domingo, 31 de octubre de 2010

Espinoza Bardi, Pablo. Necrospectiva Vol. 1. Arica: Cinosargo, 2010. 91 pp.




Espinoza Bardi, Pablo. Necrospectiva Vol. 1. Arica: Cinosargo, 2010. 91 pp.

Pablo Espinoza Bardi (1978) es un escritor chileno emergente que se inserta en la literatura de terror y horror fantástico. Sus personajes tienen rasgos psicópatas, y se asemejan a monstruos urbanos. Se evidencia una influencia del cine gore, de serie z, Tobe Hooper, y del surrealismo, de los poetas malditos y la estética del mal. En todos sus personajes se percibe la miseria y soledad del hombre, con lo cual lleva al horror a ciertos niveles filosóficos y existenciales. En sus cuentos lo perturbador se vuelve “normal”. Algunos de sus cuentos tienden a innovar la forma, mientras que otros, tienen una estructura más clásica. Desde mi punto de vista los más sugerentes son estos últimos. Comentaré dos de ellos.

En “Lazarópolis II”, el narrador hace una relectura ingeniosa de la resurrección de Lázaro, insertándolo en la temática gore, pues a diferencia de las clásicas imágenes de Lázaro resucitado sin mácula en el cuerpo, aquí se insiste en la corporalidad y materialidad del cuerpo que vuelve a la vida. El evento se convierte en sobrenatural no solo por la resurrección en sí, sino por la presencia del cuerpo, por la descripción del cuerpo real.

En “Rancio”, el narrador, a modo de las confesiones de los personajes de Edgard A. Poe (como en “El gato negro”), de desplaza del presente al pasado. En el relato, la cientificidad resulta vacía frente a un evento inevitable: la muerte. El dueño de la funeraria relata cómo uno de sus ayudantes llega a la locura, pero lo peor de todo no es el hecho sino el que todos en ese pueblo sin nombre, parecen adquirir los mismos rasgos de locura, lo que le lleva a permanecer encerrado en su propio negocio.

A pesar de la estética gore y de horror, el primer relato supone en última instancia, la irrupción de lo sobrenatural en lo natural. Ello nos lleva a pensar en la creencia implícita (quizás no consciente del narrador) de otro mundo más allá de lo natural, en suma, de lo sagrado como lo sostienen C. S. Lewis o J. R. Tolkien. En el segundo relato, la disconformidad con el espacio/tiempo se evidencia a partir de la expansión de la angustia y la locura humana. El siglo XX era definido como el siglo de la angustia. En pleno siglo XXI, este sentimiento parece permanecer bajo formas propias de la ficción.

A veces la ficción tiene fines catárticos (en el sentido griego). Es el caso de este libro, en donde se liberan pulsiones. El “mal” no proviene en última instancia de otro(s) mundo(s), sino del mismo ser humano. Si este axioma es verdadero, la metamorfosis interna depende de cada individuo.

Esperamos que Espinoza Bardi se anime también a escribir, más adelante, alguna novela en el género fantástico, ya que tiene excelentes cualidades como narrador.

Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola