Jack
Martínez Arias. Sustitución. Lima:
Emecé, 2017. 131 p.
Jack Martínez Arias (La Oroya, 1983)
publicó en 2014 Bajo la sombra. Una
primera novela en el que la familia era el eje central. En esta segunda
entrega, el eje se mantiene pero hay una mejor articulación de los contenidos
de la trama. La historia es sencilla, un viaje que realiza el personaje central
sirve como pretexto para revisar un hecho de su pasado familiar y su propia
identidad. Se tratan dos historias, la del hijo y la del padre. El hijo es
inseguro en cuanto a sus afectos y podríamos decir que carece de experiencia
amorosa. El padre resulta todo un misterio. En realidad el secreto del padre es
el motivo que hace que la novela avance y mantenga el interés del lector.
El padre es un personaje fantasmal
que parece haber sido sacado del mundo ribeyriano, en especial de “Alienación”,
es uno de esos peruanos que para obtener la nacionalidad norteamericana van a
la guerra, y obtienen otras “marcas”. El primer conflicto es de la
nacionalidad. La patria resulta siendo una entelequia artificial. La patria no
existe para quien es ciudadano del mundo, pero este sentimiento choca cuando
confrontas tu pasado, tus raíces. No se pueden negar, no se pueden sepultar:
está ahí, como una presencia fantasmal que retorna.
La historia del hijo adquiere tintes
insólitos cuando, por amor (o miedo), se ve obligado a mentir sobre su familia,
a la persona que ama. Es una versión masculina de Sherezade (como en La conciencia del límite último de
Calderón Fajardo), que debe seguir hilvanando un hilo que sabemos solo puede
conducir a una decepción mucho mayor. La idea de inventarse una familia no es
nueva. Está en las comedias norteamericanas como en Just Go with It (2011) o We're
the Millers (2013); o en las españolas Familia
(1996) de Fernando León de Aranoa o en esa obra maestra del fantástico La ardilla roja (1993) de Julio Medem.
Pero aquí contiene tintes trágicos. Como señala el personaje, este le seguirá “mintiendo
y recordando muchas de las cosas que ya le había dicho, retando mis propias
habilidades de invención y memoria, evadiendo mis recuerdos reales y recurriendo
a mi falso pasado” (67). Dado que el personaje da su “testimonio” de vida a la “científica
social”, tal operación pone en tela de juicio la veracidad del testimonio y la
nula capacidad de quien recoge la información. Incluso ella confiesa que ha
modificado los otros testimonios para que se parezca al de él, que en el fondo
sabemos que es falso.
Cuando
la historia del padre se devela hacia el final, los estereotipos afloran: el
padre militar (soldado-héroe) y la madre prostituta. Por momentos inverosímil,
esa relación culmina de modo trágico: el padre asesina a la madre (las razones
se explican en la novela). Ese crimen quizás pueda alegorizar tanto los crímenes
de Estado (el padre) como la ausencia de la mujer ángel (la madre, altamente
sexualizada) en la sociedad actual, lo que hace que la noción de familia tradicional
se desestructure. Y que ese sea el verdadero objeto de deseo del protagonista:
la búsqueda de un lugar-hogar.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos