Juan
Mujica Tedín. El oráculo de Xarcax. Lima: 2014, edición del autor. 102 pp.
Juan Mujica Tedín (1976)
publicó El oráculo de Xarcax en 2006, ahora tenemos una reedición del libro. En
2006 aún no había eclosionado lo fantástico en la literatura peruana
contemporánea ni se había visibilizado enormemente ni era un camino aceptado
como válido o un registro legítimo. Si a ello sumamos el carácter artesanal del
libro (es decir, la edición de autor) podemos concluir que así como Xarcax
hayan pasado desapercibidos muchísimos otros libros de fantasía escrita en Lima
y que hoy cobran mayor atención e interés.
Esta novela, construida en
12 capítulos al igual que los signos del zodíaco, plantea una estructura bien
delimitada en tres partes: los capítulos I al VI presentan el mundo de Xarcax a
los lectores; los capítulos VI y VIII se concentran las acciones de guerra
violenta entre dioses, mientras que los capítulos IX al XII se establece un contrapunto con lo
que ocurre en la tierra y la resolución del conflicto.
Tengo mis dudas de considerar
a Xarcax como novela. Creo que es más bien una fantasía, un ensueño sobre qué
ocurriría si los dioses de la mitología clásica fuesen reales y se inmiscuyeran
en asuntos humanos. Son cuadros, escenas, estancias, en los que las
descripciones abundan y las acciones son marginales o se resuelven con rapidez.
A primera vista Xarcax puede
ser leída como maravillosa, por la representación de la vida y entretelones de
los dioses griegos (lo que establece intertextualidades con la cultura clásica),
pero también como CF pues las acciones de los dioses tienen repercusiones en la
tierra. Además, se mencionan adelantos tecnológicos sin explicación como
transbordadores que cruzan el sistema solar o viajes submarinos que unen a los
continentes. Es decir, un futuro próximo.
Creo que Juan Mujica Tedín
posee una fantasía desbordante. Y esa misma fantasía le lleva a encubrir una
novela inspirada más en el porno soft,
es decir, al igual que muchos autores -para evadir la censura- hicieron de la
CF un arma política (no causaba incomodidad que los agentes del mal sean encarnados
en figuras provenientes del espacio exterior), el autor parece evadir a
censores locales potenciales al hacer del sexo algo inmanente a los dioses y no
como propio de los humanos. Veamos un ejemplo:
“[…]
Febo probó la vagina de la amazona y ella el pene del Dios de las Artes. Luego la
penetró con locura como si fuera la última vez que tuviera sexo. Aquella mujer
de cabellos rubios, rostro angelical, labios finos y pechos deliciosos, ahora
estaba sobre él, saltando y gritando, mientras sus compañeros también en lo
suyo, bendecían al planeta Xarcax” (p. 43).
En el texto hay varios
pasajes algunos más subidos de tono que otros. Si bien no es lo central, es
algo que llama la atención por cuanto el subtexto parece afirmar que si los
dioses tienen sexo, ergo el sexo es divino. El amor libre de los dioses, o
mejor dicho, el sexo libre plantea un tipo de transgresión que se constituye
como único y exclusivo objeto de deseo para los dioses. Pero los humanos están
más inmiscuidos en asuntos esotéricos y astrólógicos y han perdido (o al menos
no se representa en la novela) interés por lo erótico. De ello se desprende una
crisis de lo humano al estar más pendientes de los astros que de las “cosas” y
experiencias terrenales (que como vemos las ejercen con exclusividad las
divinidades).
Xarcax en su estructura y
estilo, es grotesca porque mezcla dos órdenes: lo divino y lo humano, lo
pornográfico y lo romántico-etéreo, el cielo y la tierra. Xarcax es una ucronía
y una utopía. Siguiendo la clasificación de Lubomir Dolezel nos encontramos
frente a un mundo híbrido. Xarcax es un texto entretenido de un autor de
fantasía desbordante, esta es su mejor cualidad como escritor.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor
de San Marcos