Honores, Elton. Mundos imposibles. Lo fantástico en la narrativa peruana. Lima: Cuerpo de la metáfora Editores, 2010.
Santiago López Maguiña
UNMSM
Este el primer estudio global sobre la narrativa fantástica que se ha producido en el Perú. Si bien concentra su atención en los relatos fantásticos y maravillosos que se afilian con los autores de la generación del cincuenta, hace consideraciones generales y de ambición enciclopédica relativas a la historia de dicha narrativa en este país. Uno de los puntos más destacados de esa visión general es el referente a los comienzos de la literatura fantástica en el Perú. Es consenso en la crítica literaria periodística e incluso académica que lo fantástico se presenta primero en los relatos de Clemente Palma, pero en este libro se recoge la apreciación de que sus primeras manifestaciones aparecen en las iniciales tradiciones de su padre, Ricardo Palma, a mediados del siglo XIX. La literatura fantástica en el Perú tiene, por consiguiente, un pasado más antiguo del que se viene pensando. Pero casi es seguro que sus momentos de más brillo se hallan en los textos publicados en la década de los cincuenta y en los primeros años de la década de los sesenta. Sorprende el número de autores consignados, mucho más grande del que se supone. Aunque tampoco es una cantidad muy considerable. La literatura fantástica nunca ha sido una corriente hegemónica en el Perú y sus cultores han tenido casi siempre un lugar marginal, tanto en las publicaciones como en la atención recibida por parte de la universidad y de la crítica. En la década de los cincuenta, sin embargo, se produjo un cierto florecimiento, un marcado interés por la práctica de un tipo de ficción cuyos mundos posibles no tendían a parecerse ni a simular al mundo empírico, al mundo de la experiencia cotidiana. Los periódicos más prominentes de entonces jugaron un rol importante. El Comercio y La Prensa principalmente. En el primero varios de los autores que se destacan por el cultivo de la narrativa fantástica publican sus primeros relatos. Elton Honores registra más de diez. Menciona así mismo que en el Dominical se difunden textos de Arreola, Borges, Cortázar y Silvina Ocampo, conocidos escritores latinoamericanos que escriben literatura fantástica. En La Prensa, trabajaban y colaboraban asiduamente varios de los autores que cultivaban el género de lo fantástico. Al menos tres de ellos lo hacen bajo la forma de crónicas periodísticas: Luís Rey de Castro, Pedrín Chispa y Jorge Luis Recavarren. Dicho sea de paso, quizás pueda servir de algo decir que Rey de Casto y Recavarren son dos de los más connotados y combativos intelectuales que la derecha peruana ha tenido. Pero esto no quiere decir necesariamente que lo fantástico se asocie con el pensamiento y la práctica conservadora, en oposición al realismo dominante que se vincularía con el pensamiento y la práctica reformistas e incluso revolucionarias. Resulta con todo llamativo que la mayoría de los autores que han escrito narrativa fantástica hayan tenido una posición política más bien orientada hacia la derecha y que algunos críticos se hayan esforzado por oponer dicha narrativa a la narrativa realista en términos que hacen eco y que hasta se diría son similares a los que se emplean para oponer la poesía pura a la poesía social, que por los mismos años se realiza.
No sólo periódicos como El comercio y La prensa difunden literatura fantástica, también lo hacen las principales revistas literarias y culturales de esos años. Nunca llega, sin embargo, esa literatura a competir con el realismo. A pesar de ello su presencia es significativa e inquietante. Logra en este sentido el principal efecto que ella busca. Produce una sensación de extrañeza. El consenso hasta no hace mucho parece establecer que lo esperado en un país subdesarrollado como en el Perú sea que se produzca una literatura realista que muestre las carencias, las injusticias, los padecimientos, los conflictos que la sociedad experimenta. Se estima que la literatura tiene como fin expresar los sentimientos más negativos que la cruda realidad suscita. Sentimientos de dolor, de rechazo, de frustración, etc. La literatura fantástica bajo ese presupuesto constituye una presencia sorpresiva y anómala. No se puede explicar que se escriban narraciones acerca de mundos posibles en los que suceden historias que no pueden verificarse o constatarse bajo los criterios del realismo. Ni se acepta que se busque producir sentimientos más bien relacionados con el desconcierto intelectual, con el asombro de lo desconocido, con la perturbación de lo familiarmente extraño.
La crítica literaria dominante atribuye por eso a la literatura fantástica o para fantástica o cuasi fantástica un propósito evasivo, en el sentido que busca desentenderse de las preocupaciones e inquietudes que la dura realidad tendría que producir. Elton Honores en este libro demuestra en cambio que las narraciones fantásticas tienen también la intencionalidad de dar cuenta de los antagonismos y problemas que se presentan en la sociedad. Hay en ellas así mismo un propósito crítico que, si bien es cierto, no se expone de una manera tan explícita y tan abierta como ocurre con la literatura realista, constituye un componente fundamental. La narrativa fantástica en general pone de manifiesto el reverso de las verdades asumidas, de las certidumbres que la sociedad tiene respecto de sí misma, de su lado oscuro. En efecto, los relatos que pertenecen al género de lo fantástico refieren sucesos que se sitúan en las fronteras de lo explicable y lo inexplicable, como sostiene Tzvetan Todorov en su célebre libro sobre la literatura fantástica, y que se ubican también en el borde que separa la cordura y la locura, e igualmente en el umbral donde se distinguen lo virtuoso y lo vicioso, lo nativo y lo foráneo, lo mismo y lo otro, lo que por un lado ofrece la visión de mundos en los que se pierde el sentido que las diferencias hacen posible y, por otro lado, permite la aparición de aquello que se vive como amenazante, peligroso, malvado o simplemente perturbador. En dicha literatura lo perturbador se relaciona con la presencia del Otro extraño, que invade el campo de lo propio y de lo familiar. En la literatura fantástica que se produce en el Perú ese Otro puede identificarse, cuando el mundo posible en el que se desarrollan los relatos es urbano, con los emigrantes andinos, que llegan a la gran urbe en masa como consecuencia de los procesos de urbanización e industrialización. Cuando el mundo posible es en cambio rural o provinciano, como ocurre en las narraciones de Edgardo Rivera Martínez, el otro es el foráneo en general, ligado a los libros y a la cultura occidental. En ambos casos el otro es un personaje cuya diferencia es perturbadora. Lo otro, lo extraño, lo distinto procede así mismo de los objetos y las manifestaciones de la modernidad, una de cuyas expresiones mayores es la máquina cuya aparición no deja de ser sobrecogedora y tanto fascinante como temible. Pero la expresión más fuerte de la modernidad y que genera un sentimiento intenso de rechazo es la acelerada urbanización que acarrea cambios diversos y presencias fastidiosas.
Es de observar aquí que para el psicoanálisis lo verdaderamente perturbador no es lo diferente, sino la captación de que lo distinto es en realidad extrañamente semejante y familiar. Se propone en esa disciplina que el otro semejante es el que verdaderamente amenaza la identidad del sujeto, el que obstaculiza el reconocimiento de sí mismo como una entidad única y diferente. La similitud que el sujeto percibe en el otro pone en duda su existencia propia. Esa sensación inquietante y penosa aparece en los relatos que tienen como tema la existencia del doble que llama la atención sean tan numerosos en la literatura fantástica escrita y publicada por autores peruanos. ¿Se trata de una expresión de los problemas de identidad que caracteriza a la clase media mestiza y blanca? Elton Honores parece insinuarlo.
Los sentimientos de inquietud por lo distinto que se parece mucho al sí mismo del sujeto protagonista o enunciador no se presentan, por supuesto, de un modo que pueda ser verificado, sino mediante historias que ponen el acento en lo insólito. No todo tipo de hecho o acontecimiento inexplicable es característico, sin embargo, del campo de lo fantástico. Todorov distingue entre lo raro, que puede tener una explicación científica, lo maravilloso, que no tiene explicación de ese tipo, y lo fantástico que despierta duda. El acontecimiento fantástico se halla al borde del vacío. Se le puede y no se le puede dar una explicación. Harry Belevan, que es el primer escritor peruano en desarrollar una teoría propia de lo fantástico, inscribe su argumentación acerca de la naturaleza de su naturaleza en los marcos del psicoanálisis y propone que puede asociársele con la sensación de lo siniestro, que para Freud es resultado de la percepción de algo que es familiarmente (es decir explicable) extraño (es decir inexplicable), lo que parece coincidir con lo planteado por Todorov. El concepto de lo siniestro en Freud pone, sin embargo, el acento sobre la sensación inquietante que el acontecimiento suscita, antes que sobre su dimensión epistémica. Lo fantástico en vez que un acontecimiento de naturaleza cognitiva tiene, en cambio, un carácter afectivo. Pero en ningún caso, y este es un punto fundamental en la elaboración que desarrolla Belevan, lo fantástico es fruto de una visión puramente subjetiva. A menudo aparece en los relatos como una manifestación externa a los sujetos. Lo efectivamente fantástico en ese sentido no surge de la percepción equívoca o vacilante del sujeto. No nace del hecho de que se halle bajo el influjo de una droga o sustancia alucinógena. Ni tampoco de que padezca alguna forma de perturbación psíquica. El efecto fantástico se produce en los hechos o en los objetos y el sujeto que es interpelado o puesto a prueba por ellos, por decirlo de ese modo, es siempre una entidad individual o colectiva de comprobada o asumida competencia científica. Este último punto remarca que el centro de referencia perceptivo o simplemente la visión a partir de la cual se forma el relato fantástico supone un observador científico o dotado de una racionalidad que no es ni mítica, ni religiosa, lo que lleva a postular que dicha forma narrativa es sólo concebible bajo una episteme decimonónica y contemporánea, en otras palabras, moderna y posmoderna.
Ahora bien, Elton Honores distingue cuatro tipos de narrativa fantástica en el Perú de los años cincuenta: el cuento fantástico estilístico mini ficcional, el fantástico humorístico, el fantástico maravilloso y cuento fantástico absurdo existencialista. Sin considerar la definición específica que da de cada tipo, llama la atención en esta taxonomía el rubro de lo fantástico maravilloso. A la luz de las teorías de lo fantástico aquí evocadas este tipo parece escapar a los límites de su definición. Hay que tener en cuenta, sin embargo, dos observaciones que permiten su admisión, pero que a la vez modifican en parte el concepto de lo fantástico de Todorov y de Belevan. En primer lugar, el que lo maravilloso no sea explicable en los términos de la racionalidad científica no quiere decir que no lo pueda ser bajo otra lógica, de modo que hasta puede decirse que suponga un orden o un mundo posible cuyo sentido surge de presupuestos de captación o de percepción que responden a una episteme científica distinta de la que existe en el mundo occidental. Con este tipo de consideraciones se juega en varios relatos de Borges, que dicho sea de paso no producen la sensación de lo absolutamente inexplicable, sino más bien de que los hechos insólitos que allí se desarrollan son fruto de otra racionalidad, desconocida o impensable en los términos de la racionalidad científica europea u occidental, pero que pueden ser posibles. En segundo lugar, la narrativa fantástica en la experiencia peruana constituye una suerte de opción literaria y ficcional que se desarrolla en un cierto antagonismo con las tendencias realistas que imperan. En ese conflicto, explícito e implícito, los relatos de orientación fantástica se mueven dentro de una corriente que tienden a incluir a todas las opciones y visiones no realistas. Pero es más, todas las formas no realistas de ficción se presentan como modos de aprehensión o de captación que ofrecen representaciones del mundo y del sujeto de las que el realismo imperante se desentiende. Así que la literatura fantástica en la experiencia peruana se presenta como una orientación que tiene el propósito de realizar indagaciones que se adentran por horizontes o mundos que tanto son dudosos respecto de su consistencia verídica, cognoscitiva y lógica, como imposibles, sin haber admitido la posibilidad de otras lógicas, otras formas de pensar, otras formas de plantear la verdad.
El otro rubro que llama la atención es el de lo fantástico humorístico, no tanto por los rasgos teóricos que lo definen, sino por los nombres asociados con su práctica. Lo fantástico muchas veces de por sí presenta características humorísticas, dado el distanciamiento a menudo gracioso que suscita lo insólito e incluso imprevisto de las acciones hiperbólicas en las cuales se produce. Lo que no se adecúa a las categorías, a las deducciones e hipótesis con las que se explican los fenómenos físicos, psicológicos y sociales suele tomar la forma de lo desproporcionado, de lo excesivo, que no necesariamente es grande o enorme, sino que puede ser pequeño e incluso insignificante. Desproporcionadamente insignificante. Para Gastón Bachelard lo más hiperbólico se halla sobre todo en lo minúsculo. En fin, es por demás interesante que se incluya entre los autores peruanos de literatura fantástica a dos célebres humoristas, Pedrín Chispa y Sofocleto. Y los es porque, en efecto, en sus relatos se encuentran propiedades que pertenecen a esa literatura, entre ellas la vacilación que produce su veracidad y la explicación de las historias que presentan, pero también lo es porque los textos humorísticos como los fantásticos son campos de ejercicio y de experimentación de retóricas literarias distintas, cuya principal forma quizás sea la parodia, la imitación de otros géneros, que encontramos, por ejemplo, en los relatos de Borges o Cortázar, cuando en ellos se simula los modos de la meditación lógico filosófica o del informe científico.
No podemos extendernos más sobre el libro que estamos presentando. Es un trabajo muy rico, de mucha información, ya se ha dicho, de pretensiones incluso enciclopédicas y que sigue en ese sentido la tradición de los maestros fundadores del campo de los estudios literarios en el Perú, que fueron ante todo historiadores. Es así mismo un trabajo ejemplar desde el punto de vista académico que se ha concentrado con intensidad erudita admirable en establecer el estado de la cuestión, en indagar en todas fuentes posibles y en estudiar en concreto los textos más representativos. Con este libro se abre un nuevo horizonte de reflexión en el campo de la literatura peruana, que es aquel que no solo se empeña en el estudio de una tendencia aparentemente subordinada, sino que a la vez señala nuevos recorridos, por ejemplo, el que corresponde a la literatura de terror, en general a todas aquellas expresiones literarias que se relacionan con el universo de la ficción y la fantasía, que agrupa un vasto imaginario de toda suerte de sueños, pesadillas, imaginaciones perversas, visiones diversas, y lo que es más importante al mismo tiempo pone a prueba o interpela al realismo. ¿Acaso esta corriente no lleva también una carga de fantasía? Pero al revés, acaso la fantasía no es también parte la realidad.