martes, 25 de noviembre de 2014

La civilización del horror. El relato de terror en el Perú por Harry Belevan




El miedo en la literatura peruana: a propósito de La civilización del horror – El relato de terror en el Perú.

 

Harry Belevan

de la Academia Peruana de la Lengua

 

 

            En el prólogo a mi libro Teoría de lo fantástico afirmaba lo siguiente: “Voy a la crítica motivado únicamente por un prurito de explicarme las causas de todo aquello de lo que solamente conozco los efectos. Así, la insatisfacción que viene produciéndome, desde hace varios años, el incompleto análisis de la llamada literatura fantástica, y el desprecio con que, sobre todo en el indescifrable universo latinoamericano… se mira esta suerte de ‘subliteratura europeizante’… han sido y siguen siendo mi mayor incentivo…” 

 

            Traigo a colación estas palabras mías porque, al terminar de leer La civilización del horror, tuve la clara sospecha de que Elton Honores había escrito este último libro suyo –si es que se trata del último puesto que puede habérseme pasado inadvertido alguno más reciente, considerando que este autor cuenta con una numerosa producción que ya lo distingue como uno de los estudiosos de nuestra literatura con mayores credenciales --, llevado por un descontento similar al que yo tuve hace casi 40 años, al no hallar bibliografía que satisficiera nuestra solícita curiosidad, en mi caso sobre el fenómeno de lo fantástico y en el caso de Honores sobre el terror en el Perú. 

 

Pero es esa curiosidad compartida en donde acaban las analogías, porque mi búsqueda apuntaba al descubrimiento de la esencia filosófica o episteme de lo fantástico como diacronía metodológica, mientras que Honores procura ahora con este texto suyo, no tanto un paradigma teórico del terror sino una exploración del miedo en el Perú en su manifestación literaria, a fin de establecer una cronología a la vez que un mapeo del horror en el imaginario nacional. Si estas han sido sus metas pues el logro es rotundo, porque el suyo es el estudio crítico más completo escrito hasta hoy en el Perú sobre la dinámica del terror en nuestra literatura.

 

Acaso por haberse tratado en su origen de una tesis universitaria, este libro refleja esa rigurosidad propia a toda disertación académica. Pero el mérito mayor se encuentra, tal vez, en la soltura con que el autor expone sus descubrimientos, alejándose de todo acartonamiento academicista emperifollado en un lenguaje tribal iniciático, para dar plena acogida a ese lector común que no sabe, ni tiene por qué saber, de teoría literaria o sofisterías retóricas.

 

La civilización del horror es un viaje por un territorio que hasta hoy permanecía prácticamente inexplorado en nuestro medio. Se realiza siguiendo tres senderos que se convierten en fundacionales para los estudios literarios en el país: por un lado, el camino que nos conduce a descubrir los genes mismos de la literatura peruana de terror que, según el autor, se origina en los inicios de la Colonia –siglo XVI—, si bien sus raíces están soterradas en mitos, tradiciones y leyendas prehispánicas; por otro lado, está el esfuerzo por antologizar a los principales autores peruanos que incursionan, en el pasado y en la actualidad, en el miedo como materia prima de sus narraciones. Hay una tercera vertebra que analizaremos seguidamente, antes de volver sobre los dos primeros ejes medulares del libro. 

 

Elton Honores, como queda dicho, ha trazado en este libro la historia del terror manifestado en la ficción literaria, además de haber registrado y analizado en profundidad un verdadero muestrario de autores peruanos. Lo que no encontramos, sin embargo, es una tercera faceta que esperaríamos hallar en semejante estudio, y que consistiría en la postulación de alguna teoría suya del terror y del horror literarios en la que se sustentaría el aparato crítico desplegado; ¿Por qué, entonces, no la hallamos? La respuesta es simple: Honores no ha sentido la necesidad de explicarse para sí --a fin de estar en mejores condiciones de explicarlo a sus lectores-- los elementos constitutivos de la expresión del terror en nuestra tradición literaria. Pero los ha omitido no por falta de curiosidad sino, sencillamente, porque los consabidos cánones y preceptos clásicos del terror literario le son suficientes para la tarea emprendida: catalogar y analizar el relato del terror en el Perú, tal como lo señala el subtítulo de la obra, basándose en los conceptos críticos más reconocidos universalmente. Lejos, entonces, de teorizar sobre lo terrorífico en la literatura, el autor se adentra de lleno, primero en la historia de esa suerte de ramal de la literatura de expresión fantástica que es el terror sirviéndose, incluso, de la tradición cinematográfica como fuente adicional de análisis para, posteriormente, trazar la historia de esta expresión en la literatura nacional. El resultado es refrescante por novedoso y harto ilustrativo de ese universo evasivo compuesto por las diversas caretas del terror: la ciencia ficción futurista, el monstruo, el vampiro, el hombre-lobo, el asesino en serie, los aparecidos, los fantasmas y los zombis  o muertos vivientes, y tantos otros componentes y protagonistas del miedo que el horror, subcategoría del terror, infunde en todo individuo como perturbación cerval que, al volverse incontrolable, anula todo racionamiento impulsándonos a los extremos del recelo atávico y la aprensión deshumanizada. Decía que Elton Honores se satisface con las principales teorías sobre el terror en la literatura para no tener que discurrir por el ámbito de las hipótesis abstractas, siendo las que más lo han inspirado en lo atinente, específicamente, a la teorización del terror las expuestas por Howard Phillips Lovecraft.       

 

Lovecraft fue un autor que, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, marcó un tipo de literatura a escala universal que él denominó “literatura del miedo cósmico”, clasificación que elaboró bajo la influencia de Edgar Allan Poe y, en particular, de Julio Verne. Lovecraft fue autor de numerosos cuentos de terror entre los cuales recordamos ciertos títulos memorables como “El forastero”, “Las ratas en las paredes”, “El llamado de Cthulhu”, “En las montañas de la locura” y tantos otros de semejante impacto emocional. Pero, en lo que fue más prolífico este gran narrador no fue en cuentos sino en sus cartas, cerca de cien mil que escribió a lo largo de una vida de apenas 46 años. Esto en sí constituye una contradicción que ilustra perfectamente el ser conflictivo que fue Lovecraft: un escritor que mantuvo correspondencia con un sinnúmero de personas y que, sin embargo, fue siempre un individuo marginal debido, según sus biógrafos, a una extrema timidez que lo inhibía ante cualquier contacto humano, aunque bien pudo tratarse también de un mimetismo anímico con el tipo de literatura que cultivó durante su corta existencia.   

 

Cuentista y poeta, Lovecraft fue también un agudo crítico y estudioso de la literatura y es, justamente, el ensayo suyo que más ha perdurado en el tiempo el que se ha convertido en la teorización clásica de la ficción de terror. Me refiero al libro intitulado en español El horror en la literatura, traducción incorrecta, sin embargo, de lo que debió llamarse Horror sobrenatural en literatura, ya que el nombre del libro en nuestro idioma desestima la palabra sobrenatural, vocablo clave para mejor entender la teoría de Lovecraft, como bien lo reconoce el propio Honores al recordar que, según Roger Caillois, “…el terror debe derivar únicamente de una intención sobrenatural, y la intervención de lo sobrenatural debe culminar en un efecto de terror” (p.17). Este ensayo fue la teorización más lograda de Lovecraft sobre la literatura de terror pues se trató de un ensayo que, publicado por primera vez en 1927, estuvo puliéndolo y afinándolo hasta el final de su vida.

 

En este escrito encontramos los conceptos claves de lo que el gran escritor norteamericano entendió y practicó como literatura del miedo, que tantos seguidores ha tenido y sigue teniendo, y no sólo entre escritores sino también en el cine y en las artes plásticas, y hasta en ese género de expresión a la vez gráfica y verbal conocido como cómics o historietas. Las ideas centrales de las teorías de Lovecraft sobre el horror sobrenatural en la literatura son las siguientes:

 

-La más antigua y la más fuerte emoción del ser humano es el temor, y el temor más antiguo y fuerte es el temor a lo desconocido.

-Nadie debe sospechar de la existencia de una literatura del terror cósmico. Siempre existió y siempre existirá.

-Este tipo de literatura del temor no debe ser confundida con otra exteriormente semejante pero psicológicamente muy distinta: la literatura del mero temor físico… El verdadero relato extraño tiene algo más que un crimen secreto...

-La atmósfera es la cosa medular, porque el criterio final de autenticidad no es el ensamblaje de la trama sino la creación de una determinada sensación.

 

            Elton Honores ha recogido estos planteamientos en su libro, para mejor distinguir los rasgos diferenciales que caracterizan a la literatura de terror específicamente peruana. De esta forma, mientras que con acertado criterio considera que “el terror sirve… para el mero entretenimiento” en otras literaturas, “en el Perú los tópicos del terror reparan en una memoria social que se activa a través de estos relatos, además de ser vehículos de la ideología de un grupo social, por lo tanto están exentos de la evasión y por el contrario, vuelven la mirada sobre nuestra realidad”. Pero el autor se apresura en precisarnos que “…esta tesis delimita su objeto de estudio exclusivamente al terror fantástico… es decir, a aquel terror provocado por un agente sobrenatural…” (p.12), convirtiéndose así en tributario de las teorías de Lovecraft.

           

Otra fuente principal de consulta y referencia para Elton Honores es nada menos que el popular autor de best-sellers Stephen King, cuyo libro intitulado Danse macabre –título original en francés aun en su versión inglesa reúne un conjunto de ensayos sobre las expresiones del terror en diversos géneros populares incluyendo, por cierto, el literario.   

           

            Es indudable, sin embargo, que el aspecto sobresaliente del libro de Honores, es decir, su mayor contribución a los estudios literarios peruanos sobre el terror, lo constituyen sus aportes a lo que él denomina en el Capítulo I, “El terror en el Perú oficial”, así como todos aquellos acápites que le siguen: “El miedo en el mundo prehispánico y colonial”; “El miedo en los siglos XIX y XX”; y “Seres del mundo andino”. Se trata de sólidas reflexiones sobre estos antecedentes de las manifestaciones del terror en la literatura peruana. Seguidamente, el autor aborda en el capítulo II lo que denomina: “Formas temáticas locales del imaginario popular”, parte igualmente medular del texto. Este es precisamente el segundo sendero ya mencionado, que se constituye en un aporte realmente fundacional, como lo he llamado, a los estudios de los linderos marginales en la literatura peruana. En este capítulo de su libro, Elton Honores analiza pormenorizadamente a 16 autores peruanos de terror pertenecientes a los siglos XIX y XX, varios de ellos olvidados y hasta desconocidos no sólo por el público lector sino por la propia crítica literaria de antaño y del presente. Con encomiable alarde de sus amplios conocimientos de los métodos de interpretación de textos, Honores desmenuza 17 relatos publicados entre 1864 según el autor, “…el siglo XIX [es] en donde podemos ubicar las primeras narraciones fantásticas y de terror” peruanas (p.46)-- y el año 2007, es decir, durante prácticamente 150 años de tradición literaria.

 

            La civilización del horror – El relato de terror en el Perú es un libro inaugural dentro de los estudios literarios peruanos, en cuanto que descubre y analiza --probablemente por primera vez con semejante rigor que ni algunos descuidos gráficos, como en la numeración de las páginas, pueden desmerecer-- los rasgos esenciales de la literatura de terror en nuestro país, al tiempo que compendia a un grupo numeroso de cultores de esta modalidad narrativa que, a lo largo de la historia de nuestros letras, ha sido una expresión marginal raras veces tomada en cuenta por los académicos y estudiosos de nuestra literatura. Por esto es que Honores tiene la suficiente solvencia crítica como para afirmar categóricamente que: “La reflexión sobre las ficciones de terror fantástico en el Perú ha sido nula” (p.44). Ya lo observaba Birger Angvik, uno de los más reconocidos conocedores escandinavos de las literaturas latinoamericanas, tal como se nos recuerda en este libro. Según Angvik, la crítica literaria en el Perú “…tiende a trabajar de manera… muchas veces dogmática… a autores y obras que no corresponden con… las exigencias de la lectura realista…” (p.45) lo que, de paso, explica mejor la observación que formula Honores en la Introducción a su libro: “Luego del trabajo de Harry Belevan en Antología del cuento fantástico peruano de 1977, existió un vacío de más de tres décadas hacia esta literatura” (p.11); confieso que nunca antes había reparado en esto pero ahora que lo descubro no deja de asombrarme, por tratarse de una negligencia imperdonable en los estudios literarios nacionales.

 

            Con este libro verdaderamente precursor, Elton Honores nos ha introducido a un segmento de nuestra literatura que, legos y especialistas por igual, hemos ignorado por demasiado tiempo: el relato de terror. El estudio de esta corriente literaria origina un interés legitimador que, a partir de este texto, no podrá seguir soslayándose. Por eso, y para que no se desdiga de su constatación del inexplicable lapso de tiempo transcurrido entre la publicación de mi antología, en la década de los setenta del siglo pasado, y los inicios de la segunda década de este nuevo siglo XXI, cuando Honores y otros autores reinician un interés sistemático por esas expresiones consideradas erróneamente accesorias de nuestra literatura; exhorto al autor a que establezca una antología del relato peruano de terror con los cuentos de los numerosos escritores que ha analizado en La civilización del horror y aquellos de autores aún más noveles, que los hay, destinada a un público lector cada vez más receptor de esta modalidad literaria debido en gran parte al trabajo pionero, en la ficción como en el ensayo, de autores como el propio Elton Honores.

viernes, 21 de noviembre de 2014

ÍNSULA BARATARIA. AÑO12 N° 16, 2014.

ÍNSULA BARATARIA. AÑO12 N° 16, 2014.


Contenido parcial:


*Impronta de la fecundidad runa en Azucenas quechuas (Pablo
Landeo)

* El cine y literatura en XYZ de Clemente  Palma (Elton Honores)


*El proyecto promotor de la revista
Diégesis en la narrativa peruana (Óscar Gallegos Santiago)

*Rescate: La evidencia (cuento) de Carlos
Thorne

lunes, 17 de noviembre de 2014

La civilización del horror. El relato de terror en el Perú por José Güich Rodríguez



La civilización del horror. El relato de terror en el Perú*

José Güich Rodríguez.

 

Buenas noches. Quiero agradecer a Elton Honores su gentil invitación a que yo diga unas  palabras hoy, en la presentación de La civilización del horror. La literatura de terror en el Perú, en compañía de dos destacadísimas figuras de nuestras letras, como son José Donayre Hoefken y Carlos Calderón Fajardo. Ellos mismos son en gran parte responsables de que hoy sea posible hablar del posicionamiento fructífero de la literatura fantástica de hechura nacional y del terror como una fuerza emergente a la cual ya será  muy difícil silenciar.

 Y nada mejor que reunirnos esta noche, habitada por temores atávicos y miedos que han impregnado por milenios al ser humano. Una vez más, Elton desbroza, con mano firme, un territorio hasta hace un tiempo invisible o poco frecuentado. Lo ha hecho ya  otros volúmenes, igualmente caracterizados por su rigor en el manejo de las fuentes y en lo innovador de sus planteamientos. Bien sabemos que nuestro sistema cultural (o por lo menos, cierto sector todavía renuente y conservador) tiende aún a usar cierto tono exótico, cuando no mezquino, para atender a estas prácticas narrativas (aunque, por cierto, hay que reconocer un cambio, alimentado no solo por creadores, sino también por los sellos independientes que le han dado fuerte impulso a esta literatura de la transgresión permanente y de la rebeldía frente a las ataduras de la razón).

Gracias al tenaz empeño de Elton por ir contra los usos imperantes en la crítica nacional, hoy contamos con un riguroso estudio en torno de temas, tratamientos y autores que se aglutinan en torno de un eje común. No es fácil, en pocos minutos, dar cuenta de la riqueza e importancia de este libro no solo para el reconocimiento pleno de un campo literario en plena actividad y ebullición, sino para las vías que tomarán los investigadores del futuro a partir de la obligada lectura de La civilización del horror.

Ya mis compañeros y el propio autor podrán despejar, mejor que yo, los planteamientos esenciales. Yo quisiera destacar su capacidad para establecer taxonomías o clasificaciones, no basadas en la intuición o en el mero entusiasmo, sino en un adecuado manejo de las fuentes primarias y secundarias.

De este modo, aparecen dos corrientes diferenciadas pero no por eso antagónicas: una nutrida del imaginario tradicional y popular, o bien a las construcciones sicológicas en torno del pasado colonial.

Ahí campean autores como Ricardo Palma, Juana Manuela Gorriti, Catalina Recavarren, Clemente Palma (hijo del tradicionista, sometido a un olvido y silenciamiento por parte de las huestes progresistas, para gozar hoy de una oportuna reivindicación como fundador de la narrativa fantástica peruana), Francisco Izquierdo Ríos, pionero de la literatura amazónica, y Sandro Bossio. Así mismo, se producen rescates, como los de Guillermo Thorndike, Francisco Ibañez o Antenor Samaniego, algunos bastante conocidos pero a los que no se asociaba a tales temáticas o inquietudes.

En la orilla cercana, Honores identifica escritores que reelaboran “tópicos clásicos del terror” que no son necesariamente más librescos o culturalistas, sino que responden a una asimilación de influencias externas sin que ello signifique prescindir de una filiación local: desfilan así, boyantes, la mujer muerta, el demonio o los monstruos, que reclaman su arraigo a través del propio Clemente Palma, en otro de sus registros o el rescatado Eduardo Ribeyro, así como Pablo Nicoli. Se articula así el cuadro hasta ahora más completo del terror como un apartado con historia en nuestra narrativa y no como el advenedizo que inesperadamente reclama una posición que no merece.

Ya es casi un lugar común decir que en el Perú, Kafka sería costumbrista. No es para menos: con los gobiernos de pesadilla que hemos sufrido o los monstruos que habitan desde siempre en los pasillos y sumideros de los poderes públicos y privados, la frase alcanza cierta coherencia. No obstante, la literatura siempre va a contracorriente: son engendros demasiado anodinos para regodearse con ellos; por lo tanto, nuestros escritores han decidido trasvasarlo todo a la órbita de la ficción y  fabricar sus alucinaciones a medida. Y lo que ha empezado a arrastrarse desde ese dominio tiene “de inga y de mandinga”: es terror en el peruano modo y, al mismo tiempo, cada de pérfidas resonancias que atañen a la universalidad. Elton Honores ha sabido unirlos en un todo armónico y duradero para aquellos que deseen iniciar, sin prejuicios o anteojeras, su viaje por esas parcelas de la imaginación. Bienvenidos sean todos.  Muchas gracias.

 

*Texto de presentación. Viernes 31 de octubre de 2014. Instituto Raúl Porras Barrenechea.

La civilización del horror. El relato de terror en el Perú por José Donayre



La civilización del horror. El relato de terror en el Perú*

José Donayre

 

Elton Honores ha vuelto a poner el dedo en la llaga con la aparición de La civilización del horror. El relato de terror en el Perú. Cada libro de este investigador forjado en las canteras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos aporta más a su misión de hacer visible lo que se ha pretendido esconder bajo la alfombra desde que se empezara a difundir con tendencioso empeño, pero sin sólidos argumentos, que la única posibilidad narrativa de un escritor serio es la producción de ficciones realistas, comprometidas con la realidad social peruana, es decir, aquellas que denuncian la injusticia, que enfrentan a los explotadores o que trasuntan anquilosadas páginas que promueven la revolución y la lucha armada. Como el mundo político o el del deporte, el medio académico está también atiborrado de doctos personajes que actúan con mezquindad e intereses fundados en un intercambio de favores. Es cierto que la cuestión ideológica resulta ser un factor clave para privilegiar un registro estético y sacar del mapa otro —que resulta incómodo, molesto o perturbador—, pero más pesa el poder que crece como hongo bajo la sombra de toda ideología.

Generalmente los fanáticos —los que convierten las ideas y los pensamientos coherentes en ideologías a la medida, en sistemas reduccionistas con función cortoplacista— son los que consiguen hacerse del poder, del teje y maneje, del pontificado, de escoger a los que se salvan para ponerlos a un lado porque hicieron bien la tarea que a ellos les parece correcta, según la consigna, y a defenestrar a los disidentes, a los condenados por no haber cumplido con el programa, con la receta, por haber seguido su instinto, llevando a cabo con honestidad lo que su necesidad de expresar reclamaba sin sumisión alguna. Lamentablemente los fanáticos, que pergeñan su trabajo con eficacia gracias a sus anteojeras ideológicas, son los que escriben la historia oficial. Generación tras generación repiten muletillas y acuñan vistosas verdades de pura cáscara, pues carecen de contenido y resultan insostenibles cuando el discurso se amplía al establecer un correlato entre lo que se sabe y se conoce, se supone y se dice, y se tergiversa y se trasgrede.

Pero dejemos de lado a estos seres espantosos y hablemos de cosas mejores. Hablemos de Elton Honores y de su más reciente aporte: La civilización del horror. El relato de terror en el Perú. El principal logro del libro es su meridiana manera de ofrecer la información, a fin de que esta fluya sin tropiezos incluso para el lector desavisado. En efecto, Honores hace gala de una claridad, prescindiendo de rebusques, para llegar a explanadas discursivas donde es posible disfrutar ejemplos, comparaciones, contrastes y reflexiones. En este sentido, la obra presenta un ritmo sin monotonía. Honores dosifica la información para no verterla como un torrente, a fin de no apabullar ni ensombrecer lo que desea mostrar.

Dividido en tres partes, el texto presenta en la primera un sustancioso marco que busca brindar herramientas teóricas y conceptuales al lector. El terror, como tal, es dilucidado mediante un muy bien orquestado proceso de decantación, empleando para ello diferentes puntos de vista: H.P. Lovecraft y el miedo cósmico, Roger Caillois y el terror como mero artefacto verbal para el entretenimiento, Stephen King y la utilidad del terror para entrenarnos para asumir con conocimiento la muerte, Philippe Ariès y la interesante perspectiva de la muerte prohibida (como cosa algo obscena), Rafael Llopis y el miedo como cuestión numinosa (de numen: deidad dotada de un poder misterioso y fascinador), Juan y Constantino Bértolo Cárdenas y la atracción de lo terrorífico, C.E. Feiling y el olvido de lo verdaderamente natural mientras dura el relato de terror, Carlos Barceló y el anuncio de algo fuera de toda lógica, Jean Delumeau y la fabricación permanente del miedo para evitar una angustia morbosa que podría abolir el yo, Noël Carroll y la paradoja del terror al fascinar y subyugar, Zygmunt Bauman y el miedo producto de la incertidumbre, Lucía Reinaga y las dos principales estrategias del horror (el mecanismo del hueco y la desnaturalización del tiempo), Clive Barker y la explotación de zonas tabú, Sam Raimi y la profundidad del terror al pretender responder las preguntas definitivas, Wes Craven y el mal dentro de cada quien, y Jason Zinoman y la importancia del gusto personal para definir el miedo.

Los puentes argumentales que erige Honores entre un autor y otro dan suficiente seguridad para que el lector cruce abismos y se atreva incluso a asomarse vertiginosamente hacia los vacíos propios de una ruta escarpada y de alto riesgo. De hecho, la voz de Honores cobra notoriedad cuando el desarrollo mismo de la disquisición lo exige, es decir, interviene sin dilaciones y ajusta criterios cuando la fuente citada ha propuesto un límite forzado antes de tiempo. La indagación de Honores entre especialistas de diversas procedencias y de creadores de registros ajenos al de la ficción literaria enriquece la perspectiva teórica que se va abriendo. La diversidad de posturas y especialidades permiten un horizonte muy rico en texturas y contraposiciones. Así, la idea de terror y la estela que esta perturbadora palabra genera queda definida desde muchos frentes, niveles y percepciones, y es en este cúmulo de conceptos, que Honores se propone ahondar en matices que pasan inadvertidos en el discurso cotidiano o no especializado.

Para adentrarse en las tinieblas del relato de terror en el Perú, Honores estable coordenadas muy puntuales. Tras un interesante sustento basado tanto en Stephen King como en David Pringle, propone tres niveles en el marco de la narrativa de espanto: 1) el miedo o terror, 2) el horror, y 3) lo grotesco. Tanto el miedo como el terror (el miedo intenso) son una suerte de preámbulo. Se trata principalmente de una emoción, por tanto es una cuestión de orden psicológica. El horror, para Honores, es la experimentación de lo que se sospechaba. Se trata de una respuesta física, somática, por tanto, es lo que paraliza al sujeto. Lo grotesco no sería otra cosa que la exacerbación visual de lo monstruoso, a partir de lo corporal y todo aquello que lo implique.

Con las cosas así de claras y definidas, Honores encara diacrónica y temáticamente diversos aspectos relacionados fundamentalmente con el terror y horror en diversos registros peruanos. Efectúa un paseo rápido, pero nada superficial que sirven a manera de introducción para entender más plenamente las dinámicas de los dos siguientes capítulos de La civilización del horror. El relato de terror en el Perú: Formas temáticas locales del imaginario popular y Tópicos del terror. En estas secciones, Honores analiza los textos de dieciséis autores peruanos, estableciendo diversos vínculos entre estos y su tiempo. Cabe precisar, que muchos de estos autores bajo la lupa de Honores no han recibido la debida atención de la crítica y sus libros no han sido reeditados. En estos capítulos, el investigador también ostenta un certero olfato para establecer relaciones que suelen pasar inadvertidas al lector común, gracias a que sopesa con inteligencia, sensibilidad, conocimiento y pasión los pliegues más fantásticos del quehacer narrativo peruano.

Al seguir la producción investigativa de Elton Honores, digamos que el momento de la validación de la ficción fantástica en la tradición literaria peruana ha llegado. La aparición de La civilización del horror. El relato de terror en el Perú es una cuestión realmente emblemática, sobre todo porque se trata de una labor lenta, de hormiga, pero que está abriendo puertas que se pensaban inexistentes. Su trabajo es, en realidad, de arqueología literaria, de difusión performática, de crítica angelética y de investigación cuántica.

 

*Texto de presentación. Viernes 31 de octubre de 2014. Instituto Raúl Porras Barrenechea.

La civilización del horror. El relato de terror en el Perú por Karen Calvo Díaz

 
 


La civilización del horror. El relato de terror en el Perú*

Mg. Karen Calvo Díaz

Universidad Nacional de Costa Rica

 

El texto que nos congrega establece un precedente que desde hoy ha de citarse como un documento de ineludible consulta sobre los estudios fantásticos en Latinoamericana. La urgencia de nuevos estudios en nuestra literatura hace imprescindible la lectura, la teorización y el estudio riguroso de las más recientes producciones, tanto literarias como culturales.
Este texto que con mérito propio figura en el medio peruano, posee alcances que pueden hacerse extensibles al resto de los estudios en el continente, los cuales, en los últimos años, han venido desarrollando un agravado interés por temas ligados a lo fantástico,  lo monstruoso, lo ciencia ficcional y lo gótico. 
La lectura del este estudio resultó para mí una agradable sorpresa, pues curiosamente mientras este texto se escribía y editaba en Perú, realizaba yo un trabajo similar, pero cuyo objeto de análisis radicaba en el estado de la literatura costarricense y que se hallaba, como la literatura peruana, sin estudios amplios y con pocas referencias que se aliaban a lecturas más tradicionales.
Para nadie es un secreto que las primeras historiografías de las literaturas nacionales se basaban en el estudio de realismo, el regionalismo, el costumbrismo y todas aquellas literaturas que favorecían la visión y la construcción de un estado nación. Una herencia que deviene desde el siglo XIX, cuando el romanticismo latinoamericano favoreció, en parte, el desarrollo de la práctica literaria aliada con las políticas del momento.
Sin embargo, existe una serie de diferencias entre el caso peruano y el costarricense, pues del primero el autor nos muestra evidencias de algunas manifestaciones que desde la colonia se tienen sobre lo fantástico, o al menos de lo imaginario, en estrecha relación con la implantación de la religión católica, mientras que para el segundo la formación literaria data de la segunda mitad del siglo XIX y se restringe en buena medida a la crónica como documento histórico.
Esta diferencia cronológica, no obstante, no hace menos interesante la comparación que podría presentarse entre La civilización del horror y la citada tesis de la escritura gótica en Costa Rica, sobre todo porque se comparte un mismo interés temático, una segmentación tópica similar, y el estudio del género narrativo como máxima representación del horror en el gusto de ese tipo de escritura.
Ahora bien, el texto de Honores presenta algunas particularices que lo hacen excepcional y que demuestran, a su vez, un criterio académico, profundo y riguroso de un género que durante mucho tiempo ha sido considerado como light y que quizás por ello, no ostenta tantos estudios como otras tendencias literarias, culturales y artísticas.
La seriedad de este abordaje es fácilmente identificable en el aparato teórico que acompaña el análisis de una variedad de textos escritos entre 1845, cuando se cree que comenzó a escribirse lo fantástico en el Perú de la mano de Juana Manuela Gorriti, a la actualidad, cuando se considera que es aún más escrita y leída esta modalidad.
Categorías como lo maravilloso y lo fantástico, el terror fantástico, lo sobrenatural, el miedo, el terror y el horror, se clarifican al inicio del texto con el fin de que asuma  con pertinencia conceptual la propuesta de lectura que se presenta
Es así como a lo largo de este primer y necesario apartado, se insiste también en el papel protagónico que el tema de la otredad provoca en estas formas, en las cuales el miedo colectivo se traduce en representaciones imaginarias y temibles que devienen en la creación de textos, cuya ficción se yergue paralela a referentes sociales inmediatos.
Asimismo, se reconoce en el texto, el interés por construir un estado de la cuestión que apadrine la idea de que la literatura  peruana como la mexicana, la brasileña, la argentina, entre otras, tiene amplia trayectoria que puede y debe citarse como marco de referencia para las elaboraciones contemporáneas; esto es que si bien en los últimos 10 o 15 años ha habido un creciente desarrollo literario del terror, el horror y lo gótico, no es ello el resultado de una mera imitación de los modelos tradicionales, como podría pensarse, sino que posee también asidero en el contexto latinoamericano.
Junto a esta aclaración se tiene que un planteamiento esencial que propone el texto en cuestión radica en asumir estas nociones literarias como posturas transgresoras, divergentes, y muchas veces como subversoras del modelo establecido, pues en repetidas ocasiones se cita que el principio esencial del texto fantástico, gótico, o sobrenatural es "ficción e implica un puro goce estético, no implica necesariamente una reconexión con un universo atávico, sino placer" (Honores 2014:17).
Bajo este entendido, se observa una enorme coincidencia entre esta conceptualización heredada del Roger Callois, que años después va a utilizar Fred Botting para determinar la noción de lo gótico la cual define como “escritura del exceso” sustentada desde una ambientación sombría y tenebrosa en la cual converge desde la irracionalidad y las fuerzas sobrenaturales hasta la transgresión, la burla, el cuestionamiento y la sátira de los valores morales, éticos y culturales de una época.
En el siglo XX, en formas diversas y ambiguas, las figuras del terror y el horror han contribuido con la representación de un ensombrecido progreso de la modernidad con contra-narrativas que ponen de manifiesto la cara oculta del racionalismo y de los valores humanistas. Estas formas de escritura que nos presenta el texto, condensan las múltiples amenazas de estos valores, amenazas asociadas con las fuerzas naturales y sobrenaturales, los excesos imaginativos y las desilusiones, la depravación religiosa y humana, las transgresiones sociales, la corrupción de la desintegración moral y espiritual.
Es de esta manera que el texto nos invita a superar la trillada noción del terror, empobrecida por descuidos teóricos y por arquetipos que, hoy por hoy, requieren de una revaluación como la planteada por el texto. Es, su vez, La civilización del horror, un texto que busca comprender el horror como una concepción que evoluciona y que, por tanto, se puede entender desde lo religioso, lo social, lo político, lo artístico y lo ideológico.
Asimismo, el rasgo de cotidianidad que puede tener su proyección, permite revisar la misma categoría y decir junto al autor que: "el cuento de terror (o  cualquier otra modalidad discursiva artística no está escrita ni producida en el aire: por medio del arte se refractan tensiones y miedos reales de la sociedad" (Honores 2014: 21).
Tal es así que el texto nos insiste en asumir que la muerte introduce el carácter trágico del terror, en el cual se asume, según Philippe Ariés citado por Honores en cuatro sentidos diferentes: el sujeto que la espera como destino final como la muerte domesticada, aquella que evoca el sentido de descomposición desde la muerte propia, la romantización de la muerte que se proyecta en la visualización del otro, y finalmente la muerte prohibida asumida como tabú.
Así el sentido que resume la propuesta del texto y que es coherente con el congreso que hoy nos reúne se detiene en el análisis de la figura del monstruo con que frecuencia es una proyección de la satanización, el desprestigio y la ficcionalización del enemigo político y religioso lo cual surtió como efecto inmediato la creación de personajes monstruo que posteriormente sentarían las bases de las figuras extrañas que poblarían las historias de terror hasta la contemporaneidad.
Es así como los monjes locos y desenfrenados, los fantasmas de abadías desiertas, los vampiros de cementerios desolados y toda suerte de bestias nocturnas presentan con frecuencia en estos textos. Esta problematización, así como sus repercusiones, son base para tratar de definir el monstruo ya no solo como un personaje de aspecto ruin y comportamiento desfavorable, sino como un argumento válido para determinar las nuevas monstruosidades, esas que parten de una psicología problemática.
Para el caso de Latinoamérica se debe tener en cuenta que el aspecto político y las críticas que, a través de la representación del monstruo se establecen, no son única herencia de la escritura de terror. Desde hacía ya mucho tiempo –con las crónicas de viajes, diarios de exploradores y demás documentos de carácter histórico, epistolar e incluso anecdótico–, la monstruosidad había sido ampliamente desarrollada en formas nada sutiles, como bien lo aclara Honores para el caso peruano, pero que es parte de la dinámica generalizada que se originó en el continente.
El lugar común de las visiones sobre América fue la satanización que se hizo de los pueblos indígenas, calificados e imaginados como salvajes e ignorantes por desconocer la normativa de la civilización europea. Esta situación obedeció a que alimentada por la presencia de seres confusos, grotescos e irracionales, la literatura  de terror ha originado un sinnúmero de historias temibles y nutridas, en buena medida, de aspectos populares, folclóricos y propios de las regiones geográficas en las cuales se ubican.
Desde demonios, vampiros, hombres lobo, científicos locos, brujas y monjes satanizados, hasta seres humanos transmutados, asesinos en serie, sicópatas depravados y otras figuras denominadas por Michel Foucault como monstruos hombre, los sujetos terroríficos manifiestan las diversas transgresiones a la normativa social establecida.
Las razones que motivan la aparición de estos seres, no en vano distinguidos por su alteridad, implican tanto la necesidad de acudir a personajes “tipo” como los estudiados en el texto, como al menester de abordar alegóricamente las contrariedades de los seres humanos como las propone el estudio sobre los monstruos locales del mundo andino como los pistacos, las cabezas voladoras, los condenados, las almas en pena, entre otros.
Asimismo, muchos de los monstruos citados por Honores recuerdan que parte del bestiario medieval se tradujo, en el continente, en la visualización demoníaca de la fauna americana: "La visión del mundo de los primeros conquistadores que trasponía la idea de los monstruos medievales a La fauna americana, no es en estricto "realista", Tal como lo entendemos el día de hoy. De otro lado, las imágenes religiosas -del infierno, sobre todo- Se mueven también, en gran parte, en la creencia, en la doxa, no en una verdad comprobable científicamente. Ello dista también de una supuesta actitud realista" (Honores 2014: 47).
Se entiende entonces que cada monstruo lleva implícito, más que el deseo de generar terror (fin último de su presencia), la exigencia de representar la otredad y, por extensión, la existencia de un individuo de la marginalidad y la diferencia, sea física o conductiva. No obstante, reducir la monstruosidad al aspecto corporal o al comportamiento criminal de un sujeto determinado resulta insatisfactorio, debido a que no toda monstruosidad se define bajo estos términos. Incluso algo que en principio no es monstruoso puede llegar a serlo a partir de la mirada de los demás.
Desde luego, para definir al monstruo hay que tener en cuenta el binomio yo/otro, en tanto categorías opuestas, complementarias, relativas y ambiguas. El monstruo moderno es el resultado de la disidencia social y de la rebelión. En él se manifiestan todas las formas antihumanas posibles, pues su esencia radica en la diferencia. Equidistante de ello, el monstruo protagónico en La civilización del horror es justamente el mundo andino. Desde el periodo colonial el terror deviene del sentido religioso; la dualidad del bien y el mal se evidencia en la satanización de los dioses indígenas quienes ante la mirada siempre ajena, distante y divisora del colonizador fueron condenados y terrorizados.
Asimismo, el autor destaca que esa misma demonización la comparten otros personajes como la mujer, el negro quienes no han podido…
 
*Manuscrito encontrado de Karen Calvo e interpretado con la voz cavernosa y de ultratumba de Tanya Tynjälä. Lima, Jueves 23 de octubre de 2014, I Congreso Internacional de Narrativa Fantástica, CELACP.

La civilización del horror. El relato de terror en el Perú. Por Roxana Guadalupe Herrera Alvarez


 
La civilización del horror. El relato de terror en el Perú*

Dra. Roxana Guadalupe Herrera Alvarez

Universidad Estadual Paulista – Brasil

 

Es importante que se diga que la lectura ha sido llevada a cabo por alguien que suma a su condición de investigadora de teorías y obras de la literatura fantástica, la de extranjera. Y esta última hace sobresalir un aspecto importante del libro: el de abrir las páginas de la literatura peruana del fantástico y del terror de la mano de quien se revela un profundo y crítico observador.

Comenzaré destacando la acertada organización de la obra. El primer capítulo constituye una bien documentada visión crítica en la cual se destaca, según mi perspectiva, la intención de distinguir el relato de terror de la literatura fantástica, aunque no se muestre una tarea fácil, dado que, según el bien expuesto recorrido por una serie de obras y autores según una perspectiva temporal, ambas formas parecen estar, en algunas obras, bastante conectadas. Asimismo destaco del primer capítulo la caracterización, apoyada en escritores y críticos, del miedo, el horror (como algo físico, sensorial, visceral) y el terror (la concreta realización de los peores miedos). También resulta muy esclarecedora la diferencia entre el miedo y la angustia, que es más difusa y sin nexo explícito con algo que la provoque en particular. Esa distinción, de la manera como Elton Honores la presenta, funciona como un camino de reflexión que se le ofrece a los investigadores de la literatura fantástica, como es mi caso. Se trata de una bien fundamentada distinción, muy necesaria para comprender los mecanismos que ponen en marcha los relatos de terror y los fantásticos.

Resalto una característica propuesta por Elton a partir de su visión crítica, la cual le da fundamento al relato de terror: evocar en el lector, por medio de la composición literaria, el miedo instintivo a la muerte, principalmente cuando la muerte se conecta a la violencia, al dolor y al horror. Confieso que mientras leía pasé revista a mis miedos más atroces y entonces comprendí los alcances de un relato de terror. Por medio de esas sensaciones me parece haber encontrado, gracias a la lectura de las reflexiones de Elton, un punto importante con respecto al relato fantástico: su propósito es llevarnos a cuestionar los límites de lo que consideramos lo real. Y ese cuestionamiento puede provocar en el lector una profunda inquietud e insatisfacción. Quizá se trate de una sensación localizada en la esfera intelectual. Ya el terror, como bien observa Elton, nos exige que participemos con nuestra sensorialidad. Con respecto a la evocación de esos miedos, queda claro que el goce estético tiene que ver, por lo menos en parte, con la seguridad y amparo que proporciona el ambiente de lectura (o de exhibición de una película de terror, si fuera el caso). También se destaca el carácter de literatura de masa o comercial que se le da a mucha de la producción de relatos de terror. Sin embargo, entiendo que uno de los objetivos del libro de Elton es valorar la literatura de terror y encontrarle su sitio en el marco de los estudios literarios.

Otro aspecto que destaco en la organización del libro son los capítulos dedicados a mostrar al lector las facetas de la rica y compleja literatura de terror peruana. La descripción de los tres horizontes marcados por influencias (Poe, Lovecraft, la globalización, destacando a autores como Stephen King) nos da la medida de un pensamiento conectado con una visión amplia del fenómeno literario que estudia, buscando insertarlo críticamente en la historia de la literatura. También destaco la importancia que se le da a la rica tradición oral peruana como material singular que se utiliza en la construcción de relatos de terror.

Como extranjera que soy, afirmo que el libro me ha abierto nuevas perspectivas de lectura y me ha movido a acercarme a los autores y obras enfocados. Destaco la importancia de este libro profundo, crítico, reflexivo, agudo, producto de un joven investigador de mente brillante e inquisitiva.

 

*Texto de presentación. Lima, Jueves 23 de octubre de 2014, I Congreso Internacional de Narrativa Fantástica, CELACP.