Pablo Ignacio Chacón. Los perseguidores. Lima: Colmena, 2022. 159 p.
En el siglo XXI han surgido nuevos autores del cuento fantástico peruano o colindantes. Podemos citar a Alexis Iparraguirre (1974), Yeniva Fernández (1969), Yelinna Pulliti (1980), además de Salvador Luis (1978) o Christian Briceño (1986), estos dos últimos, los autores más singulares nacidos hacia los años 70 y siguientes. Son autores que están construyendo una obra sólida y personal. A este grupo se les une Pablo Ignacio Chacón (1975) con esta opera prima. Este libro, de estirpe cortazariano -no solo por el título- contiene mucho ludismo y desborde imaginativo, sin duda, está bien escrito, con referencias a lo local, tanto en espacios como en el buen uso del lenguaje culto y popular (entiéndase jergas).
“El pájaro Yeyén” nos habla de un extraño pájaro amazónico y de la metamorfosis que sufre el personaje central. “El vigilante” es medio borgiano al deslizar la noción del soñador soñado, o mejor dicho, el sueño del otro, cuyo escenario es un mundo entre surreal y extraño. “En “El beso de la luna” es un ejercicio de poética que nos habla no solo del paso del tiempo (o la posibilidad de tiempos que transcurren de modo contrario y opuesto), sino de la fantasía que puede considerarse como insana. Un sueño compartido anima la narración de “Los desterrados”. “De las ciencias primordiales” se concentra en la visión de un dios andino que reemplaza a otro. “Carroña” es otro texto de poética acerca de un pez que cuenta historias. Puede asociársele al bestiario. “Albedrío” es también un texto de poética en el que un misterioso diario-cuaderno puede cambiar la historia personal del personaje (aunque se trata también de un relato enmarcado acerca de las dudas del escritor sobre las ficciones fantásticas), en un claro ejercicio metaliterario.
Dos textos sirven de modelo para establecer el estilo del autor. En “La huaca inútil” se cuenta la lucha de una joven arqueóloga y una extraña edificación cuyo tiempo transcurre de modo inverso (es decir, las trazas y restos comienzan a regresar a su estado natural) al tiempo del personaje central. “Animales” plantea la existencia de unos monstruos cuasi invisibles (con forma de mochilas) que todos cargamos. Así, el paso del tiempo, las diversas metamorfosis y lo animal, o lo onírico, serán elementos que aparecen en estos y otros textos. En varios hay cierta atmósfera urbana de clase media, con la complicidad de personajes figurantes jóvenes (acaso los “cómplices” que se mencionan en el “Colofón” del libro).
Decir que los cuentos están muy bien escritos es decir poco. Hay una intención de salir de los modelos del fantástico clásico. Quizás las referencias a Borges y sobre todo a Cortázar sean más claras. Pero, sin duda, el autor local al que puede comparársele es la obra excepcional de Luis Freire Sarria (1945), quien a través de un fantástico delirante y humor irónico destroza las convenciones lógicas a través del lenguaje. Más alejado en referencias está también Carlos Calderón Fajardo (1946-2015), en cuanto a su estilo lírico-digresivo, en el que a través del punto de vista subjetivo se puede llegar a lo fantástico. Pero, más allá de algún guiño ribeyriano, las influencias de Chacón provienen más del Río de la Plata que de autores locales.
Con autores como Chacón podemos avisorar una búsqueda y consolidación del fantástico (ese macrogénero que aglutina muchas formas) peruano del siglo XXI, en un grupo al que he denominado -en otro trabajo- como “los hijos del terror”, nacidos entre 1969 y 1980, aproximadamente, (cfr. “Bicentenarios: entre celebraciones y crisis (1980-2021)”.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos