martes, 15 de julio de 2025

Jeremías Gamboa. Punto de fuga. Lima: Alfaguara, 2013. 169 p.

 


Jeremías Gamboa. Punto de fuga. Lima: Alfaguara, 2013. 169 p.

               Esta es la opera prima de Jeremías Gamboa (Lima, 1975) publicada originalmente en 2007. El título hace alusión a un término referido a la perspectiva, a la representación del espacio, mejor dicho, de un plano infinito en el que convergen la proyección de dos líneas. En el libro, un punto de fuga puede ser cualquier lugar, pero es sintomático que sea Miraflores el “punto de fuga” del narrador, quien se encarga de remarcar que no pertenece de modo “natural” a ese espacio, sino que es más un transeúnte, un intruso, alguien ajeno. Y también a la inversa, para el miraflorino, el punto de fuga sería el espacio de los conos, tal como ocurre en “Tierra prometida”.

               En general, la literatura peruana adolece de un rasgo dominante: su carácter mimético, es decir, la intención (o necesidad imperativa) de ser copia fiel de la realidad. Ejemplos hay muchos. Es claro que el nobel Mario Vargas Llosa fue un modelo permanente, que convirtió su vida personal, sus recuerdos, en materia ficcional y, finalmente, literaria. Porque hay muchas cosas escritas que son ficción, pero no todo alcanza a ser literatura. Es claro que este recurso de apelar a los propios recuerdos, a las propias experiencias está bastante extendido entre los escritores realistas, dejando poco a la invención genuina. En algunos casos la escritura se torna liberadora, catártica, es más un ejercicio de terapia psicológica para liberarse de los traumas, los miedos personales, familiares. Y es seguro que existan lectores que se identifican con esos mismos “traumas”, o que han pasado por situaciones similares o parecidas. Sigo siendo lector de literatura fantástica, pero en general, me considero más lector de literatura. La invención tiene un lugar y un valor artístico, ya sea controlada y racional, o surreal y delirante. Supongo que -a la inversa- hay lectores que consideran inverosímiles los monstruos tentaculares y dioses primordiales de la mitología lovecraftniana, por poner un caso gráfico (que no ocurre en la realidad fáctica), así como lectores de literatura fantástica que no logran conectar con un tipo de realismo urbano insustancial. La calidad artística no depende nunca del género, puede haber cosas sobresalientes en lo fantástico o el realismo, así como obras regulares o malas.

               Punto de fuga incluye ocho relatos. Están bien escritos como ficción, los diálogos funcionan. Sus personajes sueles ser jóvenes urbanos -en especial, la figura del periodista exitoso proveniente de un sector popular- moviéndose en Miraflores, que no es el Perú. Recoge un imaginario sobre ese espacio idealizado desde un sector clasemediero o aspiracional. Supone orden, limpieza, buenas costumbres y “gente decente”. Al menos, así funciona en el imaginario. Es por ello que el conflicto del primer relato, “El edificio de la calle Los Pinos”, es que Miraflores sea un espacio inseguro que provoca terror en uno de sus huéspedes. Eso va en contra de lo establecido en el imaginario. No se trata de presencias sobrenaturales cortazarianas o góticas, ni nada por el estilo, sino de un modo de refracción del aumento de los niveles de inseguridad y de la acción criminal en Miraflores, lo que produce un personaje medio paranoico con esa situación frente a su desconocido vecino, de esos que cada vez más “asustan” a sus pobladores nativos, sobre todo cuando se anuncian los Proyectos de vivienda de “interés social”. Como dice ese mismo personaje sobre el porqué eligió su departamento: “Es como vivir en otro país, como no estar en el Perú” (25-26). Esta es una clave del libro, y será un deseo permanente.

Otros dos relatos tienen al arte como tema. “Evening interior”, es una viñeta digna de los cuadros de Edward Hopper, quien se encargó de mostrar la soledad y el vacío en el escenario de la vida moderna norteamericana. “Un responso por el cine Colon” parte de una anécdota insólita, pero creíble (el cuasi levantamiento del público en una sala de cine porno), pero a su vez es una reflexión sobre lo que se espera del arte, sobre los gustos populares, sobre las obras que defraudan por estar mal hechas de acuerdo a las expectativas de un grupo. Quizás ambos sean los mejores relatos del libro.

“Tierra prometida” es el cuento que mejor expresa la ideología del narrador (que no necesariamente es el autor real). Un par de jóvenes “decentes” tratan de divertirse un fin de semana, bajo las melodías de “I'm So Bored with the U.S.A.”, “Janie Jones” de The Clash que suena en el BMW. Su primer punto es la Barranco hípster. Allí se encuentran con “[…] chicas estudiantes de arte, de comunicaciones […]”, que resultan ser “unas cojudas”, unas “estúpidas niñas ‘artis’” (125). Uno de ellos sugiere hacer algo diferente: ir al cono norte, Los olivos, la “tierra prometida”, para las aventuras sexuales, para ir a “ruquear”, ósea, de putas. Es curioso que en el imaginario de este narrador, las chicas pitucas de Barranco son intocables (¿inalcanzables?), mientras que las de los conos son “facilonas”. Con unas se pueden unir en matrimonio, con otras, solo sirven para los encuentros carnales. Para uno de los personajes estas chicas, por ir vestidas de un modo particular, son “hua-cha-fi-tas” (128). Ya en el local, uno de ellos piensa “en ese sitio los dos resultan atractivos […]” (128) ¿Son más “blanquitos”, más “pituquitos”? Sus primeros escarceos no tienen resultados efectivos. Uno de ellos expresa que está cansado “[…] de todas esas chicas pacharacas, ¿qué chucha les pasa?, ¿qué chucha se creen esas cojudas?, mostras de mierda […] No tengo que arrastrarme por cualquier cojuda” (132). Uno de ellos decide llamar a una antigua “amiga”, Meche, “[…] una zamba rica, graciosa, estúpida como una tapia, solo sabe escuchar radio, participar en todos los sorteos de canastas con productos de belleza […]” (133), con su amiga Liliana quien es “cholona y de cara medio malcriada, sí, pero tiene un par de tetas bastante considerables y lo más extraño de una tetona, tiene culo” (133). Es curioso que se enfatice más su “etnia”, su “raza”. Luego de unos “agarres” superficiales con ambas, como último viaje llegan hasta un prostíbulo en Comas, en donde terminan la juerga semanal. Es claro que es un relato clasista y racista que recoge un punto de vista aún extendido en ciertos sectores altos, de donde provienen ambos personajes.

Punto de fuga es un caso de literatura sentimental, en el sentido de mostrar claros estados de inferioridad emocional de los personajes frente al entorno, a los objetos de deseo. Quizás el conflicto central sea el deseo de “encajar”, de encontrar su lugar en el moderno y próspero espacio miraflorino. Es decir, no se trata solo de vivir allí, sino sobre todo de alcanzar un estatus económico que permita vivir con comodidad física, y con la “natural” condición mental de clase.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


domingo, 6 de abril de 2025

Manuel Terrones. Universos a escala. Lima: Dendro, 2023. 93 p.

 

Manuel Terrones. Universos a escala. Lima: Dendro, 2023. 93 p.

              Manuel Terrones (Lima, 1989) presenta su primer libro de microrrelatos. El autor estudió Administración de Turismo y una maestría en Escritura creativa en la Universidad de San Marcos. Se trata de un libro de buena factura, bien escrito, que destaca por su estructura, ya que se divide en cinco secciones, cada una con tropos singulares (1. Microbuses, 2. Lapsos, 3. Enjambre, 4. Creaturas, 5. Leyendas urbanas). La primera sección trata sobre el viaje en microbús, en donde la relatividad del tiempo y la física cuántica se unen para registrar este tránsito urbano, desde una perspectiva muy limeña de lo que significa el transporte público. La última sección se incide en la figura del demiurgo como constructor de mundos.

              En general, los textos de Terrones se caracterizan por el uso del absurdo y del humor que se ve entremezclado con una impronta fantástica en muchos casos. También destaca el giro final de los relatos ya sea a través del cambio del punto de vista o la inclinación hacia el “vuelo” poético, a partir del juego de palabras o por el hecho que un término adquiere un nuevo significado según el contexto de la narración. Otros aspectos relevantes son lo onírico y el bestiario personal.

              En el microrrelato nacional, fueron paradigmas Ajuar Funerario (2004) de Fernando Iwasaki, que se las arregló para crear verdaderas atmósferas de terror en pocas palabras, labor que tenido continuadores como Territorio muerto (2019) de Sandro Bossio (1970-2023), o la micronovela Sarah Ellen (2016) de Alberto Benza. En general, en el microrrelato hay un predominio de los códigos del fantástico.

Sin embargo, existen también otras posibilidades, como la ciencia ficción con el pionero Cuentos sociales de ciencia ficción (1976) de Juan Rivera Saavedra (1930-2021). Pero aún menos explorado y marginal ha sido el microrrelato social o de corte trágico o dramático, o de humor negro, como el caso de Oprimidos y exprimidos (2003) del propio Rivera Saavedra. Supongo que el microrrelato pertenece al orden posmoderno, en el que el arte es entretenimiento, y lo fantástico pareciera cumplir ese cuasi exclusivo rol lúdico.

Universos a escala es una buena opera prima. Como microrrelatos funcionan muy bien dentro de la estructura propuesta por Terrones.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Rocío Quispe Agnoli. Qhipa Pacha. Futurismo andino. Antología bilingüe. Lima: Pandemonium, 2024. 276 p.

 

Rocío Quispe Agnoli. Qhipa Pacha. Futurismo andino. Antología bilingüe. Lima: Pandemonium, 2024. 276 p.

 

Rocío Quispe Agnoli (Lima, 1962) es responsable de la selección, edición y estudio de Qhipa Pacha, una nueva antología de ciencia ficción local, que busca marcar una diferencia al presentarse como “futurismo peruano”. En el prólogo, Luis Bravo refiere que los elementos nativos como “la revolución de los objetos en la iconografía y leyendas prehispánicas, y tecnologías ancestrales como los quipus, los relojes solares y los andenes […]” (15) pueden servir de fuente para alimentar nuevas ficciones. De igual modo, Quispe Agnoli afirma que en el siglo XXI coexisten en la narrativa del género la visión de múltiples futuros y la revisión de la “herencia cultural, de comunidades históricamente no representadas (indígenas, mestizos, africanos, afrolatinos), en áreas urbanas y rurales […] [unida] a las preocupaciones actuales (racismo, sexismo, corrupción, discriminación por edad, discriminación basada en la orientación sexual) […]” (28). Como colectivo, la estudiosa sostiene que este defiende “el progreso y la tradición y reconoce la difusión científica y tecnológica que inspira la escritura de ficciones futuristas andinas y amazónicas” (29).

Si contrastamos la proclama del “futurismo andino” con los textos seleccionados, veremos que solo tres cumplen con esas premisas (Medina, Salvo y la propia Qespi Agnoli), los demás textos se inscriben dentro de una CF más convencional o urbano-global. Entonces, lo dicho sobre Qhipa Pacha es aún una declaración de intenciones, una búsqueda, un deseo, antes que un producto literario concretizado según el  propio manifiesto.

Recordemos que la idea de una CF andina es un fenómeno que alcanza a otros autores. Ya en 2022, el escritor Anton Samplonius lanzó en Chuqe Chinchay, un breve manifiesto en el que propone seguir la hibridez de tradiciones andinas o nativas, como ruta para una CF peruana futura. La idea de una CF andina no es nueva, pero se está desarrollando. Al respecto, también el faraón Daniel Salvo (2018) afirmaba que “nuestra ubicación, idiosincracia y vivencias como ciudadanos andinos nos ponen en una posición envidiable: hay todo un universo por descubrir y difundir […]”. La novela de Rienzi Piero [Reyes Romero], Astronomía Tayta (2024), también transita por esta línea. Y seguramente hay varios otros autores en regiones.

En cuanto a los textos incluidos en Qhipa Pacha, todos son obra de escritores profesionales. La noción inmediata de “escritor profesional” es la de un individuo que puede vivir solo y exclusivamente de su escritura, sin tener otro tipo de ocupación. En Perú, esos casos son más bien infrecuentes o raros, la mayoría de escritores deben de compartir las horas de escritura creativa con otras ocupaciones laborales, a veces muy alejadas del “mundo” literario. Entonces, la mención a “escritor profesional” alude acá más al hecho que los autores incluidos tienen una trayectoria de publicaciones previas dentro de un sistema formal tradicional (no autopublicación o publicación en medios digitales), es decir, en editoriales en formato impreso.

En cuanto a los rasgos generales de la selección diremos grosso modo que se destacan cinco aspectos: a) la dimensión política de los textos, b) la influencia global de Stephen King, o la serie Black Mirror, c) el marco histórico social de la pandemia, d) el peso metonímico de Miraflores como el Perú, e) referencia a las relaciones humanas, sobre todo las paternas.

El libro contiene tres secciones e incluye textos de Sarko Medina, Daniel Salvo (Futurismo y memoria ancestral); Tania Huerta, Sophie Canal, José Güich, César Santivañez, Raúl Quiroz, Daniel Collazos, Luis Apolín, Tanya Tinjälä, Tania Huerta, Sarko Medina (futurismo urbano); y Rocío Qespi y Daniel Salvo (futurismo peruano desde el espacio).

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


martes, 11 de marzo de 2025

Fernando Villarán. El regreso del Huáscar. Lima: Melquíades, 2024. 282 p.

 


Fernando Villarán. El regreso del Huáscar. Lima: Melquíades, 2024. 282 p.

              Con estudios de ingeniería industrial y economía, Fernando Villarán (Lima, 1946) publica su primera novela inscrita en lo que podríamos denominar como novela de anticipación, o simplemente, ciencia ficción, ya que ubica las acciones en un hipotético 2,029 futuro en el que se produce una guerra entre Chile con el Perú. En este caso, el pretexto será una mina subterránea ubicada en territorio chileno, pero que es explotada por una empresa norteamericana ubicada en la frontera de Tacna, de modo clandestino. Cuando los funcionarios del gobierno chileno se informan del hecho deciden involucrar al gobierno peruano en su demanda internacional, además de la empresa norteamericana. Este núcleo narrativo es el que sostiene a la novela de Villarán, es decir, la trama política de conspiración, ambiciones golpistas del lado chileno, corrupción de empresarios extranjeros y altos funcionarios en el Perú, es decir, las decisiones políticas que se van tomando desde ambos bandos resulta lo más sólido de la novela, que incluso podría llevar al lector a leerla como “política-ficción”.

              A esta trama central se añaden dos subtramas, que si bien pueden estar justificadas, su desarrollo resulta discutible. La primera es la historia de Ramiro, un joven peruano que vive soñando con cierto espíritu revanchista, que pasa de aspirar a ser marino a historiador. Los estudios que sigue en Perú como en Estados Unidos (el primer mundo) no menguan para nada su “sed de venganza”; y más bien desde allí forma una suerte de célula nacionalista que tiene en el tema de la “Guerra con Chile” su principal motivación, así como recuperar el Huáscar. Esta funciona para introducir pasajes reales de la defensa de Lima durante la guerra real del siglo XIX.

              La segunda trama es la historia de Rocío, una joven de estrato popular que vive en San Juan de Lurigancho , descrito como un “barrio violento, árido y maloliente […]” (34), lleno de ambulantes (35), rodeada de “delincuentes y drogadictos” (36). Se trata de imágenes más que fallidas que solo grafican una visión clasista y racista del “narrador” (racismo en cuanto a que el padre de Rocío busca mejorar la raza y se casa con la más blanca de la ciudad, “de buena familia, católica y virgen”, p. 35; además de ser habitual cliente de las prostitutas; y que incluso será un padre que realiza “tocamientos” indebidos a su propia hija, lo que la obligará a huir ni bien ingresa a la universidad). Si bien estas ideas conservadoras, racistas y prejuiciosas pueden sobrevivir en parte en las élites limeñas, no representan verdades absolutas, sino que son parte de su imaginario, errado, por cierto, que atribuyen estas trasgresiones morales y delitos como exclusivas de los sectores populares. Más adelante se devela que Rocío es descendiente de Andrés Avelino Cáceres, con lo que el “narrador” quiere rodearla de un aura de heroína. Incluso, la novela desarrolla la relación de Rocío con un joven estudiante de nombre Federico, que resulta fallida por los traumas que la persiguen y que le impiden tener unión carnal con el joven, tras lo cual se separan.

              Sobre ambas tramas secundarias se reitera constantemente la represión existente entre padres e hijos sobre todo en la decisión de seguir una carrera universitaria. Los padres dominan a sus hijos, estos son su propiedad. Es claro que antaño las relaciones entre padres e hijos eran verticales, pero hoy, en el siglo XXI son tan horizontales que incluso diría que la situación se ha invertido, y que son los hijos quienes dominan y gobiernan a los padres. Así que estas relaciones son también del siglo pasado.

 Volviendo a la historia central, hay un momento “velasquista” cuando ante la inminente guerra, uno de los oficiales sostiene que “[…] salvo por el general Velasco, no hemos tenido gobernantes comprometidos con la seguridad nacional, que hayan fortalecido las Fuerzas Armadas” (163), es decir, un gobierno patriota es aquel que gasta gran parte de su presupuesto para una guerra futura.

En cuanto a las acciones bélicas por tierra, aire y mar, estas se narran de manera mecánica, como podría ser un enfrentamiento deportivo. Si bien solo los que han participado en una guerra pueden dar testimonio directo de cómo ocurren las acciones, se extraña que no se pronuncien lisuras, malas palabras frente a la violencia y posibilidad real de morir en el campo de batalla. La adrenalina es nula.

Tras los enfrentamientos, el resultado parece ser negativo para el Perú, con tres derrotas en los respectivos frentes, mientras que Chile ha invadido Tacna y Moquegua. Pero también se trata de una guerra de la información, dado que el resultado resulta más bien parejo y con una victoria para Perú en el frente marítimo (que los chilenos ocultan), gracias a una tecnología que ha sido desarrollada en EE.UU. por la empresa multimillonaria de Federico y que es dirigida en la guerra por Rocío (de allí la justificación de sus tramas previas). Esta tecnología consiste en drones indetectables que causan muerte, destrucción y considerables bajas estratégicas en Chile. Mientras en Chile se da un golpe de Estado a su presidenta (descendiente de Salvador Allende), con la intención de seguir la guerra; y en el Perú se persigue a los “patriotas” que han hecho caso omiso al cese al fuego, saboteando bases chilenas en Tacna y Moquegua, al final, el Perú (luego de pactar con un oficial de rango medio chileno) vence esta singular guerra, e incluso nos permite que retorne el Huáscar.

Es claro que el melodrama marcará varias acciones de los personajes, así como podemos afirmar que El retorno del Huáscar es una novela moral, por momentos es un relato histórico, y que su trama política es superior a la militar. La novela tiene su mérito sobre todo en la anticipación de una guerra futura hipotética y el entramado entre los agentes de poder (que el autor parecería conocer bien y proyectarlos de modo verosímil en un plano ficcional). Y aunque el aspecto tecnológico y futurista de estos drones de uso militar ya existen el día de hoy en países del primer mundo, quizás el hecho que también lo sean de un país tercermundista sea lo más cienciaficcional de la novela.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos