sábado, 6 de diciembre de 2014

Juan Mujica Tedín. El oráculo de Xarcax. Lima: 2014, edición del autor. 102 pp.



Juan Mujica Tedín. El oráculo de Xarcax. Lima: 2014, edición del autor. 102 pp.

 

Juan Mujica Tedín (1976) publicó El oráculo de Xarcax en 2006, ahora tenemos una reedición del libro. En 2006 aún no había eclosionado lo fantástico en la literatura peruana contemporánea ni se había visibilizado enormemente ni era un camino aceptado como válido o un registro legítimo. Si a ello sumamos el carácter artesanal del libro (es decir, la edición de autor) podemos concluir que así como Xarcax hayan pasado desapercibidos muchísimos otros libros de fantasía escrita en Lima y que hoy cobran mayor atención e interés.

Esta novela, construida en 12 capítulos al igual que los signos del zodíaco, plantea una estructura bien delimitada en tres partes: los capítulos I al VI presentan el mundo de Xarcax a los lectores; los capítulos VI y VIII se concentran las acciones de guerra violenta entre dioses, mientras que los capítulos  IX al XII se establece un contrapunto con lo que ocurre en la tierra y la resolución del conflicto.

Tengo mis dudas de considerar a Xarcax como novela. Creo que es más bien una fantasía, un ensueño sobre qué ocurriría si los dioses de la mitología clásica fuesen reales y se inmiscuyeran en asuntos humanos. Son cuadros, escenas, estancias, en los que las descripciones abundan y las acciones son marginales o se resuelven con rapidez.

A primera vista Xarcax puede ser leída como maravillosa, por la representación de la vida y entretelones de los dioses griegos (lo que establece intertextualidades con la cultura clásica), pero también como CF pues las acciones de los dioses tienen repercusiones en la tierra. Además, se mencionan adelantos tecnológicos sin explicación como transbordadores que cruzan el sistema solar o viajes submarinos que unen a los continentes. Es decir, un futuro próximo.

Creo que Juan Mujica Tedín posee una fantasía desbordante. Y esa misma fantasía le lleva a encubrir una novela inspirada más en el porno soft, es decir, al igual que muchos autores -para evadir la censura- hicieron de la CF un arma política (no causaba incomodidad que los agentes del mal sean encarnados en figuras provenientes del espacio exterior), el autor parece evadir a censores locales potenciales al hacer del sexo algo inmanente a los dioses y no como propio de los humanos. Veamos un ejemplo:

“[…] Febo probó la vagina de la amazona y ella el pene del Dios de las Artes. Luego la penetró con locura como si fuera la última vez que tuviera sexo. Aquella mujer de cabellos rubios, rostro angelical, labios finos y pechos deliciosos, ahora estaba sobre él, saltando y gritando, mientras sus compañeros también en lo suyo, bendecían al planeta Xarcax” (p. 43).

En el texto hay varios pasajes algunos más subidos de tono que otros. Si bien no es lo central, es algo que llama la atención por cuanto el subtexto parece afirmar que si los dioses tienen sexo, ergo el sexo es divino. El amor libre de los dioses, o mejor dicho, el sexo libre plantea un tipo de transgresión que se constituye como único y exclusivo objeto de deseo para los dioses. Pero los humanos están más inmiscuidos en asuntos esotéricos y astrólógicos y han perdido (o al menos no se representa en la novela) interés por lo erótico. De ello se desprende una crisis de lo humano al estar más pendientes de los astros que de las “cosas” y experiencias terrenales (que como vemos las ejercen con exclusividad las divinidades).

Xarcax en su estructura y estilo, es grotesca porque mezcla dos órdenes: lo divino y lo humano, lo pornográfico y lo romántico-etéreo, el cielo y la tierra. Xarcax es una ucronía y una utopía. Siguiendo la clasificación de Lubomir Dolezel nos encontramos frente a un mundo híbrido. Xarcax es un texto entretenido de un autor de fantasía desbordante, esta es su mejor cualidad como escritor.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos