viernes, 11 de mayo de 2018

Jorge Cabanillas. Cuentos impunes. Lima: Ediciones Rocinante, 2017. 81 p.


Jorge Cabanillas. Cuentos impunes. Lima: Ediciones Rocinante, 2017. 81 p.



Jorge Cabanillas Quispe (Huánuco, 1992) es autor de Cuentos impunes. El libro se divide en dos partes: Soledades, Impunidades y una suerte de epílogo titulado Destino final. Desde el título, el autor invita al lector a pensar en la impunidad, es decir, en aquello que queda sin castigo. Se establece así un díptico: justicia-castigo para los actos humanos que de alguna u otra forma transgreden el orden social. La primera sección incluye cuatro relatos, con personajes juveniles, románticos, al borde de la pasión amorosa, que aún no se han liberado de la figura materna.

La segunda parte, Impunidades, es más sugerente. “Destino de papel” construye una escena en la que una muerta, desde el más allá ve cómo se decide su destino en la otra vida, mientras es velada en el mundo de los vivos. En “Mishel” hay un intento de referir la violencia terrorista y la del Estado, lo que obliga al personaje central al desamparo, la pobreza y a la prostitución y la enfermedad final. Mishel es sobretodo víctima. “Última parada” tiene elementos en común con “Destino de papel”, con una conciencia que desde el más allá da sentido a una historia de venganza.

La sección Destino final se cierra con un cuento “Condena perpetua”, el mejor texto del libro. Hay dos planos de realidad: un moribundo al borde de la muerte, un pecador que no se arrepiente de sus actos; en el otro, Dios y el Diablo discuten sobre el destino que le corresponde. La vuelta de tuerca es que la sabiduría final de Dios no es condenarlo al Infierno sino a que le cante en el Cielo. Los Cuentos malévolos de Clemente Palma cobran eco en este cuento.

El melodrama, una estructura compartida en la que se intercalan voces en espacio-tiempo diferentes al presente de la narración, o mundos representados heredados de Los inocentes de Reynoso cruzan el libro. Si bien se apela como telón de fondo a las ideas religiosas sobre el Cielo o a la propia existencia de Dios, los personajes se inclinan hacia la incredulidad. Asimismo, en el ámbito de la justicia, no siempre se recibe lo que se merece, es decir, el mal (la muerte, la injusticia) triunfa. Por ello el sentido patético o melodramático del conjunto.



Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

jueves, 10 de mayo de 2018

Antoanette Alza Barco. 4321. El milenio de los inmortales. Lima: Altazor, 2018. 101 p.



Antoanette Alza Barco. 4321. El milenio de los inmortales. Lima: Altazor, 2018. 101 p.

Antoanette Alza Barco (1979) es autora de 4321. El milenio de los inmortales. El libro contiene cuatro textos de estructura teatral (por su división en escenas y diálogos), dada su experiencia en la producción de obras de teatro. A nivel formal, los tres primeros textos pueden funcionar como cuentos, puesto que prima lo narrativo sobre el conflicto en sí. Solo el último texto puede presentarse como dramaturgia, con similitudes a las obras de Becket o Ionesco.

Los temas que plantea la autora son: el racismo, la marginación y la pérdida de la condición de seres humanos en “Hela”, además del poder de la ciencia sobre la vida y dignidad humana; la posibilidad de una nueva civilización en “Los inmortales”, lo que supondrá “[…] una nueva forma de contrato social, una nueva constitución mundial, nuevas estructuras éticas, políticas y ecológicas” (47); la emergencia de una nueva raza, el viaje espacial en un marco posapocalíptico en “GER”; y la respuesta a la eterna pregunta sobre el destino y objeto de la existencia humana en “4321”, bajo formas alegóricas que recuerdan en algo a ¡Madre! (2017) de Aronofsky. Dos elementos transversales recorren los textos: un conflicto de identidad o condición humana de los personajes, que se sienten otros o son tratados como otros y la irrupción de la enfermedad o determinados síntomas particulares que los hacen diferentes.

En “Hasta que la muerte”, el maestro Adolph demuestra con su pesimismo, la inutilidad de la inmortalidad y que es la muerte la que nos hace humanos y plantearnos proyectos. La premisa de Alza Barco es contraria, la inmortalidad puede ser buena, puede combatir enfermedades, la ciencia terminará por configurar un nuevo tipo de humanidad al que no hay que tenerle miedo.  Es decir, en términos ideológicos se inclina –muy en el fondo- al sentimiento esperanzador hacia la ciencia y el progreso: a la utopía. 

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos