jueves, 1 de diciembre de 2022

Carlos Enrique Saldívar [y] Benjamín Román Abram. El viaje positrónico. Lima: Torre de papel, 2022. 143 p.

 


 

Carlos Enrique Saldívar [y] Benjamín Román Abram. El viaje positrónico. Lima: Torre de papel, 2022. 143 p.

               Las colaboraciones entre autores han sido poco frecuentes en la literatura. Existen algunas variantes. Por ejemplo, cuando un escritor se toma la licencia para concluir textos, esbozos, fragmentos o ideas de otro. Esto ocurre con las “colaboraciones póstumas” entre August Derleth sobre la obra inconclusa de Lovecraft. En otros casos se publica un libro con dos autores, pero en la práctica el libro reúne textos independientes de cada uno en secciones separadas. Y también las colaboraciones efectivas, por ejemplo, las de Stephen King y Peter Straub (una cuarta posibilidad sería la narrativa gráfica, pero ahí hay dos lenguajes diferentes: el guion literario y el de la ilustración, pero esto es un caso aparte). Saltando distancias y tiempos, acá se reúnen dos autores del medio, Carlos Saldívar (Lima, 1982) y Benjamín Román (Lima, 1970) para -en un ejercicio de antiego y antisingularidad- escribir relatos para un libro. Cada uno de ellos sabe cuál fue su aporte, el lector es incapaz de determinar qué idea pertenece a quién. Pero ¿pueden dos autores escribir igual, pensar igual o resolver la narración del mismo modo? ¿quién determina qué final es mejor o qué palabras usar? Esto es bastante subjetivo. Y como bien sabemos no hay obra final o concluida, sino que siempre es perfectible de ser corregida, aumentada o incluso borrada. Pienso que esto juega en contra de los proyectos individuales de los propios autores, aunque en el prólogo en el que explican este trabajo ellos afirman que “La unión de fuerzas logró no solo un mejor producto del que habríamos obtenido si hubiésemos trabajado estas historias de manera individual” (12). Y a eso se suma la amistad previa que permitirá la “paciencia, capacidad para ceder y compartir […]” (11) una escritura a “cuatro manos”.

               Este libro se divide en tres secciones: I. ciencia ficción; II. terror y misterio; III. fantasía; y un anexo en el que se indica las fechas de escritura y el lugar en el que fue publicado el relato. De las tres secciones la más homogénea es la primera, quizás porque se permite incluir la cita política en un contexto peruano. Historias acerca del calentamiento global (“Calor, al por mayor”) en el que los políticos locales viven cómodamente en Groenlandia, mientras aparentan estar virtualmente en Lima y la inventiva criolla marca Perú que permite patentar un invento peruano “Maquinas para el suicidio”, y la cita final que crítica a la sociedad de consumo del capitalismo que se las ingenia para sobrevivir aún en el colapso del planeta. “Zoocentro” propone el juego de la simulación de identidades gracias a la tecnología, que permite vivir las vidas animales gracias a un “avatar”, ya que el ser humano está cada vez más aburrido en ese futuro aburrido (lo que ahora serían los furrys). “Cirugía noncosmética” permite la modificación de cuerdas vocales (más grave para los hombres y más agudas para las mujeres), pero ocurre que los hombres empiezan a morir descubriéndose que las responsables son las mujeres (se supone que sus “chillidos” ocasionan la muerte inmediata), por ello “Se les pidió, a las damas abstenerse de dicho procedimiento quirúrgico; a las ya operadas se les prohibió hablar” (25). Esto es una clara distopía, pero también una figura que aparece frecuentemente en el libro:  invisibilizar o rechazar a la mujer, y por extensión al feminismo del siglo XXI. Por ejemplo, en “Reunión interrumpida” un doctor que odia a las mujeres por su mala suerte en el amor las hace desaparecer dejando sobre la tierra a las más “belicosas”, mientras el doctor grita en la última línea: “Reciclen mi armatoste para hacerlo un arma ¡A pelear a muerte, soldados!” (34). En “Bajo un manto de irrealidad” una mujer nace invisible (recordemos que el gran poder de Susan Storm, la de Los 4 fantásticos, es la de hacerse invisible). “Defecto subsanado” trata sobre una androide que se cree humana, y que solo grita con histerismo.

    Otros textos de la sección son “El viaje positrónico” acerca de los viajes en el tiempo sobre la base de la figura de Asimov convertido en personaje central y a quienes los narradores demuestran su admiración. “Motivaciones” trata sobre un Estado futuro que fomenta el “sueño revolucionario” a través de chips y realidad virtual, para mantener mansos y dóciles a la población en el mundo real.

    En la segunda sección regresa esta visión negativa de la mujer en “Breve crónica sentimental”, acerca de una escritora y su odio a los hombres (o mejor dicho a su personaje de ficción masculino) por lo que decide “entregarlo a una secta de mujeres, una que no se andaba con rodeos cuando se trataba de torturar a los ingratos y darles un final inenarrable. Tal vez si el editor se lo pidiera, lo resucitaría para darle una muerte menos trucada, pero no negociaría con los tormentos previos” (91). Otro texto que destaca de esta segunda sección es “No descubierto”, acerca del crítico literario asesino de jóvenes talentos para volverlos famosos, y que siempre sale libre de los crímenes. El crítico asesino de promesas literarias.

    El libro tiene influencias de José B. Adolph, Juan Rivera Saavedra, Ray Bradbury, Isaac Asimov y Stephen King. Como sostiene Daniel Salvo en la contratapa “No hay tiempo para aburrirse con estos relatos”, es decir, se trata de un libro que entretiene (no como sinónimo de “perder el tiempo” sino como distender, es decir, “relajar o disminuir la tensión”) frente a la realidad brutal y apocalíptica del presente.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos