La narrativa fantástica como fantasma
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
En este artículo analizaré grosso modo la situación de la producción de literatura fantástica (a la que puede incluirse sus variantes como el horror y la ciencia ficción) dentro del sistema literario peruano y que podría extrapolarse a otros ámbitos del continente americano, dado que existen obvias similitudes. En este caso solo hacemos referencia a los textos narrativos que forman parte del sistema culto (de carácter urbano y escrito en español) y dejaremos de lado la literatura popular (mitos, leyendas) y la indígena (de corte oral y en quechua).
Hay que considerar que el sistema literario tiene 3 ejes: a) la producción; b) la distribución y circulación; y c) la recepción y el consumo. Estos tres ejes forman una unidad y forman lazos y relaciones visibles.
Decimos que lo fantástico es marginal y lo es no por la escasez de producción –dado que en la última década la producción (a) ha ido en aumento de modo significativo- sino porque (b) aún no tiene un canal de circulación adecuado y porque en el ámbito de la difusión (c) los espacios oficiales e institucionales aún son pocos y no están en relación con lo que representa el fenómeno de lo fantástico dentro del cambio de paradigma del realismo como forma dominante.
Así pues lo fantástico como fantasma solo alude tanto a su condición de “presencia ausente” (o “ausencia presente”) dentro de las historiografías o revisiones críticas dominantes. Es decir: está y a la vez no, es visible y a la vez invisible. Habita en el corpus literario pero no está integrado al canon. Veamos algunos aspectos del sistema.
1. La máquina de producir libros
En este primer eje, la mayor producción de libros del género fantástico pertenece al universo de las editoriales independientes (a las que se añaden las ediciones de autor). Estas empresas tienen dos objetivos fundamentales: mantener viva la “bibliodiversidad”, que ofrece tanto contenidos como títulos distintos dentro de la “oferta” común del mercado del libro. Y de otro lado, la rentabilidad, porque toda empresa editorial (así sea independiente) debe de garantizar su propio auto-sostenimiento, para permitirse continuar editando libros. Solo la provincia de Lima, capital del país, tiene una población aproximada de 8 millones 500 mil habitantes. Para ese universo potencial, el tiraje de las editoriales independientes oscila entre 300 a 500 ejemplares por cada título. Demás está decir que estos tirajes no tienen correspondencia con la cantidad de habitantes y que, a pesar de ese pequeño número tardan años en agotar sus ediciones. De ello se puede desprender que la lectoría en Lima es baja, que no hay una circulación adecuada o que los pocos lectores no gustan de este tipo de libros o que simplemente no tienen dinero para consumirlos.
En el otro ámbito se encuentran los grupos editoriales transnacionales que acaparan casi todo el mercado del libro. Tenemos a los españoles del Grupo Planeta, fundado en 1949, cuya expansión se radicalizó hacia los años 80 del siglo pasado y que cuenta en su catálogo sellos como Seix-Barral, Emecé, Minotauro, entre varios otros. Y de la fusión de capitales norteamericanos y alemanes surge en 2013 Penguin Random House, que cuenta con sellos como Alfaguara, Ediciones B y Debolsillo, entre otros. Al igual que el Grupo Planeta, posee una línea en castellano y sucursales en cada país con el propósito de explotar (como se suelen hacer con los yacimientos petroleros o metales preciosos) los recursos literarios nacionales de cada país. Si bien incorporan a algunos autores locales a su catálogo, a diferencia de las editoriales independientes, su principal objetivo es la rentabilidad, es decir, ganar dinero. Y para ello, se apoyan en la publicidad y su difusión positiva en los grandes medios de comunicación (prensa y TV.). Tienen públicos objetivos hacia quienes orientan sus publicaciones.
En este último ámbito tiene similitudes con otras industrias culturales como el cine o la música. Se trata de acaparar un solo estreno en todas las salas de cine posibles durante todo el día (o semanas), sin dejar espacio a otro tipo de cinematografías (menos aún el proveniente de países latinoamericanos, ausente en las carteleras “comerciales”); o lanzar un “hit” musical que dure unas cuantas semanas en el ranking, para luego lanzar otro nuevo y mantener así vivo el mercado. Se trata de consumir y desechar.
2. Invasores del espacio exterior
Al igual que en la producción hay dos circuitos. El primero es de tipo independiente a través de pequeñas librerías, con un solo local, en donde es posible encontrar una mayor variedad de títulos provenientes de las editoriales independientes. A este circuito puede agregarse las ferias de libro, los festivales de literatura, los congresos, coloquios, y las presentaciones propiamente (inevitable ritual para presentar en sociedad la nueva publicación). Pero este circuito tiene limitaciones ya que la obra solo estará disponible en las fechas (u horas) que dure la actividad. En última instancia queda tratar directamente con el autor de la publicación, lo cual es bastante frecuente, pero no es parte de un sistema moderno de circulación del libro.
De otro lado, se ubican las grandes cadenas de librerías que dan prioridad a las producciones de los grupos editoriales transnacionales, no solamente a través de las pilas de libros, su ubicación estratégica dentro del espacio de la librería, la rotación (cada cierto tiempo los libros en exhibición que no se venden pasan a ser devueltos a los distribuidores para que ingresen nuevos títulos), sino en la saturación visual de la publicidad sobre el libro a venderse. Se privilegian los best-sellers internacionales, ya que la literatura es entendida como entretenimiento evasivo. Así, por ejemplo, la obra de Stephen King es mainstream y goza de gran lectoría (en este punto no podemos afirmar que el terror gótico no sea popular), pero no ocurre lo mismo con autores locales del género (¿Falta de publicidad o “alienación” del lector que prefiere lo foráneo?). Esta narrativa anglosajona que se consume está basada en los modelos de la cultura estadounidense (cine y TV) que va desde Netflix (que algunos toman erróneamente como repositorio de la cultura independiente), hasta Disney y Star Wars (lo más mainstream).
Hay un concepto de base que es el nacionalismo (el apego a la propia cultura) y a mayor escala el latinoamericanismo, que hoy están ausentes debido a la falsa idea de la globalización y la “internacionalización” de la cultura, y que en el fondo es solo la expansión de la cultura estadounidense a escala planetaria y que borra las identidades locales y las tradiciones literarias, privilegiando aquellas que se parecen a sus propios formatos. Así, se desprecia lo propio y se privilegia lo foráneo. Pero hay algunos países que protegen a su propia industria cultural, como Argentina que recientemente ha puesto freno a la importación de libros españoles, para fomentar el consumo de aquellos producidos por su propia industria local. Recordemos que Argentina representa para España el 35,2% de sus exportaciones [cfr. https://elpais.com/cultura/2020-10-04/argentina-frena-la-importacion-de-libros-espanoles-por-su-mala-tinta.html ]
Los canales de distribución y circulación oficial se dan principalmente a través de las librerías. De la cifra del Previo de venta al público (PVP), las librerías se quedan con el 40%. Es decir, por ejemplo, si el libro se vende a 50 soles (unos 14 dólares), la librería se queda con 20 soles ($ 5.5) y los 30 ($ 8.5) restantes irán al distribuidor (que puede ser la propia editorial que cumple la función de almacenar y distribuir los libros, además de hacer el seguimiento de las ventas para el cobro respectivo). Generalmente no hay contratos firmados entre autor y editorial que incorporen las regalías, así que la distribución en librerías es un tema aparte. Para tener una idea del PVP, en Perú el sueldo mínimo es de 930 soles (aproximadamente unos 260 dólares; aunque es claro que dada la informalidad laboral existente y la explotación, los sueldos reales son en muchos casos, más bajos que el sueldo mínimo oficial), así que los libros de ficción de autores independientes o de nuevos autores (que oscilan entre los 30 y 40 soles, unos 9 y 11 dólares) o de los publicados por los grupos transnacionales (que oscilan entre los 60 y 70 soles, unos 17 y 19 dólares) es prácticamente un objeto inalcanzable para los sectores medios y bajos. Las leyes actuales mantienen al libro como un bien de lujo.
Adicionalmente, como en muchos países existe también el mercado de libros de segunda mano o usados, de costo mucho más bajo que el de las librerías formales. Aunque es frecuente ubicar títulos con una antigüedad a partir de tres a cinco años hacia atrás, a veces pueden conseguirse libros recién publicados, pero no es lo habitual.
3. Tiempo de leer a las transnacionales
En este último eje tenemos tres ámbitos: el “lector en general” (aceptemos con convención que existe un lector de clase media dispuesto a comprar un libro, pero sin mayor criterio que aquel que es dado por los medios de comunicación), muy diferente al lector universitario de humanidades o afines (más especializado, aunque no necesariamente con mayores recursos); y las lecturas hechas por el mundo periodístico y el mundo académico-universitario.
En cuanto al lector en general que “descubre” el libro veremos que está alienado tanto por considerar que lo extranjero anglosajón es mucho mejor que lo local-nacional (una operación que viene desde la escuela, el entorno familiar y que se refuerza a través de los medios de comunicación y del propio mundo académico-burocrático) y acaso porque sus modelos de ficción están moldeados según los ya anotados líneas atrás (la cultura estadounidense asumida como universal). Este lector se inserta en esta tendencia de valorar más lo nuevo, lo novedoso, lo último, que justamente es lo que el mercado dominante le ofrece.
En cuanto al mundo periodístico, su influencia es central, y da mayor cobertura a las publicaciones extranjeras y provenientes de las editoriales transnacionales. La presencia de la producción independiente local es casi nula, así que el periodismo se encarga de mostrar un panorama errado de la bibliodiversidad existente en el país. No sé si sea un fenómeno peruano, pero mi impresión es que en Argentina –a diferencia del Perú- hay una mayor presencia de sus autores locales en sus propios medios. En líneas generales la crítica periodística tiende a ser políticamente correcta (asistimos frecuentemente a la lectura de “clásicos contemporáneos”, “imperdibles”, “imprescindibles”, de “lectura obligatoria”, etc.) porque su fin no es tanto explicar o analizar necesariamente las estructuras temáticas o formales, sino vender el libro al lector y fomentar el consumo. Esto operación se conecta con difundir casi exclusivamente los libros editados por las transnacionales. Si bien algunas contratapas tienen textos ambiguos que no hacen explícito la condición de texto fantástico (porque existe un claro prejuicio de denominarlos de ese modo), algunas sinopsis escritas también pueden ser engañosas. Estos medios periodísticos construyen así un “canon” que va moldeando el mercado, apoyado muchas veces en el ranking o la lista de los libros más vendidos, que resulta también engañosa dada la baja lectoría y al hecho que solo recoge datos de las cadenas de librerías.
Finalmente, el mundo académico-universitario es marginal en cuanto a que su influencia en la sociedad real es casi nula y las valoraciones apenas salen de los claustros. Como toda institución se rige por la tradición. La academia ha construido el canon narrativo con base en el realismo, así que todo lo que no sea en estricto realismo social se ve excluido a los márgenes o periferias de los estudios literarios. Pero la academia también es subalterna en cuanto a que sigue en muchos casos, no solo una teoría literaria foránea, sino también las agendas que promueve la academia estadounidense, que pone énfasis en el estudio de la violencia, la memoria, la novela histórica, o la diáspora en la literatura latinoamericana, que acá se replica y reverbera sin mayor discusión. Somos lo que los otros dicen que somos. En ese punto lo fantástico es marginal.
Estas son pues algunas ideas generales sobre el sistema literario, que en realidad es mucho más complejo. A ellos quisiera agregar dentro de la circulación el enorme desfase existente respecto de obras publicadas que tardan años en conseguirse debido a una mala o nula distribución en librerías, que se agrava aún más cuando se trata de autores regionales (fuera de Lima) cuya presencia es también casi nula. Y de otro lado, el colonialismo que aún pervive en Latinoamérica ya que si bien ha habido un auge de la escritura fantástica a nivel continental, para que estas obras tengan circulación dentro del propio continente, primero deben de salir de sus países, pasar por las editoriales españolas (como la madrileña Páginas de espuma o la barcelonesa Candaya) y retornar al continente con el prestigio de haber sido editado afuera (y con el significativo aumento del PVP) para que puedan circular, cuando lo lógico es que este proceso sea directo, sin la intermediación europea, que sería más rápido y menos costoso.
No creo que el libro digital sea una alternativa a mediano plazo para mejorar la circulación de los libros en esta parte del continente (o incluso su valoración dentro del ámbito académico): ese formato ya existe y aún no pueden conseguirse los libros. Si bien, dadas las condiciones en las que nos encontramos la venta de libros en formato digital parecería ser una buena opción, los lectores aún prefieren los libros en papel. Quizás el paradigma cambie en los próximos años, pero recordemos que varias las editoriales peruanas, por ejemplo, no tienen muchos de sus libros en ese formato, y que desde acá, tampoco se pueden conseguir todos los títulos extranjeros. Los proyectos colaborativos entre varios editores independientes internacionales, que en simultáneo pudieran organizar un catálogo en común podría acaso ser una buena alternativa. Mientras tanto lo fantástico seguirá habitando como fantasma esa “casa embrujada” sin posibilidad de hacerse visible, o de encarnarse en un cuerpo propio, y tener un espacio para sí mismo.