La
civilización del horror. El relato de terror en el Perú*
Mg. Karen
Calvo Díaz
Universidad
Nacional de Costa Rica
El texto que nos congrega establece un precedente
que desde hoy ha de citarse como un documento de ineludible consulta sobre los
estudios fantásticos en Latinoamericana. La urgencia de nuevos estudios en
nuestra literatura hace imprescindible la lectura, la teorización y el estudio
riguroso de las más recientes producciones, tanto literarias como culturales.
Este texto que con mérito propio figura en
el medio peruano, posee alcances que pueden hacerse extensibles al resto de los
estudios en el continente, los cuales, en los últimos años, han venido
desarrollando un agravado interés por temas ligados a lo fantástico, lo monstruoso, lo ciencia ficcional y lo
gótico.
La lectura del este estudio resultó para mí
una agradable sorpresa, pues curiosamente mientras este texto se escribía y
editaba en Perú, realizaba yo un trabajo similar, pero cuyo objeto de análisis
radicaba en el estado de la literatura costarricense y que se hallaba, como la
literatura peruana, sin estudios amplios y con pocas referencias que se aliaban
a lecturas más tradicionales.
Para nadie es un secreto que las primeras
historiografías de las literaturas nacionales se basaban en el estudio de
realismo, el regionalismo, el costumbrismo y todas aquellas literaturas que favorecían
la visión y la construcción de un estado nación. Una herencia que deviene desde
el siglo XIX, cuando el romanticismo latinoamericano favoreció, en parte, el
desarrollo de la práctica literaria aliada con las políticas del momento.
Sin embargo, existe una serie de
diferencias entre el caso peruano y el costarricense, pues del primero el autor
nos muestra evidencias de algunas manifestaciones que desde la colonia se tienen
sobre lo fantástico, o al menos de lo imaginario, en estrecha relación con la
implantación de la religión católica, mientras que para el segundo la formación
literaria data de la segunda mitad del siglo XIX y se restringe en buena medida
a la crónica como documento histórico.
Esta diferencia cronológica, no obstante,
no hace menos interesante la comparación que podría presentarse entre La civilización del horror y la citada
tesis de la escritura gótica en Costa Rica, sobre todo porque se comparte un mismo
interés temático, una segmentación tópica similar, y el estudio del género
narrativo como máxima representación del horror en el gusto de ese tipo de
escritura.
Ahora bien, el texto de Honores presenta
algunas particularices que lo hacen excepcional y que demuestran, a su vez, un
criterio académico, profundo y riguroso de un género que durante mucho tiempo
ha sido considerado como light y que quizás
por ello, no ostenta tantos estudios como otras tendencias literarias,
culturales y artísticas.
La seriedad de este abordaje es fácilmente
identificable en el aparato teórico que acompaña el análisis de una variedad de
textos escritos entre 1845, cuando se cree que comenzó a escribirse lo
fantástico en el Perú de la mano de Juana Manuela Gorriti, a la actualidad,
cuando se considera que es aún más escrita y leída esta modalidad.
Categorías como lo maravilloso y lo
fantástico, el terror fantástico, lo sobrenatural, el miedo, el terror y el
horror, se clarifican al inicio del texto con el fin de que asuma con pertinencia conceptual la propuesta de
lectura que se presenta
Es así como a lo largo de este primer y
necesario apartado, se insiste también en el papel protagónico que el tema de
la otredad provoca en estas formas, en las cuales el miedo colectivo se traduce
en representaciones imaginarias y temibles que devienen en la creación de
textos, cuya ficción se yergue paralela a referentes sociales inmediatos.
Asimismo, se reconoce en el texto, el interés
por construir un estado de la cuestión que apadrine la idea de que la
literatura peruana como la mexicana, la
brasileña, la argentina, entre otras, tiene amplia trayectoria que puede y debe
citarse como marco de referencia para las elaboraciones contemporáneas; esto es
que si bien en los últimos 10 o 15 años ha habido un creciente desarrollo
literario del terror, el horror y lo gótico, no es ello el resultado de una
mera imitación de los modelos tradicionales, como podría pensarse, sino que posee
también asidero en el contexto latinoamericano.
Junto a esta aclaración se tiene que un
planteamiento esencial que propone el texto en cuestión radica en asumir estas
nociones literarias como posturas transgresoras, divergentes, y muchas veces
como subversoras del modelo establecido, pues en repetidas ocasiones se cita que
el principio esencial del texto fantástico, gótico, o sobrenatural es
"ficción e implica un puro goce estético, no implica necesariamente una
reconexión con un universo atávico, sino placer" (Honores 2014:17).
Bajo este entendido, se observa una enorme
coincidencia entre esta conceptualización heredada del Roger Callois, que años después
va a utilizar Fred Botting para determinar la noción de lo gótico la cual
define como “escritura del exceso” sustentada desde una ambientación sombría y
tenebrosa en la cual converge desde la irracionalidad y las fuerzas
sobrenaturales hasta la transgresión, la burla, el cuestionamiento y la sátira
de los valores morales, éticos y culturales de una época.
En el siglo XX, en formas diversas y
ambiguas, las figuras del terror y el horror han contribuido con la representación
de un ensombrecido progreso de la modernidad con contra-narrativas que ponen de
manifiesto la cara oculta del racionalismo y de los valores humanistas. Estas
formas de escritura que nos presenta el texto, condensan las múltiples amenazas
de estos valores, amenazas asociadas con las fuerzas naturales y
sobrenaturales, los excesos imaginativos y las desilusiones, la depravación
religiosa y humana, las transgresiones sociales, la corrupción de la desintegración
moral y espiritual.
Es de esta manera que el texto nos invita
a superar la trillada noción del terror, empobrecida por descuidos teóricos y
por arquetipos que, hoy por hoy, requieren de una revaluación como la planteada
por el texto. Es, su vez, La civilización
del horror, un texto que busca comprender el horror como una concepción que
evoluciona y que, por tanto, se puede entender desde lo religioso, lo social,
lo político, lo artístico y lo ideológico.
Asimismo, el rasgo de cotidianidad que
puede tener su proyección, permite revisar la misma categoría y decir junto al
autor que: "el cuento de terror (o
cualquier otra modalidad discursiva artística no está escrita ni
producida en el aire: por medio del arte se refractan tensiones y miedos reales
de la sociedad" (Honores 2014: 21).
Tal es así que el texto nos insiste en
asumir que la muerte introduce el carácter trágico del terror, en el cual se
asume, según Philippe Ariés citado por Honores en cuatro sentidos diferentes:
el sujeto que la espera como destino final como la muerte domesticada, aquella
que evoca el sentido de descomposición desde la muerte propia, la romantización
de la muerte que se proyecta en la visualización del otro, y finalmente la
muerte prohibida asumida como tabú.
Así el sentido que resume la propuesta del
texto y que es coherente con el congreso que hoy nos reúne se detiene en el
análisis de la figura del monstruo con que frecuencia es una proyección de la satanización,
el desprestigio y la ficcionalización del enemigo político y religioso lo cual
surtió como efecto inmediato la creación de personajes monstruo que
posteriormente sentarían las bases de las figuras extrañas que poblarían las
historias de terror hasta la contemporaneidad.
Es así como los monjes locos y
desenfrenados, los fantasmas de abadías desiertas, los vampiros de cementerios
desolados y toda suerte de bestias nocturnas presentan con frecuencia en estos
textos. Esta problematización, así como sus repercusiones, son base para tratar
de definir el monstruo ya no solo como un personaje de aspecto ruin y
comportamiento desfavorable, sino como un argumento válido para determinar las
nuevas monstruosidades, esas que parten de una psicología problemática.
Para el caso de Latinoamérica se debe
tener en cuenta que el aspecto político y las críticas que, a través de la
representación del monstruo se establecen, no son única herencia de la
escritura de terror. Desde hacía ya mucho tiempo –con las crónicas de viajes,
diarios de exploradores y demás documentos de carácter histórico, epistolar e
incluso anecdótico–, la monstruosidad había sido ampliamente desarrollada en
formas nada sutiles, como bien lo aclara Honores para el caso peruano, pero que
es parte de la dinámica generalizada que se originó en el continente.
El lugar común de las visiones sobre
América fue la satanización que se hizo de los pueblos indígenas, calificados e
imaginados como salvajes e ignorantes por desconocer la normativa de la
civilización europea. Esta situación obedeció a que alimentada por la presencia
de seres confusos, grotescos e irracionales, la literatura de terror ha originado un sinnúmero de
historias temibles y nutridas, en buena medida, de aspectos populares,
folclóricos y propios de las regiones geográficas en las cuales se ubican.
Desde demonios, vampiros, hombres lobo,
científicos locos, brujas y monjes satanizados, hasta seres humanos
transmutados, asesinos en serie, sicópatas depravados y otras figuras
denominadas por Michel Foucault como monstruos hombre, los sujetos terroríficos
manifiestan las diversas transgresiones a la normativa social establecida.
Las razones que motivan la aparición de
estos seres, no en vano distinguidos por su alteridad, implican tanto la
necesidad de acudir a personajes “tipo” como los estudiados en el texto, como
al menester de abordar alegóricamente las contrariedades de los seres humanos
como las propone el estudio sobre los monstruos locales del mundo andino como
los pistacos, las cabezas voladoras, los condenados, las almas en pena, entre
otros.
Asimismo, muchos de los monstruos citados
por Honores recuerdan que parte del bestiario medieval se tradujo, en el
continente, en la visualización demoníaca de la fauna americana: "La
visión del mundo de los primeros conquistadores que trasponía la idea de los
monstruos medievales a La fauna americana, no es en estricto
"realista", Tal como lo entendemos el día de hoy. De otro lado, las
imágenes religiosas -del infierno, sobre todo- Se mueven también, en gran
parte, en la creencia, en la doxa, no en una verdad comprobable científicamente.
Ello dista también de una supuesta actitud realista" (Honores 2014: 47).
Se entiende entonces que cada monstruo
lleva implícito, más que el deseo de generar terror (fin último de su
presencia), la exigencia de representar la otredad y, por extensión, la
existencia de un individuo de la marginalidad y la diferencia, sea física o
conductiva. No obstante, reducir la monstruosidad al aspecto corporal o al
comportamiento criminal de un sujeto determinado resulta insatisfactorio,
debido a que no toda monstruosidad se define bajo estos términos. Incluso algo
que en principio no es monstruoso puede llegar a serlo a partir de la mirada de
los demás.
Desde luego, para definir al monstruo hay
que tener en cuenta el binomio yo/otro, en tanto categorías opuestas,
complementarias, relativas y ambiguas. El monstruo moderno es el resultado de
la disidencia social y de la rebelión. En él se manifiestan todas las formas
antihumanas posibles, pues su esencia radica en la diferencia. Equidistante de
ello, el monstruo protagónico en La
civilización del horror es justamente el mundo andino. Desde el periodo
colonial el terror deviene del sentido religioso; la dualidad del bien y el mal
se evidencia en la satanización de los dioses indígenas quienes ante la mirada
siempre ajena, distante y divisora del colonizador fueron condenados y terrorizados.
Asimismo, el autor destaca que esa misma
demonización la comparten otros personajes como la mujer, el negro quienes no
han podido…
*Manuscrito encontrado de Karen Calvo e interpretado con la voz
cavernosa y de ultratumba de Tanya Tynjälä. Lima,
Jueves 23 de octubre de 2014, I Congreso Internacional de Narrativa Fantástica,
CELACP.