miércoles, 24 de diciembre de 2025

Daniel Salvo. Sangre para los dioses. Lima: Pandemónium, 2025. 174 p.

 



Daniel Salvo. Sangre para los dioses. Lima: Pandemónium, 2025. 174 p.

              Daniel Salvo (Ica, 1967), es, sin duda, uno de los narradores peruanos contemporáneos clave de la ciencia ficción y de lo fantástico del nuevo siglo. En el ya lejano 2002 editaba la página web “Ciencia ficción Perú” que supuso aglutinar a una serie de entusiastas y fanáticos lectores de estos géneros en el ciberespacio virtual, a través de sus reseñas de libros de autores peruanos y extranjeros, que como agudo lector ofrecía de modo potencial. También publicaba sus cuentos en páginas y revistas virtuales, a la contra de la edición impresa de libros al modo convencional. Si bien Salvo hasta donde recuerdo ha sido un defensor de las ediciones electrónicas, por el bajo costo en impresión, la masividad, rapidez, y el mayor alcance potencial de lectores, aún no se ha consolidado una “industria” en este formato en el país, quizás porque el lector (y escritor) local aún prefiere el formato impreso.

              En 2014 publicó su primer libro impreso titulado El primer peruano en el espacio, título de apariencia optimista acerca de la posibilidad de que el país alcanzara un grado de alto desarrollo que permita los viajes espaciales o las exploraciones fuera del orden terrestre. Pero el título, al igual que el cuento escondía una gran ironía: en ese futuro, los peruanos seguían siendo sujetos subalternos de miembros de sociedades mucho más avanzadas, incluso las alienígenas. Es decir, podíamos haber llegado al espacio, pero seguíamos siendo ciudadanos de tercer o cuarto orden dentro de la geopolítica global de ese hipotético futuro. Las cosas no habían cambiado demasiado. Los principales tropos eran el apocalipsis, los viajes en el tiempo, las paradojas, los monstruos lovecraftnianos y las civilizaciones perdidas, tropos de la CF mas clásica con la que creció y se alimentó Salvo durante sus años formativos en Ica, allá en los lejanos años 70 e inicios de los 80. Un tema transversal a los cuentos era el mestizaje, con la intención de reflexionar o de problematizar acerca de lo peruano. Recordemos que los años 80 y 90 fue un tiempo de mucho racismo normalizado (que haría escandalizar hoy a cualquiera), pero que era el modo en el que las personas se (auto)definían a sí mismos y a los otros. Con el nuevo siglo esas taras terminaron por diluirse, y aunque el racismo sigue vivo, ya no afecta tanto, salvo como “intención”, porque hay un orgullo cholo, un orgullo de ser peruano, cosa que sería casi imposible durante los 80 y 90 con tanta cultura alienada.

En 2022 Salvo nos regaló su segunda colección: El regalo de las estrellas, una verdadera dádiva del “faraón”. Se trata de un libro mucho más maduro. Además de la monstruosidad irrumpen otros tropos como el tema sexual, la temática superheroica y cierta nostalgia hacia el mundo adolescente. Hay ironía, pero también horror y humor. Y es que estos son algunos de sus rasgos característicos: el uso de la ironía y el humor como formas de subvertir su propio discurso, de no tomarse en serio algunas de sus afirmaciones, o buscar la broma en el lector. Estos recursos tienen pioneros en la literatura, pero serán, Clemente Palma y José B. Adolph, entre muchos otros, con los que Salvo conecta de manera directa. Asimismo, destaca las referencias a la literatura pulp de cual se alimentó en sus inicios, de una estética de bajo presupuesto, en el sentido de representar mundos futuristas con una tecnología y ciencia muy diferente a la del primer mundo, basada más en la carencia, en la pobreza de los países del tercer o cuarto mundo al que pertenecemos. Otra referencia es la obra de Stephen King, sobre todo por cierto estilo directo y la búsqueda de una literatura que pueda ser masiva. A ellos se suman las referencias a autores clave como Asimov, Bradbury. Finalmente destaca el substrato mítico que en Sangre para los dioses se revela como otro eje dominante.

Sangre para los dioses está dividido en dos partes y agrupa un conjunto de 13 cuentos. La primera sección se titula “El rojo sangriento del crepúsculo” en el que se destacan las historias alternas, sobre la base de la historia convencional del Perú. Y aquí encontramos la primera transgresión: partir de la historia local para contarnos más bien una ucronía, otra posibilidad, siempre con referencia al mundo del Perú antiguo. Por ejemplo, el cuento que da título al libro, apareció primero en el libro tributo a José Güich, y Salvo toma a uno de sus personajes más populares, el periodista de lo sobrenatural Pablo Teruel (inspirado en Pablo Truel del diario El observador), para ubicarlo en otras de sus investigaciones en las que se mezclan los sacrificios humanos a Pachacamac, que originan la irrupción del grupo terrorista Sendero Luminoso en los años 80. La idea no es solo sugerente, sino que propone que la violencia ha sido (lamentablemente) algo permanente en la historia del país. En “Los primos del norte”, monstruos lovecraftnianos nos hablan del sujeto migrante (en este caso de monstruo migrante), es decir, un problema social en clave mucho más imaginativa. “El retorno de la momia” parte de una premisa de Harry Belevan en “El nacimiento de los mitos”, en el que una nueva nación y su presidente se encargan de escribir su propia historia para ponerla como el centro de todas las demás, incluso las de occidente. En el texto de Salvo ocurre algo similar al texto de Belevan, dado que el Perú es finalmente la cuna de la civilización de otras. ¿Es una postura chauvinista de Salvo? ¿Una burla? ¿o más bien una ironía? Otro relato es “Sangre en la oscuridad”, una de esas pequeñas joyas que vale detenerse. Un empleado de oficina ingresa de casualidad a un cine de barrio que ofrece una función gratuita de cine que se tornará cada vez más siniestra. Se trata de la exhibición de una película para adultos (eufemismo que muchas veces sirve para esconder a la pornografía) en las que empiezan a surgir escenas cada vez más siniestras, en las que el acto sexual (tan veraz desde la óptica del narrador) termina por rejuvenecer a uno de los participantes. Es decir, mientras uno es devorado vivo (que parece tan real), el otro rejuvenece producto de este aquelarre vampírico filmado como escena porno. Pero, a pesar de su vidente siniestrismo, el personaje decide quedarse hasta el final (cosa que cualquier persona natural quizás nunca haría en su sano juicio). Lo cierto es que la víctima parece ser un vecino suyo, que se comprueba hacia los últimos párrafos, pero eso no es lo peor, sino lo que está por venir: al intentar salir voltea hacia voltea hacia la pantalla y ve a la pareja de “caníbales” fílmicos que se dirigen hacia él, pero de pronto de vuelven a apagar las luces, con lo que se cierra el relato en un final abierto. Es clara la intertextualidad en películas como La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen, en los que personajes de ficción cobran vida, pero acá se trata d algo más. Es el poder de la ficción. Es el encuentro casual de un sujeto cualquiera con el arte, que le subyuga le seduce, le saca de sí mismo al punto de seguir hipnotizado por esas misma imágenes que causarían en otros pavor. Es decir, el personaje es la persona ideal para el arte, alguien que se deja llevar, a costa incluso de su integridad física y de su propia vida. Ese final abierto (al igual que cuando se apagan las luces para dar inicio a la función) lleva al lector a un segundo juego, a un segundo “sueño” digámoslo así en el que solo se puede intuir cómo acabará.

La segunda parte incluye otros relatos que siguen esta impronta ucrónica, desde la maquina de volar de Santiago de Cárdenas, en las que se especula que haberse concreto de modo oficial hubiese servido para someter a los indios, las teorías de la conspiración de los soviéticos que intentan desmitificar la llegada a la luna por parte de los norteamericanos, las momias Paracas convertidas en agentes zombis, el escenario posapocalíptico en el que los “moleks” domestican a los últimos sobrevivientes humanos como maní, que alude tanto a los morloks de H. G. Wells como a El planeta de los simios.  Dos cuentos destacan también de esta sección: “La mano y el Supay” es un cuento escatológico y grotesco acerca de un misterioso escuadrón femenino que detectan al Supay (el diablo) a través de los restos de sus heces. El diablo es sin duda un agente negativo (acaso puede simbolizar el poder del patriarcado). En un primer nivel este cuento puede interpretarse como la representación de grupos feministas radicales que van “cancelando” a los “supays” en medios virtuales, con la ayuda de un hacker y un misterioso ella/el (alguien inestable en su identidad de género). En un segundo nivel más profundo, la búsqueda de restos de heces para reconocer no solo la moralidad de un personaje (o incluso su identidad) nos remite también a las operaciones encubiertas del GEIN para capturar al líder terrorista Abimael Guzmán, a través de la revisión de las bolsas de basura.

Otro título es “Invasores de Marte”, que juega no solo con la tradición de la CF, sino con la polisemia de la palabra “invasor”, que en Perú alude a los sin techo que se ven obligados por la necesidad de vivienda a ocupar terrenos privados con la esperanza de construir en un futuro una casa propia. El cuento destaca porque a diferencia de otros es optimista. Es decir. Marte está siendo terraformado, pero ya los peruanos se han agenciado para “invadirlo” y han construido casas precarias e incluso ya hay nacidos en Marte (los primeros marcianos serán pues los peruanos ilegales o migrantes), y han llevado al planeta rojo sus costumbres, sus festividades, sus creencias y tradiciones. En ese mundo, en el que las mujeres que habitan Marte o son tan bellas  y altivas que buscan aún su príncipe idealizado, o son guerreras amazonas que se relacionan entre sí (en un guiño lésbico), las mujeres peruanas (bajitas, regordetas, de piel morena) resultan sumamente atractivas para cualquier varón en edad de tener pareja o formar una familia marciana. La migración peruana, la diáspora ha alcanzado latitudes extraterrestres.

Sangre para los dioses aborda desde los códigos de la CF tradicional problemáticas que afectan al país en pleno siglo XXI desde el humor, la ironía y ofrece algo de esperanza, como en “Invasores de Marte”, para seguir creyendo en el que al final del túnel puede haber una luz.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos