jueves, 1 de diciembre de 2022

Renan Barrio de Mendoza. Cortedades. Cuentos cortos, muy cortos y no tan cortos, creados en la faja caminadora. Lima: Garamond, 2022. 265 p. Grabados de Mihaela Radulescu.

 

 


Renan Barrio de Mendoza. Cortedades. Cuentos cortos, muy cortos y no tan cortos, creados en la faja caminadora. Lima: Garamond, 2022. 265 p. Grabados de Mihaela Radulescu.

               El título de Cortedades alude, sin duda, a la brevedad, pero también a la separación o división durante la edición de un texto. Y también a la brevedad de la existencia humana (corto de edad). Su autor, Renán Barrio de Mendoza (Lima, ¿1950?), es ingeniero metalúrgico de la UNI con mucho ingenio, un “escritor de catacumbas” como lo define su propia mascota en la solapa del libro (en un juego que rompe la solemnidad usual de los autores que se toman demasiado en serio). Y es que Renán quizás haya sido un escritor toda su vida (que escribía para sí mismo como confesó ayer en la presentación del libro, y que como muchos, vacilan por pudor entre publicar lo escrito u olvidar esos papeles y guardarlos bajo siete llaves). Al leer el libro es claro que Renán posee una imaginación desbordante que estuvo contenida por muchos años. Es alguien que ha leído mucho, vivido mucho y también sufrido. Aquí converge la historia personal de Renán con Mihaela que el propio autor esclarece en las primeras páginas del libro.

Pero el autor, a partir de la experiencia personal sobre el dolor y la muerte empieza a elaborar este libro (como sostuvo ayer, el libro es una versión en negativo de Las mil y una noches: no se fabula para seguir viviendo, sino para acompañar a la amada en su tránsito hacia la muerte). Considero que Renan no solo logra hacer de esta experiencia una experiencia universal, sino que la ficción y la vida terminan por imponerse en el libro. Sí, hay dolor, pero también esperanza, tranquilidad, que solo es posible de conseguir cuando se es honesto consigo mismo y con los demás. En una muestra de sabiduría decía el autor ayer que todos tienen algo que contar. Y tiene razón al añadir que lo que falta es formación y educación, y sobre todo romper el pudor.

A nivel técnico, los textos dosifican muy bien el dato escondido, el final sorpresivo y la ironía, además de los tres componentes básicos del relato breve (narratividad, brevedad y ficcionalidad), que si bien son recursos genéricos, en las manos de un autor con gran ingenio y reflexivo pueden realmente sorprender al lector. En otros momentos hay paisajes contemplativos de herencia oriental. En términos filosóficos los temas del libro son la muerte y el paso del tiempo, en el que el dolor existencial se vuelve universal. Considero que solo se puede llegar a ese lugar de enunciación luego de mucha meditación, reflexión y de haber vivido de modo pleno.

El texto pórtico “Las hojas” dialogan con el poema bukowskiano “Ya me han contado hasta ocho”, en el que aún se tiene conciencia a puertas del umbral; al igual que “Cinco minutos” con “Te recuerdo, Amanda” de Víctor Jara, en cuya canción se dice “Son cinco minutos/ La vida es eterna en cinco minutos”, que son los únicos 5 minutos de felicidad de Amanda con Manuel cuando este sale en un intermedio laboral de la fábrica en la que trabaja (aunque Renán -ni tampoco el gato supongo- no reconoce estas posibles relaciones).

La fantasía es diversa: la “petite mort” como fantasía previa al apocalipsis en “¿Cómo quieres morir?”; zombis durante el mundo prehispánico (se les llama “calatos”) que justifica el crimen de Atahualpa hacia Huáscar; “Reparación vital” narrado en estructura y clave de The Twilight Zone (o Dimensión desconocida) del maestro Rod Serling, en el que un ascensor permite ingresar a otra dimensión (semejante tópico también fue trabajado por Felipe Buendía en los lejanos años 50). “Disrupción” dialoga con el Diario de la guerra del cerdo de Bioy Casares, que cada vez más desecha con facilidad a los viejos (ya que no producen y solo consumen) y de cómo el capitalismo se las ingenia para mantenerse tras el colapso del planeta (ver El viaje positrónico de Carlos Saldívar y Benjamín Román)

La estructura del libro es de ciencia ficción distópica, en la que la civilización se ve amenazada por insectos gigantes, herederos de las viejas películas de catástrofe de los años 50, pero también a La guerra de las salamandras (1936) de Karel Čapek o a Starship Troopers (1997) de Paul Verhoeven, basado en el relato de Robert A. Heinlein. Hay mucho de absurdo en estas ficciones y guiños al cine como en “El chip” que dialoga con Her (2013) de Spike Jonze. De igual modo sucede con “El teléfono” y su posible relación con “El teléfono del señor Harrigan” de Stephen King, aunque Renán trata la situación desde lo absurdo y la catalepsia antes que lo paranormal.

Los monstruos también serán personajes recurrentes en este libro, desde vampiros a escritores criminales, como en “La llamada” (que se asemeja a algunos textos de El viaje positrónico recientemente comentado en este blog), cuya línea entre lo real y lo ficticio, entre la ley y la ruptura de lo moral se ven subvertidas.

Los grabados de Mihaela establecen un diálogo particular ya que desde una dimensión metafísica que apela a la religiosidad, al día y la noche y al eterno retorno (a través de la figura de la serpiente que se muerde la cola) que suponen un renacer constante o perpetuo.

En síntesis, se trata de textos que no solo entretienen, sino que llevan al lector a la reflexión. Cortedades no se queda corto, es un libro notable de ficciones breves y microrrelatos. Renán es ahora el novísimo narrador peruano más joven del siglo XXI y que amenaza con “perpetrar” nuevos libros que esperamos leer con prontitud.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos