martes, 26 de mayo de 2020

Martin Felipe Castagnet. Los cuerpos del verano. Lima: Pesopluma, 2018. 123 p.

Los cuerpos del verano – Editorial Pesopluma


Martin Felipe Castagnet. Los cuerpos del verano. Lima: Pesopluma, 2018. 123 p.

            Publicada inicialmente en 2012, Los cuerpos del verano de Martin Felipe Castagnet (Argentina, 1986) es una novela de CF. La idea es perturbadora: en ese mundo futuro la muerte no existe (o mejor dicho, es una opción), la conciencia es almacenada en internet a la espera de ser “quemado” en otro cuerpo para retornar al mundo físico de los vivos. Y aquí está la trampa: no siempre se retorna en el cuerpo del mismo género, ni con la misma edad, ni fenotipo biológico. Un hombre puede volver como una mujer adulta o como negro e incluso como un caballo, como ocurre en la escena final de la novela.
            Si bien dentro de la CF hay una tradición que juega con esta idea de “reencarnarse” en otro cuerpo –desde Altered Carbon, Avatar, a la serie Black Mirror- Castagnet asume el discurso “new age” para afirmar que somos pura conciencia sin cuerpo, es decir, sin género; y de otro lado, el trashumanismo, al anular la muerte como proceso natural e irreversible –y acaso la única verdad terrestre-. Castagnet no inventa nada que no exista en el mundo real sino que alegoriza esa misma realidad, por ejemplo, la idea del internet como el locus en el que “flotan” las conciencias sin cuerpo, no es tan ajena, ya que el mundo de hoy exige de modo cuasi imperativo que tengas alguna entrada en la red para existir en esta nueva colectividad virtual (basta con “googlear” un nombre para saber si existe o no). Y los avatares (las identidades virtuales) ya permiten a los usuarios ser otros, acaso como simple juego o como parte de una identidad esquizofrénica y fracturada. Es un mundo en el que los ancianos son descartables para el sistema laboral –similar al nuestro.
            La novela establece con claridad de que el internet en donde “flotan” las conciencias es semejante al paraíso religioso, mejor aún, su reemplazo o su concretización. Con ello se tira abajo ese futuro inmediato, ese lugar hacia donde deberíamos de llegar, lo anula, ya que ha sido reemplazado por la tecnología. Esta a su vez permite la reencarnación, pero no para empezar una nueva vida sino para prolongar la primera y modificándola en el camino –hasta llegar a la felicidad individual y perfección. Asimismo al borrar las diferencias entre lo masculino y lo femenino –ya que los personajes cambian de identidad de género, y son aceptados en sus nuevas identidades- promueve la igualdad de género en la línea de los actuales movimientos LGTB.
            La conciencia es el “alma” que según la novela no cambia. Puede reencarnarse en otros cuerpos, pero la conciencia sigue siendo una sola, la misma. Pero si “El sexo siempre encuentra la forma de reinventarse […]” (45), entonces, cambia la experiencia del puro deseo sexual (no del “alma”) que lleva al personaje central a transgresiones éticas y sobrenaturales. No hay límites para el goce sexual y esto parece ser lo único que importa realmente a sus personajes.
El proceso de lo humano hacia lo animal puede leerse como degradación o como estadío superior (el ego desparece). Consideramos lo primero, ya que se trata de un proceso de deshumanización, de pérdida de lo humano para reafirmar la pura animalidad unida a un cosmos esotérico y artificial. Los cuerpos del verano es una novela de CF que puede leerse en clave LGTB queer. Es una novela transgresora y que como señala Enrique Prochazka en el prólogo “Quemar al caballo”, invita a repensar en la inmortalidad, la que tenemos y la que queremos.
           
Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos