuando los muertos retornan?
            Torres Vitolas elige un registro realista para contar esta historia de un crimen pasional. En la narrativa peruana contemporánea, la muerte como tema ha sido tratada en el ciclo de la violencia política, desde lo paródico-humorístico y desde lo mítico y trágico. Los referentes que están presentes son Adiós, Ayacucho de Julio Ortega, en el que el muerto transita desde la sierra hasta Lima en el reclamo simbólico-alegórico de sus propios huesos, no sin antes ser reducido a un objeto sin identidad, o Rosa Cuchillo de Colchado con sus diferentes niveles alegóricos. En la novela latinoamericana sobresale Pedro Páramo de Juan Rulfo, una historia de fantasmas en el que Juan Preciado va hacia un pueblo fantasma en busca de su padre. Aunque también debemos reconocer que en la tradición oral andina es frecuente las historias de aparecidos y fantasmas.
            El autor elige el registro realista y el tono trágico. No hay humor en la novela (no podría haberlo pues se trata de la muerte). Si cabe la comparación sería una especie de documental sin música, grave y serio. Esto envuelve al lector progresivamente en una atmósfera particular y va construyendo un verosímil (sobre eso volveremos al final) que en principio hace creíble el retorno del muerto a la vida, porque el hecho se narra, sin música, con la gravedad y la tragedia que implica, más aún si ha sido asesinado. ¿Los muertos retornan? Si alguien hubiese imaginado en 1968 que Kuczynski sería presidente del país, o en 1990 que García volvería ser reelegido, habría sido tomado por “loco”. Los muertos-vivos entonces sí retornan, solo que nadie parece darse cuenta.
            Se afirma que es muy doloroso cuando fallece alguien querido, pero es más terrorífico que este retorne a la vida a seguir viviendo. Lo primero es lo regular y normal; lo segundo es lo anormal y siniestro, imposible y fantástico. Y sin embargo, ocurre. El muerto ha regresado a la vida. Pero no se trata de un fantasma, que en imaginario popular sería una especie de ser evanescente, invisible; ni tampoco de un zombi que quiere comer tu cerebro; sino de un muerto que en el fondo piensa como un humano vivo, tiene impulsos sexuales con su esposa y desea vengarse, cuando descubre el crimen de su propia muerte. Es un ser corpóreo (no fantasmal), que razona. Esta presencia trasgrede las convenciones del género en el que vivos y muertos no coexisten en un mismo plano temporal, salvo que entremos en el terreno de lo maravilloso o del realismo mágico, a lo que la novela no apunta. Porque a su modo, es también una novela política.
            Y esto se debe a que el personaje muere cuando un desconocido Fujimori tienta la presidencia y retorna a la vida once años después, cuando el mismo personaje intenta su re-reelección. Como para decir que nada ha cambiado en este país, y las cosas siguen igual (corrupción el caos, la informalidad, el abuso, la injusticia, la pobreza, la ineficacia de los servicios médicos y una largo etcétera que obvio para no deprimirlos). La idea de morir y retornar al mundo solo para leer los diarios y ver cómo está se parece a la fantasía buñueliana que propone casi al final de Mi último suspiro. Qué no daría cada uno de nosotros si hipotéticamente, después de morir pudiéramos regresar a la vida, no morir, ser inmortales. Aunque claro, ya José B. Adolph ha demostrado lo insoportable que sería llegar a ser inmortal.
            Isidro, personaje central es un ser sin memoria, lo cual funciona como un juego de espejos con esa realidad fujimorista que ha sido “borrada” de él, ya que nunca la vivió. No recordar lo que fue el fujimorismo es similar a ser un muerto viviente, para decirnos Torres Vitolas. También está su constante rechazo –no diremos odio- hacia Lima, capital de la nación, centro político, que aparece como violenta y presumida con todo aquello que está en los extramuros o fuera de ella.
            Volviendo a la noción de lo verosímil, Isidro es un muerto que retorna a la vida, no sabe cómo, está bien, pero ¿el olor? No sé si esto pudiera considerarse un error, pues la ficción no es la realidad, pero dado que parte de la realidad, o la imagina para volver a esta, pensemos más bien en otra singularidad al género. Isidro es un muerto (no llega a ser un zombi), pero es un muerto incómodo. Nadie acepta con entusiasmo su retorno. Así que lo peor no es que cobre venganza sobre su propio asesino, sino qué hacer después, cómo será castigado (si ya está muerto, no lo pueden matar dos veces) y qué tipo de justicia le espera (incluso si su venganza está justificada, porque dada su condición es un absurdo buscar venganza). Ese es el gran dilema moral y existencial de la novela, hacia el final: la vida humana no tiene sentido. Qué puede esperar un muerto si los vivos no lo quieren, es más, tampoco puede desear morir, porque tampoco se explica cómo, o qué medio hizo posible su regreso. Solo podemos concluir que Isidro es un ser que sufre en su existencia, que es una existencia distinta, otra, es la alteridad radical de cualquiera de nosotros. Y no nos alegramos de su estado, sino que nos provoca pena, congoja, es un muero pobre, un muerto sin olor. Quizás si sus deseos de éxito económico se hubiesen realizado sería un “muerto feliz”, con buena posición y futuro prometedor, pero no. La novela acaba en la incertidumbre de Isidro de no saber qué hacer, de no comprender cuál es su lugar en esa nueva nación, que tampoco sabemos hacia dónde se dirige. La sensación más justa sería la de un fantasma que alguna vez murió, porque no son todas las muertes, sino solo algunas muertes –de esa totalidad de muertes posibles- como señala el título del libro, porque hay muertes que son mucho peores, más brutales, terribles, injustas y obscenas.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Rafael González-Otoya B. La caída de Lima. Apocalipisis Z. Lima: RD editorial, 2017. 50 p.









Rafael González-Otoya B. La caída de Lima. Apocalipisis Z. Lima: RD editorial, 2017. 50 p.

Rafael González-Otoya B. es peruano-español. La caída de Lima. Apocalipisis Z circuló primero en internet y ahora es editada bajo el sistema de impresión por demanda. Como su nombre lo indica es una novela breve de zombis. En la tradición peruana, los zombis son tardíos y los principales referentes son las dos novelas de Hans Rothgiesser (Requiem por Lima, Requiem por San Borja), la de Charles Huamaní (Historias de guerrillaZ) y la de Gonzalo del Rosario (Ven ten mi muerte). Requiem por Lima proponía un escenario distópico en el que la nación peruana se diluía en imágenes de pobreza; Historias de guerrillas alzaba su voz y clamaba por un reconocimiento del Perú profundo, y Ven ten mi muerte creaba un escenario juvenil, criticaba la mirada Disney del mundo globalizado con un personaje en tránsito hacia la zombificación. La novela de González-Otoya agrega una perspectiva que había escapado a los autores antes mencionados: la noción de la capital como “Lima la horrible” de Salazar Bondy.

Aunque de breve mención, instala al lector en un nuevo marco interpretativo del proceso de zombificación al que asistimos. Todo ese pasado colonial que arrastra la capital-nación vuelve a actualizarse en la amenaza apocalíptica (la fealdad de Lima solo podía llevarnos a esto). Otro punto es el refugio hipotético en ESSALUD (¡!). En el mundo real, los servicios de salud estatal pueden ser más desastrosos de lo que podemos imaginar, pero es curioso cómo solo en la catástrofe, en la crisis, estos pudieran funcionar y ser protectores temporales de vidas humanas amenazadas por los zombis. Es decir, el Estado necesita de presencias amenazantes para funcionar.

Hay coincidencias con el “Pentagonito” como refugio alterno (con en Requiem por San Borja). La novela está narrada de manera directa, casi sin metáforas y con mucha acción. Al final se revela la imposibilidad de organizarse, de fundar un nuevo orden social, sino que queda es la sobrevivencia individual. Es decir, hay zombis que comen cerebros, y otros que simplemente huyen y deciden estar al margen. En la narración no se vislumbra una salida porque no hay salida, solo resignación.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

domingo, 3 de septiembre de 2017

José Donayre. Paisaje Punk. Lima: Altazor, 2017. 126 pp.





José Donayre. Paisaje Punk. Lima: Altazor, 2017. 126 pp.

            José Donayre (Lima, 1966) es el escritor fantástico peruano que viene publicando con mayor regularidad en los últimos años. Estos libros han sido El ovni de los pantanos, la novela gráfica La tenebrosa historia de Sarah Ellen (en colaboración con la ilustradora Miriam Montaño) y Paisaje punk. El libro se presentó en el congreso de escritores realizado en febrero de este 2017, con palabras del fallecido Moisés Sánchez Franco. Pero aún no hay reseña del libro en redes.
            Como libro, Paisaje punk plantea a través de escenas oníricas, elegancia del lenguaje y la metarreflexión, una lectura barroca de la realidad. Lo fantástico y lo barroco son formas complementarias que se contaminan entre sí, y sobre todo, no se niegan. Si hay un elemento en común en Paisaje punk, es la presencia de voces fantasmales y las siempre mujeres evanescentes donayreanas, que aparecen y desaparecen al igual que en otros libros del autor.
            El primer cuento titulado “Puñalero” es una suerte de arte poética. Se trata no solo de una defensa del buen uso del castellano –sobre la base de la conciencia del escritor- sino que incluso, el acto más violento no puede dejar de tener un “estilo”, como rasgo singular. Los “puñaleros” bien a ser aquellos que usan el lenguaje de los best-sellers, de masas, sin ninguna marca de singularidad. En otros cuentos aparecen la duplicaciones en la fase del umbral, o incluso irrumpen autores del futuro como Jul Vinaci, Joes Qüish-R o Karll Verasmone, que acaso sean los reales Julio Viccina (alias “Daniel Salvo”, José Güich Rodríguez o Carlos Vera Scamarone). Más allá de la anécdota o del propio juego borgeano, resulta interesante pensar en: ¿A quién se dirige el narrador real? Es decir, acaso Donayre ha aceptado ya que sus lectores sean solo un grupo muy reducido de escritores, que pueden entender el juego.
De encuentros ambiguos pasamos a voces fantasmales, luego del mundo andino-onírico se pasa otra vez a los fantasmas y soldados del III Reich para llegar a la última narración: “Proyecto Progeniem”. Un texto con escenas que se sobreponen, que mezcla lo extraño con la ciencia ficción. Es el más extenso del libro y el más ambicioso y por momentos –sospecho- autorreferencial.
Son once cuentos en total. Decir que el libro está bien escrito no es agregar mérito alguno a Donayre. Es un autor que nunca se repite, lo cual es también un riesgo bastante alto. Hasta ahora el saldo ha sido estupendo: libros brillantes (como La fabulosa máquina del sueño o La trama de las moiras, por poner solo dos ejemplos) que no se agotan, que esperan a un lector atento, no de esos que leen en las combis, sino en una montaña sagrada.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos