miércoles, 25 de enero de 2023

Pablo Ignacio Chacón. Los perseguidores. Lima: Colmena, 2022. 159 p.

 


Pablo Ignacio Chacón. Los perseguidores. Lima: Colmena, 2022. 159 p.

               En el siglo XXI han surgido nuevos autores del cuento fantástico peruano o colindantes. Podemos citar a Alexis Iparraguirre (1974), Yeniva Fernández (1969), Yelinna Pulliti (1980), además de Salvador Luis (1978) o Christian Briceño (1986), estos dos últimos, los autores más singulares nacidos hacia los años 70 y siguientes. Son autores que están construyendo una obra sólida y personal. A este grupo se les une Pablo Ignacio Chacón (1975) con esta opera prima. Este libro, de estirpe cortazariano -no solo por el título- contiene mucho ludismo y desborde imaginativo, sin duda, está bien escrito, con referencias a lo local, tanto en espacios como en el buen uso del lenguaje culto y popular (entiéndase jergas).

“El pájaro Yeyén” nos habla de un extraño pájaro amazónico y de la metamorfosis que sufre el personaje central. “El vigilante” es medio borgiano al deslizar la noción del soñador soñado, o mejor dicho, el sueño del otro, cuyo escenario es un mundo entre surreal y extraño. “En “El beso de la luna” es un ejercicio de poética que nos habla no solo del paso del tiempo (o la posibilidad de tiempos que transcurren de modo contrario y opuesto), sino de la fantasía que puede considerarse como insana. Un sueño compartido anima la narración de “Los desterrados”. “De las ciencias primordiales” se concentra en la visión de un dios andino que reemplaza a otro. “Carroña” es otro texto de poética acerca de un pez que cuenta historias. Puede asociársele al bestiario. “Albedrío” es también un texto de poética en el que un misterioso diario-cuaderno puede cambiar la historia personal del personaje (aunque se trata también de un relato enmarcado acerca de las dudas del escritor sobre las ficciones fantásticas), en un claro ejercicio metaliterario.

         Dos textos sirven de modelo para establecer el estilo del autor. En “La huaca inútil” se cuenta la lucha de una joven arqueóloga y una extraña edificación cuyo tiempo transcurre de modo inverso (es decir, las trazas y restos comienzan a regresar a su estado natural) al tiempo del personaje central. “Animales” plantea la existencia de unos monstruos cuasi invisibles (con forma de mochilas) que todos cargamos. Así, el paso del tiempo, las diversas metamorfosis y lo animal, o lo onírico, serán elementos que aparecen en estos y otros textos. En varios hay cierta atmósfera urbana de clase media, con la complicidad de personajes figurantes jóvenes (acaso los “cómplices” que se mencionan en el “Colofón” del libro).

Decir que los cuentos están muy bien escritos es decir poco. Hay una intención de salir de los modelos del fantástico clásico. Quizás las referencias a Borges y sobre todo a Cortázar sean más claras. Pero, sin duda, el autor local al que puede comparársele es la obra excepcional de Luis Freire Sarria (1945), quien a través de un fantástico delirante y humor irónico destroza las convenciones lógicas a través del lenguaje. Más alejado en referencias está también Carlos Calderón Fajardo (1946-2015), en cuanto a su estilo lírico-digresivo, en el que a través del punto de vista subjetivo se puede llegar a lo fantástico. Pero, más allá de algún guiño ribeyriano, las influencias de Chacón provienen más del Río de la Plata que de autores locales.

Con autores como Chacón podemos avisorar una búsqueda y consolidación del fantástico (ese macrogénero que aglutina muchas formas) peruano del siglo XXI, en un grupo al que he denominado -en otro trabajo- como “los hijos del terror”, nacidos entre 1969 y 1980, aproximadamente, (cfr. “Bicentenarios: entre celebraciones y crisis (1980-2021)”.  

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

martes, 24 de enero de 2023

Hemil García Linares. Expedientes Morgue. Virginia: Raíces Latinas- Domus Gothica, 2021. 160 p.

 

Hemil García Linares. Expedientes Morgue. Virginia: Raíces Latinas- Domus Gothica, 2021. 160 p.

Radicado en Estados Unidos, el escritor Hemil García Linares (Lima, 1971) publica esta colección de cuentos de terror fantástico. Aunque el espíritu que anima la publicación es Edgar Allan Poe (por los intertextos y nombre de personajes femeninos), el autor está más próximo al estilo de Stephen King y recursos cortazarianos. Una digresión: Poe es sin duda una referencia obligada del cuento de terror del siglo XIX no solo norteamericano sino global, cuya influencia perdura aún hoy en la línea del terror gótico, al que le siguen en el siglo XX, H. P. Lovecraft y King, que conforman una triada. Pero imitar el estilo de Poe no es sencillo, no en el sentido de usar la parafernalia visual del gótico o el carácter subjetivo (y hasta enfermizo) de sus personajes, sino en su readaptación en el mundo moderno/contemporáneo -al menos en occidente. El desafío no es tanto la imitación en sí, sino en esa noción paranoica, obsesiva y hasta enfermiza de sus personajes -y cierta condición existencial en Poe.

Volviendo al libro, la influencia de King es más clara (quizás por la cercanía temporal al autor). Se trata de mundos urbanos de clase media en los que el autor se toma licencias para recrear lo gótico en lo contemporáneo. La figura monstruosa recurrente será la de la mujer vampiro. Esto nos lleva a cierta presencia de lo sexual como un tópico constante en el libro y escenas amorosas que se insinúan o reiteran. Asimismo, está la figura del escritor, con cierto éxito económico producto de su propia escritura, que aquí es más un clisé (o al menos no es un escritor latinoamericano, asalariado en otros oficios) que sirve para el desarrollo de la trama. El libro está conformado por 14 cuentos.

Amparándose en la figura del doble, “En plena luna llena” quizás sea el cuento más político del libro, al tratar del tema de la migración y la lucha de los latinos por ingresar al territorio norteamericano. La historia es la de dos hermanos gemelos unidos por la figura vampírica, que se sirve de ellos para alimentarse. “La mansión M. (Morella)” y “Labios carmín en Bilbao” tienen como protagonistas a un escritor (¿alter ego?) que narra encuentros sexuales con seres acaso fantásticos (una vampira; otra sacada de una leyenda urbana). A ellos se suma “Flor de fango (Calipso)” que narra un amor trágico, celos fraternales y una mujer fantasma que salva de la muerte al personaje central. Los siguientes relatos “Terapia I” y “Terapia II” tienen también a figuras vampíricas, en este caso, enmarcadas en terapias psicológicas. En este caso, los que poseen el saber y la razón, absorben la energía del paciente-víctima.

Una figura que propone el autor es la del “temponauta” (una suerte de viajero del tiempo), en dos cuentos “Temponauta (el guerrero inca)” y “El Triángulo D”. En el  primero, toma como modelo “La noche boca arriba” (1955) de Cortázar. La referencia al Perú es clara. En el segundo toma como motivo popular el Triángulo de las Bermudas que permite al personaje del presente viajar al pasado y ser tomado por loco.

“Kate (la chica del sexto piso)” es un cuento de fantasmas ambientado en una escuela secundaria. “El espejo escarlata” es el más poeiano del conjunto. “Quizás otro día, güerito”, aparece la figura de la muerte alegorizada en una mujer. “En “El hidalgo y el indio” vuelve a aparecer el Perú, el racismo y clasismo tradicional (taras que aún hoy se mantienen vivas), con un toque de Drag Me to Hell  (2009) de Sam Raimi. Puede leerse como una actualización de "La venganza del indio" de Ventura García Calderón.

“Expedientes Morgue (Mujer de pañuelo blanco)” es quizás es mejor relato del libro. Se trata de una historia policial con un giro de tuerca final. Otro texto notable es “La caída de todo” en el que un singular serial killer sufre un giro en su vida criminal cuando se encuentra con una mujer monstruo que acaso le dará de su propia medicina (este relato recuerda a uno de Carlos Carrillo en Para tenerlos bajo llave de 1994).

Estamos pues ante un escritor de oficio que conoce los códigos del terror, y que viene a sumarse a esta nueva tradición fantástica peruana, en el siglo XXI.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

viernes, 13 de enero de 2023

Charlie Becerra. Dead Park. El rescate de Kyle Richards. Lima: Cross Books, 2022. 317 p.



Charlie Becerra. Dead Park. El rescate de Kyle Richards. Lima: Cross Books, 2022. 317 p.

 

¿Rescatarías a un amante convertido en zombi solo para darle sepultura? ¿Pueden existir los afectos románticos más allá de la muerte, o mejor dicho, hacia un cadáver putrefacto? De esto se trata Dead Park, novela de Charlie Becerra (Lima, 1989) publicado en el sello Cross Books, del grupo Planeta, y cuya temática se orienta hacia el público juvenil. Ya el lector juzgará o no lo verosímil de la historia. Primera digresión: ya Hitchcock había sostenido -para el mundo del cine- que, desde punto de vista del guion cinematográfico, todos son inverosímiles. Lo mismo puede decirse tanto de la literatura seria como de la literatura popular o masiva (entendida en clave de cultura de masas, o de serie B).

La novela de Becerra tiene como base al cine norteamericano y sobre todo está ligada al espectáculo. Desde Disney a Jurassic Park, pasando por diversos parques temáticos (Hollywood mismo es un espectáculo en sí mismo) hechos para el entretenimiento, esta vez se trata de zombis. Hay dos claras referencias: Army of the Dead (2021) de Zack Snyder y Zombieland (2009) de Ruben Fleischer. Del primero toma la trama de la búsqueda (no se trata de un botín sino de rescatar a su “amado” para darle una muerte digna y que deje su condición de no-muerto explotado); de la segunda, el parque de diversiones como lugar de catarsis -también representado en Westworld (1973) de Michael Crichton, pero vinculado al mundo del lejano oeste. Becerra ubica las acciones en el lejano Estados Unidos, con un lenguaje bastante neutro y sin giros locales como para que la historia se lea sin dificultad y en cualquier región. Tiene un estilo directo, lleno de acción y pocas digresiones, al modo de escritura del best-seller. La estructura no es lineal, sino que hay saltos temporales, y cambios en el punto de vista que ayudan a que la historia progrese.

En la narrativa zombi el subtexto político resulta ser (casi) siempre lo más valioso de la propuesta. Es inevitable encontrar acá ese subtexto que hace que la novela salga del esquema de The Walking Dead (TWD), convertido en un parangón para varia de esta línea narrativa sintetizada (un escenario posapocalíptico en el que solo vale matar para sobrevivir; y la estética del videojuego). Acá hay un interés por salirse de ese esquema de TWD y explorar otra posibilidad del zombi, pero siempre dentro del mainstream (quizás convendría anotar otras dimensiones como lo ético o lo político en su representación).

Como decíamos al inicio, el personaje central es Danna busca rescatar al “amor de su vida”, Kyle Richards, su profesor. En ese mundo futuro cercano, un virus tropical produce que los muertos revivan. Si bien se ha contenido su expansión, el capitalismo empresarial se ha agenciado de algunos zombis para ofrecerlos como entretenimiento en su parque temático, cuya entrada es muy costosa y hay una gran demanda de personas que quieren experimentar tanto la amenaza zombi como el asesinato. Se trata de una sociedad que necesita de una estimulación constante a través de este apocalipsis simulado. La corporación compra humanos desahuciados (como Kyle) para convertirlos en zombis. Quizás acá se encuentre el aspecto más sugestivo de la novela. El capitalismo es capaz de aprovechar los deshechos (los seres agonizantes, digamos) para rentabilizarlos y obtener ganancias. Así los zombis pasan a ser trabajadores de la corporación sin recibir pago alguno ya que no gozan de derechos laborales ni jurídicos. Serán asesinados una y otra vez por los visitantes del parque en un nuevo modelo de esclavitud. Esta idea ya estaba presente en la pieza 1999 (1964) del dramaturgo Juan Rivera Saavedra que imagina un futuro en el que “la ciencia ha logrado reutilizar las partes del cuerpo humano y que son comprados en vida” (Honores, 2017: 91) o la carne sirve también como alimento, dada la crisis alimentaria de los años 60 (Op. Cit.). Esta última línea será tomada por Harry Harrison en Make Room! Make Room! (1966) base de la película Soylent Green (1973) de Richard Fleisher (96).

Y es que la corporación, que cotiza en la bolsa de valores, tiene a científicos que han encontrado ya una vacuna efectiva. Es por ello que para rentabilizar aún más sus ganancias piensan en expandir el virus en todo el planeta, para que puedan comercializar su vacuna (aquí entramos en un escenario conspirativo cercano al del COVID-19). Esta corporación presenta a dos jóvenes ejecutivos con gran poder, que no pasan de los 30 (acaso una fantasía millennial) que provocan el caos global. Danna tendrá la ayuda de otros personajes para rescatar a Kyle, sobre todo de Harry, un empleado lisiado del parque, que al final de su vida por ella ya que se enamora.

Volviendo al objetivo central de la protagonista, esta idea de rescatar o salvar lo muerto o que no muere el amor tiene mucho de psicoanalítico, no en cuanto a que es una pulsión más cercana a la necrofilia (hay un pasaje en el efectivamente ambos se besan pero dista de cualquier romanticismo, ya desmitificado en otro producto audiovisual como The lost city, 2022), sino en la figura del padre, ya que Danna reemplaza el amor paterno por el de Kyle. En el punto de darle muerte piensa en su recuerdo “igual como atesora la del otro hombre que ha amado en toda su vida: su padre. ‘Quizá se conozcan del otro lado’, fantasea” (316). Pero no puede cumplir con su objetivo inicial y vuelve a procrastrinar, esta vez para aferrarse a la opción de la cura del virus que le regrese a la vida. Con ese cierre la novela se abre hacia la continuación.

Becerra ficciona sobre un lugar que existe (Estados Unidos, el espectáculo, la simulación, el capitalismo) y a la vez no (los zombis, la vacuna antizombi). Incluso los baños de ácido que reciben los zombis recuerdan al holocausto judío. Dead Park es un mundo de personajes veinteañeros que han tomado las riendas del poder y hacen un mal uso ya que llevan al planeta al colapso, mientras otros mantienen su condición subalterna y también fracasan en sus planes individuales. ¿Hipérbole? ¿Crítica a los millennials? Parece no haber futuro para esta nueva generación mientras siga repitiendo las viejas estructuras mentales y la fantasía del capital.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos