viernes, 5 de diciembre de 2025

Daniel Collazos Bermúdez. Necrópolis. Lima: Altazor, 2015. 136 p.

 


Daniel Collazos Bermúdez. Necrópolis. Lima: Altazor, 2015. 136 p.

Hace diez años, Daniel Collazos Bermúdez (1980) publicaba su opera prima. No he podido ubicar alguna reseña sobre el libro en el año de su lanzamiento (más allá de algún resumen informativo sobre el contenido, o de la propia presentación, que es muchas veces un ritual de celebración, y no tanto un espacio para ejercer la crítica en sí). Incluso el libro ha tenido una segunda reedición interactiva en 2021, que tampoco tuvo ningún tipo de comentario.

Esto nos lleva a pensar no solo en una ausencia de crítica literaria en conjunto que se haga cargo de las producciones independientes (no solo y exclusivamente de las publicadas por las transnacionales), y de otro, de un desborde de otras expresiones y propuestas que se alejan de un realismo social sin imaginación, “anémico”, que apelan más a la biografía simulada, a sus propios traumas de infancia que son expuestos como modélicos para una nueva generación de lectores nacidos en otros horizontes, en donde esos “traumas” (racismo, discriminación, migración, homofobia, machismo) son cuasi inexistentes, o han disminuido sustancialmente por la cultura woke, o lo políticamente correcto.

Hay muchas explicaciones posibles para tal situación de desidia sobre la nueva literatura peruana, más aún en un momento en el que todos quieren publicar, y casi nadie leer. Es claro que en el campo literario existe un claro desfase de libros que circulan por primera vez como “novedades”, incluso diez años después de su lanzamiento como este caso, que es uno de muchos. Pensemos en autores regionales cuyos libros difícilmente circulan en Lima, o en los que ejercen lo fantástico y géneros afines, porque siempre termina por imponerse -entre los escritores y editores- el gusto por el realismo, y la novela, cuanto más voluminosa, mejor.  Así que no nos sorprendamos mucho si los libros que se publicaron en 2025 empiecen a ser leídos recién en 2035.

Necrópolis es un libro excelente por varias razones. El maestro José Güich decía que toda opera prima era más un libro de homenajes, de deudas literarias (lo estoy parafraseando), pero también podemos decir que muchas veces en un primer libro el autor sintetiza mucho de su imaginación porque quiere “darlo todo”, porque, dependiendo de diversas otras circunstancias (o incluso, de la fortuna crítica), ese libro podría ser el último. Y todos los que escriben saben, en un punto de sus vidas, que lo escrito es lo único que podrá sobrevivir. Lo escrito es, potencialmente, una forma de perpetuarse en el tiempo y de ser inmortal.  

Si bien Necrópolis parte de la narrativa criminal ficticia y real, literaria o audiovisual, Collazos tiene la visión para ofrecer a través de estos cuentos, una violencia urbana que se siente real y que se “saborea”. Una digresión: la violencia urbana ha crecido tanto por nuestra incapacidad para protestar o rechazar al mal, por ser permisivo, o políticamente correcto, tal como ocurre en la película danesa Gæsterne (Speak no evil, 2022), que si bien trata parcialmente del “choque” cultural o la diferencia, alude finalmente al mal que no se le ataca. Por ello, cuando la víctima danesa del psicópata victimario le pregunta “¿Por qué hacen esto?”, conscientes que van a ser asesinados, el psicópata responde: “Porque me lo permitiste”. Entonces la negación, el rechazo al otro (maligno) es también necesario para la propia sobrevivencia física y cultural.

Volviendo al libro, la violencia urbana que presenta a Collazos se parece tanto a la que lamentablemente vivimos hoy que parece que la ficción se volvió realidad. Pero el autor lo trata desde cierta ironía en donde lo cotidiano se enrarece y genera miedo, tal como ocurre en “¿Quién mató al americano?”, un juego de palabras que esconde una verdad más anodina que policial, pero que genera crisis en la pareja que ha viajado a un exótico país en luna de miel. La paranoia estará presente en varios de sus personajes.

También hay espacio para lo metaliterario, a través del aspirante a escritor que contrata a un “negro” literario para obtener la fama y el lugar que desea: ser un autor exitoso en ventas y popularidad, como ocurre en “Plagio”. Esta fórmula está medianamente anclada en el imaginario del aspirante a escritor. La literatura deja de ser un acto comunicativo, humano y estético, y se convierte más en un espectáculo, en el que hay que seguir sonriendo, más aún si los reflectores se encienden.

Desfilan por Necrópolis diversos asesinos, algunos con doble personalidad (“Pie izquierdo”); pero están también esos pequeños crímenes, ligados a la infidelidad, como en “Iris”, con ese asesino en serie que fracasa en su plan para atraer a una mujer extraña y robarle los ojos. Si en “Los ojos de Lina” de Clemente Palma, los ojos de la mujer eran ofrecidos como una prueba (imaginaria) de amor, acá tenemos la obsesión del amante por los ojos femeninos que arrebata y colecciona (¿la mujer ya no es capaz de amar?).

La ironía vuelve en “Apagón”, en donde nos trasladamos a la violencia terrorista de fines de los 80, en el que el delirio, la imaginación y la mentira pueden ser también una forma de evadirse de la realidad y de las responsabilidades que conlleva.

Collazos articula en sus trece textos un giro final y sorpresivo, en el que lo accidental y el azar tan presente como en la vida misma, y los crímenes terminan por ser aplastados por la propia realidad.

Necrópolis es un libro que merece una mejor fortuna crítica, ser descubierto, leído. Destaca por su estética noir, su espíritu posmoderno y a la vez, la ambientación decadente de la ciudad, y la ironía que recorren sus historias.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos