Daniel Collazos Bermúdez. Necrópolis. Lima: Altazor,
2015. 136 p.
Hace diez años, Daniel Collazos
Bermúdez (1980) publicaba su opera prima. No he podido ubicar alguna
reseña sobre el libro en el año de su lanzamiento (más allá de algún resumen informativo
sobre el contenido, o de la propia presentación, que es muchas veces un ritual
de celebración, y no tanto un espacio para ejercer la crítica en sí). Incluso el
libro ha tenido una segunda reedición interactiva en 2021, que tampoco tuvo ningún
tipo de comentario.
Esto nos lleva a pensar no solo en
una ausencia de crítica literaria en conjunto que se haga cargo de las
producciones independientes (no solo y exclusivamente de las publicadas por las
transnacionales), y de otro, de un desborde de otras expresiones y propuestas
que se alejan de un realismo social sin imaginación, “anémico”, que apelan más
a la biografía simulada, a sus propios traumas de infancia que son expuestos
como modélicos para una nueva generación de lectores nacidos en otros
horizontes, en donde esos “traumas” (racismo, discriminación, migración,
homofobia, machismo) son cuasi inexistentes, o han disminuido sustancialmente
por la cultura woke, o lo políticamente correcto.
Hay muchas explicaciones posibles
para tal situación de desidia sobre la nueva literatura peruana, más aún en un
momento en el que todos quieren publicar, y casi nadie leer. Es claro que en el
campo literario existe un claro desfase de libros que circulan por primera vez
como “novedades”, incluso diez años después de su lanzamiento como este caso,
que es uno de muchos. Pensemos en autores regionales cuyos libros difícilmente circulan
en Lima, o en los que ejercen lo fantástico y géneros afines, porque siempre
termina por imponerse -entre los escritores y editores- el gusto por el
realismo, y la novela, cuanto más voluminosa, mejor. Así que no nos sorprendamos mucho si los
libros que se publicaron en 2025 empiecen a ser leídos recién en 2035.
Necrópolis es un
libro excelente por varias razones. El maestro José Güich decía que toda opera
prima era más un libro de homenajes, de deudas literarias (lo estoy parafraseando),
pero también podemos decir que muchas veces en un primer libro el autor
sintetiza mucho de su imaginación porque quiere “darlo todo”, porque,
dependiendo de diversas otras circunstancias (o incluso, de la fortuna crítica),
ese libro podría ser el último. Y todos los que escriben saben, en un punto de
sus vidas, que lo escrito es lo único que podrá sobrevivir. Lo escrito es,
potencialmente, una forma de perpetuarse en el tiempo y de ser inmortal.
Si bien Necrópolis parte de
la narrativa criminal ficticia y real, literaria o audiovisual, Collazos tiene
la visión para ofrecer a través de estos cuentos, una violencia urbana que se
siente real y que se “saborea”. Una digresión: la violencia urbana ha crecido
tanto por nuestra incapacidad para protestar o rechazar al mal, por ser permisivo,
o políticamente correcto, tal como ocurre en la película danesa Gæsterne
(Speak no evil, 2022), que si bien trata parcialmente del “choque”
cultural o la diferencia, alude finalmente al mal que no se le ataca. Por ello,
cuando la víctima danesa del psicópata victimario le pregunta “¿Por qué hacen
esto?”, conscientes que van a ser asesinados, el psicópata responde: “Porque me
lo permitiste”. Entonces la negación, el rechazo al otro (maligno) es también
necesario para la propia sobrevivencia física y cultural.
Volviendo al libro, la violencia
urbana que presenta a Collazos se parece tanto a la que lamentablemente vivimos
hoy que parece que la ficción se volvió realidad. Pero el autor lo trata desde
cierta ironía en donde lo cotidiano se enrarece y genera miedo, tal como ocurre
en “¿Quién mató al americano?”, un juego de palabras que esconde una verdad más
anodina que policial, pero que genera crisis en la pareja que ha viajado a un
exótico país en luna de miel. La paranoia estará presente en varios de sus
personajes.
También hay espacio para lo
metaliterario, a través del aspirante a escritor que contrata a un “negro”
literario para obtener la fama y el lugar que desea: ser un autor exitoso en
ventas y popularidad, como ocurre en “Plagio”. Esta fórmula está medianamente
anclada en el imaginario del aspirante a escritor. La literatura deja de ser un
acto comunicativo, humano y estético, y se convierte más en un espectáculo, en
el que hay que seguir sonriendo, más aún si los reflectores se encienden.
Desfilan por Necrópolis
diversos asesinos, algunos con doble personalidad (“Pie izquierdo”); pero están
también esos pequeños crímenes, ligados a la infidelidad, como en “Iris”, con ese
asesino en serie que fracasa en su plan para atraer a una mujer extraña y
robarle los ojos. Si en “Los ojos de Lina” de Clemente Palma, los ojos de la
mujer eran ofrecidos como una prueba (imaginaria) de amor, acá tenemos la
obsesión del amante por los ojos femeninos que arrebata y colecciona (¿la mujer
ya no es capaz de amar?).
La ironía vuelve en “Apagón”, en
donde nos trasladamos a la violencia terrorista de fines de los 80, en el que
el delirio, la imaginación y la mentira pueden ser también una forma de
evadirse de la realidad y de las responsabilidades que conlleva.
Collazos articula en sus trece textos
un giro final y sorpresivo, en el que lo accidental y el azar tan presente como
en la vida misma, y los crímenes terminan por ser aplastados por la propia
realidad.
Necrópolis es un
libro que merece una mejor fortuna crítica, ser descubierto, leído. Destaca por
su estética noir, su espíritu posmoderno y a la vez, la ambientación decadente
de la ciudad, y la ironía que recorren sus historias.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San
Marcos
