viernes, 13 de enero de 2023

Charlie Becerra. Dead Park. El rescate de Kyle Richards. Lima: Cross Books, 2022. 317 p.



Charlie Becerra. Dead Park. El rescate de Kyle Richards. Lima: Cross Books, 2022. 317 p.

 

¿Rescatarías a un amante convertido en zombi solo para darle sepultura? ¿Pueden existir los afectos románticos más allá de la muerte, o mejor dicho, hacia un cadáver putrefacto? De esto se trata Dead Park, novela de Charlie Becerra (Lima, 1989) publicado en el sello Cross Books, del grupo Planeta, y cuya temática se orienta hacia el público juvenil. Ya el lector juzgará o no lo verosímil de la historia. Primera digresión: ya Hitchcock había sostenido -para el mundo del cine- que, desde punto de vista del guion cinematográfico, todos son inverosímiles. Lo mismo puede decirse tanto de la literatura seria como de la literatura popular o masiva (entendida en clave de cultura de masas, o de serie B).

La novela de Becerra tiene como base al cine norteamericano y sobre todo está ligada al espectáculo. Desde Disney a Jurassic Park, pasando por diversos parques temáticos (Hollywood mismo es un espectáculo en sí mismo) hechos para el entretenimiento, esta vez se trata de zombis. Hay dos claras referencias: Army of the Dead (2021) de Zack Snyder y Zombieland (2009) de Ruben Fleischer. Del primero toma la trama de la búsqueda (no se trata de un botín sino de rescatar a su “amado” para darle una muerte digna y que deje su condición de no-muerto explotado); de la segunda, el parque de diversiones como lugar de catarsis -también representado en Westworld (1973) de Michael Crichton, pero vinculado al mundo del lejano oeste. Becerra ubica las acciones en el lejano Estados Unidos, con un lenguaje bastante neutro y sin giros locales como para que la historia se lea sin dificultad y en cualquier región. Tiene un estilo directo, lleno de acción y pocas digresiones, al modo de escritura del best-seller. La estructura no es lineal, sino que hay saltos temporales, y cambios en el punto de vista que ayudan a que la historia progrese.

En la narrativa zombi el subtexto político resulta ser (casi) siempre lo más valioso de la propuesta. Es inevitable encontrar acá ese subtexto que hace que la novela salga del esquema de The Walking Dead (TWD), convertido en un parangón para varia de esta línea narrativa sintetizada (un escenario posapocalíptico en el que solo vale matar para sobrevivir; y la estética del videojuego). Acá hay un interés por salirse de ese esquema de TWD y explorar otra posibilidad del zombi, pero siempre dentro del mainstream (quizás convendría anotar otras dimensiones como lo ético o lo político en su representación).

Como decíamos al inicio, el personaje central es Danna busca rescatar al “amor de su vida”, Kyle Richards, su profesor. En ese mundo futuro cercano, un virus tropical produce que los muertos revivan. Si bien se ha contenido su expansión, el capitalismo empresarial se ha agenciado de algunos zombis para ofrecerlos como entretenimiento en su parque temático, cuya entrada es muy costosa y hay una gran demanda de personas que quieren experimentar tanto la amenaza zombi como el asesinato. Se trata de una sociedad que necesita de una estimulación constante a través de este apocalipsis simulado. La corporación compra humanos desahuciados (como Kyle) para convertirlos en zombis. Quizás acá se encuentre el aspecto más sugestivo de la novela. El capitalismo es capaz de aprovechar los deshechos (los seres agonizantes, digamos) para rentabilizarlos y obtener ganancias. Así los zombis pasan a ser trabajadores de la corporación sin recibir pago alguno ya que no gozan de derechos laborales ni jurídicos. Serán asesinados una y otra vez por los visitantes del parque en un nuevo modelo de esclavitud. Esta idea ya estaba presente en la pieza 1999 (1964) del dramaturgo Juan Rivera Saavedra que imagina un futuro en el que “la ciencia ha logrado reutilizar las partes del cuerpo humano y que son comprados en vida” (Honores, 2017: 91) o la carne sirve también como alimento, dada la crisis alimentaria de los años 60 (Op. Cit.). Esta última línea será tomada por Harry Harrison en Make Room! Make Room! (1966) base de la película Soylent Green (1973) de Richard Fleisher (96).

Y es que la corporación, que cotiza en la bolsa de valores, tiene a científicos que han encontrado ya una vacuna efectiva. Es por ello que para rentabilizar aún más sus ganancias piensan en expandir el virus en todo el planeta, para que puedan comercializar su vacuna (aquí entramos en un escenario conspirativo cercano al del COVID-19). Esta corporación presenta a dos jóvenes ejecutivos con gran poder, que no pasan de los 30 (acaso una fantasía millennial) que provocan el caos global. Danna tendrá la ayuda de otros personajes para rescatar a Kyle, sobre todo de Harry, un empleado lisiado del parque, que al final de su vida por ella ya que se enamora.

Volviendo al objetivo central de la protagonista, esta idea de rescatar o salvar lo muerto o que no muere el amor tiene mucho de psicoanalítico, no en cuanto a que es una pulsión más cercana a la necrofilia (hay un pasaje en el efectivamente ambos se besan pero dista de cualquier romanticismo, ya desmitificado en otro producto audiovisual como The lost city, 2022), sino en la figura del padre, ya que Danna reemplaza el amor paterno por el de Kyle. En el punto de darle muerte piensa en su recuerdo “igual como atesora la del otro hombre que ha amado en toda su vida: su padre. ‘Quizá se conozcan del otro lado’, fantasea” (316). Pero no puede cumplir con su objetivo inicial y vuelve a procrastrinar, esta vez para aferrarse a la opción de la cura del virus que le regrese a la vida. Con ese cierre la novela se abre hacia la continuación.

Becerra ficciona sobre un lugar que existe (Estados Unidos, el espectáculo, la simulación, el capitalismo) y a la vez no (los zombis, la vacuna antizombi). Incluso los baños de ácido que reciben los zombis recuerdan al holocausto judío. Dead Park es un mundo de personajes veinteañeros que han tomado las riendas del poder y hacen un mal uso ya que llevan al planeta al colapso, mientras otros mantienen su condición subalterna y también fracasan en sus planes individuales. ¿Hipérbole? ¿Crítica a los millennials? Parece no haber futuro para esta nueva generación mientras siga repitiendo las viejas estructuras mentales y la fantasía del capital.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos