Daniel
Mella. Derretimiento. Lima: Santuario, 2015. 103 pp.
Daniel Mella (Montevideo, 1976) es autor de Derretimiento, novela de culto estructurada
en tres movimientos. La primera idea que tiene el lector es que se enfrenta a
un autor con notables influencias de Franz Kafka, con su estado de excepción y
metamorfosis; los films de David Cronenberg que inciden en la corporalidad del
cuerpo como algo matérico, a la vez que supone la oscilación dentro/fuera; y el
horror de La zona muerta de Stephen
King. A diferencia de los autores antes mencionados, Mella prefiere el registro
realista para narrar una historia de horror.
El primer movimiento abarca la infancia del protagonista
sumergido en un estado de parálisis e inutilidad, aislado del entorno familiar
por no encajar dentro, debido a su a-normalidad. En ese entorno familiar está
inscrito el amor-odio del personaje central, así como la idea del suicidio.
Cuando recobra el control de su cuerpo la experiencia traumática de la
violencia quedará marcada en él.
A partir de la página 32 el mismo personaje es ya adulto,
han transcurrido treinta años después de los eventos iniciales. El
acontecimiento principal es el asesinato de toda una familia por parte del
personaje central, como un modo de exorcizar sus traumas iniciales, aunque en
realidad ni siquiera eso: no hay motivación para el “mal”.
El último movimiento ocurre luego del crimen, a partir de
la página 64, en la que una nueva elipsis presenta al personaje ya viejo, en el
que él es solo una parodia del serial-killer
adulto, con ecos a La masacre de Texas
de Tobe Hooper, con una escena de persecución imaginada por Tarantino. En este
se revela la descomposición del cuerpo. Las últimas imágenes son las de un
sujeto que se sumerge en la nada y el vacío, que se derrite: “Mi piel adquiere
brillo, como si hubiera chupado litros de aceite y los poros de abren y se
hacen grandes agujeros, como cráteres donde nunca hubo vida, hasta que ya no
parecen míos y comienzan a tragarse a la piel, o la piel empieza a derretirse
dentro de esos pozos magnéticos” (103).
Hay un paso natural de estos tres movimientos, de la
infancia a la adultez, y de esta a la vejez. Desde el punto de la estructura
moral, el autor recoge la noción de la maldad humana como gratuita, así como
sentimientos “negativos”, que solo afirman el sinsentido de la vida
comunitaria, de la sociedad, o del universo. La novela deja un malestar por
cuanto no hay motivación para los crímenes, no por ello esta deja de ser
verosímil, excepto en el momento delirante de la muerte de la vecina en la
última parte.
Como en las historias de Lovecraft hay ecos cosmológicos
sobre la existencia humana en el planeta. La muerte del personaje no da
certezas de haberse controlado el mal o eliminado, pues este no recibe sanción
alguna. La vida se trata más bien de un proceso biológico. Por ello, es posible
pensar que lo que denominamos como “mal” retorne en otras formas humanas o en clave
fantástica, monstruosas.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos