domingo, 30 de julio de 2017

Liliana Colanzi. Nuestro mundo muerto. Lima: Santuario, 2017. 117 p.




Liliana Colanzi. Nuestro mundo muerto. Lima: Santuario, 2017. 117 p.

            Este es el segundo libro de cuentos de Liliana Colanzi (Bolivia, 1981). Transita entre lo fantástico la ciencia ficción, lo extraño, con ciertas resonancias indígenas. Los temas reiterativos son la destrucción del planeta, la muerte, pero sobre todo la descolocación o desestructuración del mundo afectivo de los personajes. “El ojo”, cuento que abre el libro tiene dimensiones apocalípticas. Toma como modelo historias previas de figuras femeninas dominantes (tipo Carrie de Stephen King) que buscan proteger del pecado a sus hijas. Pero el “ojo” de la madre está en todas partes, es una conciencia del pecado, es el ojo vigilante que censura las acciones de la hija, quien se tortura a sí misma. La experiencia de la felación a la que es sometida en un oscuro cinematógrafo abre paso a la destrucción del planeta. Por un lado tenemos la noción de lo prohibido y del pecado, por otro, está la negación de la procreación. 

Esto mismo ocurre en el cuento que da origen al libro, “Nuestro mundo muerto”, en clave de ciencia ficción, en el que se niega la maternidad. Desde el punto de vista alegórico, el vacío espacial se traduce como vacío existencial, toma como modelos la obra de P. K. Dick o Bradbury (línea que sigue el maestro José B. Adolph en sus cuentos de CF). Al recuerdo del aborto terrestre del personaje femenino se suma la imposibilidad de unión con uno de sus colegas espaciales. Es la imagen de lo estéril, que también está implícita en la relación homoerótica femenina de “Canibal”: no hay espacio para la familia o la procreación.

            El libro se alimenta de imaginario popular, como en “Alfredito”, una historia de terror en el que la narración se vale del uso de la voz infantil no solo para crear empatía en el lector, sino también verosimilitud de lo acontecido, en el que un niño regresará al mundo de los vivos como fantasma. En conjunto, es un libro interesante que propone diversas entradas a la realidad, a partir de lo sobrenatural.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

viernes, 28 de julio de 2017

Victoria Vargas. Coleccionista de almas. Arequipa: Cascahuesos, 2016. 117 p.




Victoria Vargas. Coleccionista de almas. Arequipa: Cascahuesos, 2016. 117 p. 

            Este es el primer libro de Victoria Vargas (Arequipa, 1996) cuyo contenido transita por lo fantástico. En los trece cuentos se entrecruzan personajes y motivos: la figura del “coleccionista de almas”, la pintura maldita, la muerte, la duplicación. Sin duda, el referente inmediato para la construcción del libro es El retrato de Dorian Gray de Wilde, a los que se suman los textos de Poe (“El retrato oval”) y Lovecraft (“El modelo de Pickman”). Dentro de la tradición local podemos sumar los cuentos de Clemente Palma y “Doblaje” de Ribeyro.

            “Colección incompleta”, texto con el que se cierra el libro y sobre todo “Vista incompleta” son los mejores cuentos del libro. La autora demuestra gran capacidad imaginativa. Quizás la figura del coleccionista de almas no sea otra cosa que una especie de maldito “don juan” que roba vida a las mujeres, es decir, un reverso del amor, que a la vez remite a varias figuras monstruosas del panteón de seres imposibles y que la autora ha dado vida a través de una visión, por momentos, romantizada.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

jueves, 27 de julio de 2017

VV.AA. Tenebra. Muestra de cuentos peruanos de terror. Carlos Saldívar (Selección y prólogo). Lima: Torre de papel, 2017. 174 p.





VV.AA. Tenebra. Muestra de cuentos peruanos de terror. Carlos Saldívar (Selección y prólogo). Lima: Torre de papel, 2017. 174 p.

            Esta muestra, cuyo título alude al clásico film Tenebre (1982) de Darío Argento, ha sido realizada por Carlos Saldívar. Se puede traducir como “tinieblas”. Es un conjunto de 16 textos, incluido uno del propio antologador. Como fenómeno resulta interesante: nuevos autores transitan por la literatura de terror, como producto es resultado es disparejo. La orientación de los textos como de “terror” no se cumple a cabalidad. En su mayoría son cuentos que bordean el horror y más aún lo grotesco (lo repulsivo, el asco), es decir, bien pudo titularse cuentos de horror. La diferencia entre el terror y el horror, a veces no es clara, pero sostenemos que el terror es psicológico, sugerido, se crea una atmósfera, hay una amenaza latente; el horror en cambio es el encuentro con lo real, con la cosa monstruosa; mientras que lo grotesco, es una exacerbación de la materialidad del cuerpo y de lo físico (fluidos, órganos internos) [cfr. La civilización del horror (2014) y La ciencia ficción en el Perú (2017)]. En el libro domina más lo último antes que la elegancia del terror.

            Los modelos dominantes son Poe, King y Lovecraft. En el caso de Poe, a partir de la narración en presente de una primera persona, sobre hechos insólitos, inverosímiles del pasado, sobre los cuales hay que desconfiar de la propia cordura del narrador; de King toman el elemento grotesco; de Lovecraft, la presencia de dioses primordiales y antiguos cultos secretos. A ello se suma, por momentos la influencia de la cultura de masas (tv, cine), como es frecuente en los narradores jóvenes. Se añade el estigma sobre la figura femenina. La portada es sintomática: una mujer loca (ubicada en un sanatorio abandonado) con un cuchillo sobre una de sus manos y la mirada “oculta”. Las ventanas de fondo en vertical que da sensación de inestabilidad.

            Los textos que destacan son: “La de la idiota sonrisa” de Carlos Carrillo, de estilo lovecraftniano que muestra el poder femenino y la paradoja ética; “La chica de la encrucijada” de Marcia Morales, un cuento de fantasmas con una vuelta de tuerca original; y “Reencuentro” de Julio Cevasco, texto que se apoya en lo gótico y lo blasfemo y remite al sexo como una de las series temáticas frecuentes en el terror. De modo adicional, se destaca un cuento de temática zombi “Solo quiero un pedazo de carne” de Lenin Solano, por la individualidad final del personaje que se transforma en zombi y devora a su propia hija, hecho que disuelve la ética humana.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos