lunes, 17 de junio de 2013

Marcel Velázquez Castro. La mirada de los gallinazos. Cuerpo, fiesta y mercancía en el imaginario sobre Lima (1640-1895)



Presentación
Fondo Editorial del Congreso

La mirada de los gallinazos
Cuerpo, fiesta y mercancía en el imaginario sobre Lima (1640-1895)

Marcel Velázquez Castro

Martes 25 de junio - Sala Grau (6:30 pm.)




Entre los siglos XVII y XIX, la ciudad de Lima, dice Marcel Velázquez, fue objeto de diversas representaciones que comportaron toda una codificación ideal de las prácticas y las relaciones efectivas desplegadas por sus habitantes. En aquel extenso periodo —donde la liturgia barroca abre espacio al racionalismo de la Ilustración que prepara el triunfo de la mentalidad civilizatoria, indesligable de la consolidación del modelo de mercado—, las élites ponen en circulación textos e imágenes coherentes, a menudo de modo explícito, con los fines de la dominación y el control social. La mirada de los gallinazos revela la eficacia, pero también las fisuras, de tales operaciones discursivas mediante un procedimiento en sí mismo contestatario, pues emplea como base teórica escritos olvidados o académicamente marginales, para llegar a síntesis inesperadas acerca de la forma en que, a instancias del poder, Lima se ha procurado o ha fingido procurarse una imagen válida.
La mirada de los gallinazos, de Marcel Velázquez Castro, última publicación del Fondo Editorial del Congreso, será presentado el martes 25 de junio en la sala Grau (6:30 de la tarde). Los comentarios corresponderán a Carlos García-Bedoya y Ana María Gazzolo.
Las fuentes estudiadas por Velázquez son muy heterogéneas y combinan lo alto y lo bajo, reflejando de algún modo el destino de las simbolizaciones sobre Lima, tenaces en recrear aquello mismo que intentan desterrar, sea el cuerpo, el desborde, la mezcla; están presentes la Biblia, los informes de funcionarios reales, el Mercurio Peruano, la novela romántica, pero asimismo la novela de folletín, los reglamentos de policía, los avisos publicitarios, las estadísticas de venta de licor, las crónicas en que se denuesta a los travestidos. Velázquez coloca esa multiplicidad bajo una dirección, a saber, descubrir la disociación entre la representación y el “proceso material-social” en el cual se inscribe, donde el lenguaje nunca es plenamente coextensivo y contemporáneo de sus propios enunciados. El autor hace manifiesto que los discursos sobre Lima han portado una cuota mayor de pasado de la que reconocían, o inversamente han sido ciegos a los cambios que hacían del presente una entidad distinta, o bien han constituido universos imaginarios para los cuales la sociedad solo estaba lista en parte, o, por último, llevaban consigo las condiciones de las que hacían escarnio. El desfase, sin embargo, ha estado muy lejos de ser estéril. Así como las construcciones simbólicas han sido producto, aunque deformado, del tiempo vivo, también han tenido el poder, advierte Velázquez, de afectar el flujo histórico real a través de las lecturas ideales y la falsa conciencia.
Hay aquí una crítica de la representación propiamente epistemológica y es la habilidad de Marcel Velázquez conducirla a demostrar las aporías de las imágenes con que el poder retrató la Lima colonial y republicana. Encontramos, entonces, en el mundo barroco una voluntad de mantener la separación de castas e impedir la movilidad social al mismo tiempo que su aparato religioso-ceremonial, y aun su legislación y su economía, facilitaba el intercambio entre sus miembros. En el mismo sentido, descubrimos que el discurso civilizatorio traicionó desde el arranque el proyecto de una ciudadanía letrada cuando, preso de una mirada estamental, no pudo reconocer como parte de ella a los indios y negros. Es lo que sucede, a su vez, con los sueños de una Lima plenamente acoplada a la lógica del capital, frustrados por la evidencia de valores tradicionales y estereotipos sociales heredados de la Colonia, donde, a pesar de todo, ya es posible anticipar cómo el deseo se va desplazando del cuerpo a la mercancía en la imagen de la tapada.
En un pase magistral, Velázquez acude a las figuras de Ricardo Palma y Manuel González Prada, nuestros escritores próceres, para ilustrar estos equívocos. El primero, afirma el estudioso, fijó el ser nacional en el élan criollo-limeño y ancló nuestro tiempo simbólico en los confines del Virreinato, como si la experiencia de la modernización no hubiera acontecido; el segundo, furibundo contra los rezagos coloniales, no pudo identificar los gérmenes democráticos ocultos en una modernidad todavía hoy incompleta, mientras delegaba a un indio abstracto la redención moral del país. Cada uno, a su modo, contribuyó a ampliar un repertorio de significaciones que desde la fundación de la ciudad postularon utopías para las que no existía un individuo a la vez que personajes para los que ya no existía un mundo.

Lima, 13 de junio de 2013