jueves, 9 de febrero de 2012

Los Ilusionautas (2012). Dir. Eduardo Schuldt



Los Ilusionautas (2012). Dir. Eduardo Schuldt.

Los ilusionautas es una película peruana de animación (la primera con la marca Perú). El eslogan de “Una película con poca ciencia y mucha ficción” contradice notablemente al propio film. La historia transcurre en París, en donde las obras clásicas de la literatura (Shakespeare) y las de Jean Visogneaux –un escritor de cf mediocre, una suerte de reverso de Julio Verne decimonónico– vienen siendo alteradas sistemáticamente desde Le Illusionarium, una máquina diseñada desde la ficción por Visogneaux. Si Verne es signo del escritor exitoso, Visogneaux no es otra cosa que el escritor mediocre, a la sombra de Verne, que apenas podía hilvanar historias sostenibles, cuyos mismos personajes forman parte de la saga de sus novelas. El gobierno francés encarga a un científico y a un primer ministro para que solucionen el problema. Son seleccionados un grupo de cuatro niños (Petit Pan, Aristóteles, Profiterol, Nicole y el perro Houston) con las características de Jean Visogneaux que podrán introducirse desde una máquina en la propia ficción para reordenarlas tal como las escribió el propio Visogneaux y hacer que todo vuelva a la normalidad. Es decir, desde el mundo “real” los niños entran a ser personajes metatextuales de las historias de Visogneaux (tratan de evitar el desborde imaginativo, en ese sentido pueden ser entendidos como censores). En el mundo “real”, ellos desaparecen, para viajar físicamente al mundo de ficción y reordenar las historias. Como en Matrix, si mueres en la ficción, mueres también en el mundo real. No faltará el villano “Albino” que buscará evitar la vuelta al orden al enviar mediante un software pirata a “Torpedo” al mundo de Visogneaux (luego nos enteramos que “Albino” es un miembro de la sociedad secreta de Da Vinci, es decir, hay una estratagema política entre Italia y Francia para posicionarse culturalmente) y cuyo líder es un ex Rey del fútbol zurdo (es decir o Maradona o Pelé, pero es algo más grave: los “malos” provienen de Latinoamérica; los “buenos”, de Europa).

Esta es a grandes rasgos la estructura argumental del film. Llama la atención que la historia se ubique en Francia (que por cierto no aparece uno de sus signos visibles de postal: la Torre Eiffel, debido al copyright que posee la torre). ¿Acaso la máquina llamada Le Illusionarium solo podría concebirse desde un país del primer mundo? El hecho que los científicos sean extranjeros parece darle mayor verosimilitud a los personajes, pero se trata sin duda de un clisé (el peruano Julián del Portillo escribió Lima de aquí a cien años, novela de folletín en 1843, con guiños al viaje al futuro, y se adelantó al propio Verne). También el hecho que sean cuatro niños de doce años elegidos por el gobierno francés porque solo los niños de doce años pueden comprender y formar parte de la fantasía de Jean Visogneaux. Es decir, es evidente el prejuicio sobre este tipo de literatura de “evasión”: la cf es solo para niños, para una mente adulta (racional), no.

Así llegamos a tres de los aspectos más notables del film: la irrupción de lo monstruoso, con evidentes guiños lovecraftnianos (la escena en el mar es realmente alucinante): el enorme y monstruoso pulpo que se escapa del mundo de Visogneaux e irrumpe en el mundo real y va arrasando la ciudad de París (mucho más interesante hubiese sido ver arrasada la ciudad de Lima, con sus calles referenciales), mientras las fuerzas militares nada pueden hacer ya que el monstruo tiene otro estatuto: viene de otro mundo, el de la pura ficción (el monstruo puede destruir pero no destruido en el mundo real). Lo segundo son la serie de aventuras propias de Visogneaux que se intercalan una tras otra y que mantienen la atención del espectador. Finalmente algunos giros locales, formas expresivas que realmente se agradece.

La película –con cierto “aire” a Los Increíbles– parece ser más pensada para un público más adulto y he ahí un falencia (si es que era un film pensado estrictamente para niños), en la medida que hay varias referencias que solo un adulto podría comprender (cuando al gobierno francés no se le ocurre mejor idea que para subir de popularidad, reivindicar a Visogneaux, escritor de cf marginado por el canon francés: evidentemente parece ser un país con otro tipo de conflictos, cuando en Perú, por ejemplo, la cultura es algo que a casi ningún político le interesa).

En Cinespacio Carlos Esquives (2012) señala que “Hay momentos en que los espacios son baldíos (no existen más personajes fuera de los héroes, algo inaceptable, por ejemplo, en una ciudad), una redundancia por los mismos gags (flatulencias como medio para llegar al humor), moralidad y didáctica directa (situación que desintoniza e incluso suena soso, muy a diferencia de una moral-didáctica aparente) y, por último –algo dentro de todo importante –, la ausencia de un humor amoldado al público adulto. Según palabras del mismo Eduardo Schuldt, existe una intención por parodiar la política coyuntural, muy a pesar esto solo llega al plano de la ironía” (http://cinespacio.pe/movie-review/review-los-ilusionautas/).

Algunos diálogos sosos y la casi total ausencia técnica de los “existentes” (en realidad en este tipo de films supongo que tiene que ver con un asunto de presupuesto) son puntos a corregir. Quizás a nivel del guión, sea momento de mirar más hacia dentro, a nuestros propios referentes para cuajar una mejor propuesta y que enganche más al espectador, que aún tiene como enorme tara el mirar cualquier producto proveniente del extranjero –que viene además con todo un aparato publicitario– como si fuese mejor que lo propio, cuando la realidad contradice, muchas veces, dicho modo de pensar.

Más allá de lo señalado, considero que Los ilusionautas está dentro de los films peruanos de animación más notables y de alta calidad técnica que se han producido (esperamos con sumo interés el estreno de otro film peruano de animación: Rodencia). Los ilusionautas una película que merece ser vista y debe verse en cartelera. Imperdible.

Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola