Martin Felipe Castagnet. Los cuerpos del verano. Lima: Pesopluma,
2018. 123 p.
Publicada inicialmente en 2012, Los cuerpos del verano de Martin Felipe
Castagnet (Argentina, 1986) es una novela de CF. La idea es perturbadora: en
ese mundo futuro la muerte no existe (o mejor dicho, es una opción), la
conciencia es almacenada en internet a la espera de ser “quemado” en otro cuerpo
para retornar al mundo físico de los vivos. Y aquí está la trampa: no siempre
se retorna en el cuerpo del mismo género, ni con la misma edad, ni fenotipo
biológico. Un hombre puede volver como una mujer adulta o como negro e incluso
como un caballo, como ocurre en la escena final de la novela.
Si bien dentro de la CF hay una tradición
que juega con esta idea de “reencarnarse” en otro cuerpo –desde Altered Carbon, Avatar, a la serie Black
Mirror- Castagnet asume el discurso “new age” para afirmar que somos pura
conciencia sin cuerpo, es decir, sin género; y de otro lado, el trashumanismo,
al anular la muerte como proceso natural e irreversible –y acaso la única verdad
terrestre-. Castagnet no inventa nada que no exista en el mundo real sino que
alegoriza esa misma realidad, por ejemplo, la idea del internet como el locus en el que “flotan” las conciencias
sin cuerpo, no es tan ajena, ya que el mundo de hoy exige de modo cuasi imperativo
que tengas alguna entrada en la red para existir en esta nueva colectividad
virtual (basta con “googlear” un nombre para saber si existe o no). Y los
avatares (las identidades virtuales) ya permiten a los usuarios ser otros,
acaso como simple juego o como parte de una identidad esquizofrénica y fracturada.
Es un mundo en el que los ancianos son descartables para el sistema laboral –similar
al nuestro.
La novela establece con claridad de
que el internet en donde “flotan” las conciencias es semejante al paraíso
religioso, mejor aún, su reemplazo o su concretización. Con ello se tira abajo ese
futuro inmediato, ese lugar hacia donde deberíamos de llegar, lo anula, ya que
ha sido reemplazado por la tecnología. Esta a su vez permite la reencarnación, pero
no para empezar una nueva vida sino para prolongar la primera y modificándola
en el camino –hasta llegar a la felicidad individual y perfección. Asimismo al borrar
las diferencias entre lo masculino y lo femenino –ya que los personajes cambian
de identidad de género, y son aceptados en sus nuevas identidades- promueve la
igualdad de género en la línea de los actuales movimientos LGTB.
La conciencia es el “alma” que según
la novela no cambia. Puede reencarnarse en otros cuerpos, pero la conciencia sigue
siendo una sola, la misma. Pero si “El sexo siempre encuentra la forma de
reinventarse […]” (45), entonces, cambia la experiencia del puro deseo sexual (no
del “alma”) que lleva al personaje central a transgresiones éticas y
sobrenaturales. No hay límites para el goce sexual y esto parece ser lo único
que importa realmente a sus personajes.
El
proceso de lo humano hacia lo animal puede leerse como degradación o como
estadío superior (el ego desparece). Consideramos lo primero, ya que se trata
de un proceso de deshumanización, de pérdida de lo humano para reafirmar la pura
animalidad unida a un cosmos esotérico y artificial. Los cuerpos del verano es
una novela de CF que puede leerse en clave LGTB queer. Es una novela
transgresora y que como señala Enrique Prochazka en el prólogo “Quemar al
caballo”, invita a repensar en la inmortalidad, la que tenemos y la que queremos.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor
de San Marcos