Alex
Ginés. Los black metal también lloran. Huánuco: Wasamandrapa, 2017. 105 p.
Álex Ginés (Huánuco, 1981) es autor de Los black metal también lloran. El libro
reúne un conjunto de relatos referidos a la comunidad metal en Huánuco. Tiene
un registro humorístico y costumbrista, apela al lenguaje de la calle, al
estilo de Oswaldo Reynoso. El título busca desmitificar o, mejor dicho, no
tomarse muy en serio la condición de “black metal”, subgénero metal asociado a
un estilo de música fuertemente tanático y anticristiano. También alude a la
famosa novela mexicana “Los ricos también lloran” de 1979. Aquí encontramos la
clave del libro: el melodrama, que se orienta en Ginés, hacia el humor. No
tiene la melancolía y el vacío existencial por la pérdida, como ocurre en el film Metalhead
(2015) de Ragnar Bragason, sino que muestra a un grupo de jóvenes nocturnos que
asisten al pogo, beben licor en las calles y son tomados por la comunidad como
hijos de Satanás, pero que solo buscan la triada “sexo-drogas y rocanrol”.
El autor manifiesta diversas influencias: “Luis
Hernández, Andrés Caicedo, Yukio Mishima, Marcel Schowb, Carson McCullers, J.D.
Salinger y Thomas Mann todos fallecidos” (Correo, 2017); “Andrés Caicedo, Luis
Hernández, Bukowski y Ribeyro, aunque realmente son muchos los escritores que
uno admira. Por ejemplo, también me gusta Lovecraft y Salinger, aunque
últimamente leo novelas gráficas: Neil Gaiman, Art Spiegelman y Charles Burns” (Ahora,
2018). Lo que hace Ginés es intentar crear un estilo propio a partir de su
experiencia de lo popular, lo que termina por carnavalizar esa realidad a
través del lenguaje.
La mezcla es uno de los ejes, y esto lo lleva a subvertir
sentidos como cuando uno de los personajes es calificado como “chichero
satánico” (37), otro sostiene que “¡Estamos tocando un death trash neo grincore black folk viking metal” (62). O en uno de
los cuentos agregados cuando afirma: “Los Motley Crue con Poison [tenían] un
inclasificable look de rosquetes forajidos […]” (96). Esas mezclas bien pueden
describir el libro, pues parte del estereotipo del “metal” para mostrar otro
lado: sus penas juveniles.
El factor político aparece diluido a través de críticas
al sistema: “el país está pobre, el presidente un ladrón, nunca trabajamos en
lo que queremos, y nuestro fútbol siempre será una cagada, una pena” (11); los
habitantes son “sobrevivientes de gobiernos mal habidos, del Chino y su yuca,
del Caballo y su litio” (12). El libro se cierra con la imagen
desmitificadora de los “hombres de negro”, pues al final dice el narrador que:
“Y dicen por allí que sus mujeres los golpean y ellos [los “metaleros”] lavan
los platos escuchando su heavy metal, su trash metal y su death metal” (87).
Elton Honores