Javi Velásquez. La niña del azúcar. Lima: 2013, 190
pp.
Javier Velásquez (Iquitos, 1981)
forma parte de ese nuevo grupo de creadores provenientes de la región amazónica
(Paco Bardales, John Ancka) que intentan salirse de ciertos estereotipos
localistas y apuestan por una literatura más global, con referentes a la
cultura pop, pero, sin dejar la herencia nativa. Velásquez, también guionista
del film de terror Cementerio General
(2013), conoce las estrategias para crear una narración ágil y con escenas de
suspenso. Su formación es más visual. En ese sentido la opera prima de Velásquez es un producto interesante que recoge el
imaginario popular, las leyendas “urbanas” sobre una niña fantasmal bajo
códigos de la novela policial. Si al principio, las extrañas apariciones de la “niña
fantasmal” tienen una dimensión sobrenatural, esta se diluye hacia el final de
la novela, cuando todo encuentra una explicación racional. Y es aquí cuando el
lector podría sentirse decepcionado en sus expectativas de lectura, pues bajo
la apariencia de lo sobrenatural, la novela pierde peso fantástico, para
acercarse más al realismo.
La novela está bien escrita y
resulta verosímil dentro de la propuesta del policial realista. Incluso adelanta
el sentido y final. En una segunda trama de la novela hay una joven
desaparecida, cuando aparece al cadáver, el padre expresa todo su dolor, pero
al final, él mismo se da cuenta que se trata de otra joven y pide al policía
que siga buscándola. Aquí el lector sabe que ella aparecerá más adelante con
vida, lo que importa será saber quién lo hizo y cómo. Esta idea de que el bien
triunfa sobre el mal es estereotípica y propia de las narrativas populares más
conservadoras. Hubiese sido más sugerente si ella aparecía muerta al inicio de
la novela, lo que daría origen a una historia de descubrimiento y de venganza,
pero esta sería ya otra historia, con otro final; lo mismo pasaría con hacer
efectiva trama sobrenatural.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos