sábado, 23 de julio de 2016

Emilio del Carril. En el reino de la garúa. Puerto Rico: Editorial Pasadizo, 2014. [s.p.]




Emilio del Carril. En el reino de la garúa. Puerto Rico: Editorial Pasadizo, 2014. [s.p.]

            Con una estructura y propuesta original, Emilio del Carril (Puerto Rico, 1959) ha escrito uno de los libros más importantes del microrrelato latinoamericano contemporáneo: En el reino de la garúa. El autor utiliza el recurso del clásico relato oriental de Las mil y una noches, para contar la historia del fabuloso reino de la Garúa, un reino acéfalo (en su defecto, gobernado temporalmente por el niño príncipe) que otorgará el gobierno a quien sea capaz de contar de modo ininterrumpido 1001 relatos. Así que el lector asiste a los últimos 101 relatos del “cuenteador”. Se trata de microrrelatos que recogen tanto la tradición latinoamericana (Borges, García Márquez y su “realismo mágico”, Cortázar) como la occidental (Lewis Carroll, Tolkien) e incluso, la oriental.

            Zoé Jiménez Corretjer, ha dicho del libro que es un “texto de lo maravilloso donde se funden la realidad con el sueño sin llegar al espanto. Lo psicológico obra sin el fenómeno del uncanny freudiano, dando paso al absurdo como objeto estético de reconstrucción formal. En este plano, la irrealidad se asienta en los parámetros de lo ilógico y se acepta. Se funden lo irracional con la realidad para emparejar situaciones, personajes, espacios que parodian la existencia misma” (Jiménez Corretjer 2013). José Borges sostiene que los ejes del libro “abarcan la cultura popular, las tradiciones, los mitos judeocristianos, los cuentos de hadas y el canon literario” (Borges 2013). Luis Felipe Díaz añade sobre el libro que “El juego con lo espejístico, la capacidad de verse a sí mismo en la "otredad" oculta del lenguaje, resulta imprescindible en la lectura de estos relatos” (Díaz 2013).

            El universo mágico-maravilloso será dominante en la mayoría de textos, en el que se narran el “origen” de nuevos mitos, con referencias al panteísmo; así mismo las referencias al mundo bíblico-religioso, y la cultura pop (popular-nativo y global como los comics); la presencia de seres fantásticos (monstruos) y reflexiones sobre la condición del artista. Pero también hay algunos otros en clave política. Por ejemplo, “Manual de sombras” (915) alude a los campos de exterminio de judíos en Auschwitz; o “Lo que pensó un hombre que se tiró desde el piso cien de un rascacielos cuando pasó a toda velocidad por el piso cincuenta” (959), que afirma: “Hasta aquí, todo va bien”, que podría sugerir el arrojo voluntario de las víctimas del 11-S.

La principal estrategia para crear el efecto fantástico (humorístico, en otros)  es la “vuelta de tuerca” (el “golpe”) al final de cada texto. Por ejemplo, en “Un castillo especial” (954) se cuenta: “Érase una vez un hada que tenía un castillo construido con los primeros dientes de los niños. Como tuvo problemas con algunas paredes que se debilitaron con caries, emitió un decreto para prohibir los dulces a los niños de la comarca” (énfasis míos). Lo lógico sería prohibir la construcción del castillo con ese material, sin embargo la decisión es distinta, ilógica desde nuestro punto de vista, pero no para los habitantes-lectores del reino de la garúa.

Sin duda, En el reino de la garúa es un estupendo libro de microrrelatos que demuestra que la ficción hiperbreve puede ser expresión de un proyecto literario mayor y ambicioso (como los casos de Shua, Jiménez Emán, Avilés Fabila o Iwasaki), y no un mero juego efímero e imitativo.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos