jueves, 9 de diciembre de 2010

Raquel Jodorowsky. Cuentos para cerebros detenidos. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1974.



Raquel Jodorowsky. Cuentos para cerebros detenidos. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1974.
Hay libros que solo son posibles de escribir una vez. Hay libros que permanecen ocultos durante muchos años, décadas (o siglos) hasta que encuentran nuevos lectores que permiten actualizar sus sentidos. Libros que pasan desapercibidos en un momento y que luego, misteriosamente, cobran una vigencia inusual, para quedarse esta vez para siempre entre los lectores. Es el caso de Cuentos para cerebros detenidos. Con licencia de los superiores, de Raquel Jodorowsky (1928).

Nacida en Chile y nacionalizada peruana, Jodorowsky pertenece a ese grupo de autores marginales del 50, que Felipe Buendía denominaba, la otra generación del 50. Jodorowsky en esos maravillosos años 50 (y posteriormente), publicó una serie de libros de poesía, por ello, ha sido vinculada a este registro. En libros como La ciudad inclemente (Lima, 1954), Dimensión de los días (Lima, 1955) o En la pared de los sueños alguien llama (Lima, 1957), podemos rastrear una poesía que no es surrealista del todo o en encerrada en sí misma, en cambio, existen poderosos y magníficos versos de hondo contenido humano aún por rescatar del olvido, podríamos decir aún inéditos (incluso, luego de más de 15 años de silencio acaba de publicar este año 2010, dos nuevos libros: Territorio que explotar y Poemas Escogidos –Obra Inédita–).

Caso más que curioso y extraño es el libro Cuentos para cerebros detenidos. Se trata de un texto publicado en Buenos Aires en el año 1974. Ese solo hecho ya lo convierte en un libro de poca circulación parta el ámbito local. Aunque circularon algunos ejemplares que importaba la Librería Época, del centro de Lima, los pocos ejemplares que llegaron acá, se vendieron. Cuenta la autora que Ricardo González Vigil publicó una reseña en El Dominical de El Comercio, destacando sus virtudes. Y luego el olvido. Agregaríamos que su trabajo poético posiblemente terminó por sepultar, en parte, este magnífico libro.

¿Qué trae este libro? ¿Qué lo hace especial, distinto, particular, en suma singular, para la literatura peruana? Es un libro de microrrelatos, de corte fantástico. Excepcional libro de microrrelatos de corte insólito, extraño, surreal, de humor absurdo y fantástico. Recordemos que el término aún no estaba acuñado del todo y que el “boom” y auge del microrrelato se alcanzará recién en los años 80, en adelante, a partir de las universidades norteamericanas. Entonces, si bien existen otras colecciones de cuentos (o relatos breves) que pueden insertarse en esta línea de ficción, el libro de Jodorowsky resulta también un claro antecedente.

En la contratapa, el editor del libro escribe: “Todo el humor lindante con lo siniestro de una exponente del surrealismo ‘a la criolla’ en textos delirantes de una narradora chileno-peruana que practica con éxito el terrorismo verbal” (cursivas mías). Esta última expresión, cuenta la autora, hizo que libro diera literalmente, la vuelta al mundo. Décadas después, el libro ha sido reeditado en Italia, en dos ediciones hoy agotadas (1997, 1998), además de haberse publicado varios cuentos dispersos en México, Venezuela, Chile y EE.UU. Esta situación hace que el libro haya sido más leído afuera que adentro, que siga permaneciendo “inédito” para nosotros o que siga siendo marginal, a pesar de sus enormes méritos.

Confieso que no he podido leer todos. La autora, recelosa de su obra, y de este libro singular, tuvo la gentileza de fotocopiar solo un par de cuentos. Ese puñado basta para considerar al libro como un libro clásico de la literatura fantástica peruana. La experiencia de lectura de sus cuentos ha sido más que provechosa e iluminadora en todo sentido. Por razones de espacio, dejaré mi análisis para otro texto que vengo preparando. Solo quisiera terminar esta primera glosa a este magnífico libro con las últimas palabras de su “Testamento” (último texto del libro): “Será espúreo todo ejemplar que no lleve la firma de la autora”. Felizmente, estas fotocopias, sí llevan su firma.


Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola