Tinta expresa 5. Año V / N°5. Número monográfico: Identidad y nación: Literatura peruana del siglo XIX.
La aparición del N° 5 de Tinta
expresa* es una buena ocasión para ocuparnos de las letras peruanas y de la
ruta que vienen siguiendo. Sin embargo, como en el afiche se me presenta como
‘conocedor’ de la literatura de nuestra antepasada centuria, me voy a permitir
ocuparme únicamente de eso, es decir, de los artículos sobre la literatura peruana
del siglo xix que, en la revista, cuya impecable presentación es justo destacar,
reúne varios trabajos importantes reunidos bajo el epígrafe de Literatura, identidad y nación.
Sería un lugar común insistir en que la historia de la literatura del
siglo xix está aún pendiente de prepararse:
poco se ha dicho sobre lo que se escribía en tiempos de la Independencia
y quienes lo hacían; las poesías y obras dramáticas de Pardo y las obras
completas de Segura y Rojas y Cañas datan de pocos años atrás; todavía no se ha
publicado una buena edición de las Tradiciones
de Palma y quienes lo estudian se ven obligados a utilizar la de Aguilar de
1953; es casi imposible encontrar textos
aceptables de Gamarra y en la edición COPE de las de González Prada se sigue
denominando “La Sabanita” al semanario “La Sabatina” que dirigió Luis Enrique
Márquez en 1872, repitiendo el error de la edición PTCM de la década de 1940. El comentario podría extenderse
aún más.
La publicación que comentamos ofrece, bajo el rubro Epicentro, artículos dedicados a estudiar distintos aspectos de la
obra de Juan de Arona (1839-1895), Mercedes
Cabello (1845-1909), Clorinda Matto (1854-1909) y Zoila Aurora Cáceres (1872-1958)
y dos de carácter más amplio que se refieren, uno, a la sátira y el poder desde el siglo xvi
hasta el Costumbrismo y otro, al canon de la literatura peruana.
Si bien los escritores decimonónicos peruanos antes identificados
pertenecen a generaciones sucesivas, las
obras que aparecen estudiadas por los autores de los artículos del número de Tinta Expresa que comentamos tienen un
interesante acercamiento cronológico: así, a la novela Blanca Sol (1888) sigue Aves
sin Nido (1889) y la aparición de El
Chispazo (1891) aunque Oasis de arte
(¿1910?-¿1911?) es ligeramente posterior. Ahora quiero ocuparme únicamente de
los tres primeros. El período aludido tiene dos características, una política y
económica y una literaria. Desde la
perspectiva política y económica, este período comienza cuatro años después de la
desocupación territorial siguiente al Tratado de Ancón y al caos político en
que se encontraba nuestro país: la desmoralización y la crisis económica
posterior a la guerra, el triunfo revolucionario de Cáceres contra Iglesias
(1885) y el gobierno del primero hasta 1890, la fuerte resistencia política a
propósito de un acuerdo con los acreedores extranjeros, la sangrienta
revolución de Piérola (1894-1895), etc. Desde
la óptica de la literatura, entran en plena vigencia los ataques de González
Prada y los integrantes del Círculo
Literario contra Palma, comienza el ingreso de la literatura modernista
(Darío, mejicanos y rioplatenses,
desaparecen los últimos rezagos del romanticismo y se debilita el realismo y el naturalismo, etc.). Es en medio de este desorden en que concluye
la literatura peruana del siglo xix y comienza la del xx. Puesto que en el medio cultural y literario
había un rechazo por todo lo que pudiera tener sabor a Virreinato y España, una
revisión de las revistas culturales de la época nos sorprende puesto que no es
posible determinar con rigor cuales eran los modelos que, en reemplazo de
aquellos, nuestros escritores seguían. Y esa duda se mantiene hasta el ingreso
de la Vanguardia. Pero cabe analizar estos artículos.
Al referirse a Blanca Sol
(1888), novela de Mercedes Cabello de Carbonera, Mercedes Victoria Maynas
Medrano se ocupa de un texto valioso que había quedado opacado por la exitosa El conspirador que Cabello publicaría
cuatro años después (1892) y en la que la imagen del personaje central se
asemeja demasiado a Nicolás de Piérola que si bien sería un gobernante
destacado a partir de 1895 el imaginario popular seguía teniendo presente su
discutible carrera política que comienza en la década de 1860 y culmina con su
desastrosa participación en la Guerra del Pacífico que acababa de concluir. Tal como lo observa la autora, Blanca Sol es una novela que tiene
rasgos románticos, realistas y naturalistas, lo cual no debe extrañarnos por
cuanto esa caracterización es propia de casi todas las novelas del último
tercio del siglo xix ya que la pervivencia de la novela romántica, en especial
aquellas exitosísimas de folletín, tuvo suficiente fuerza como para controlar a los textos
realistas y naturalistas que si en Europa en cierto modo aparecían confundidos
entre sí, en el Perú como en la mayoría de los países hispanoamericanos solo se
podían distinguir muy difícilmente. En
este trabajo, la autora destaca el interés de Cabello por promover ya no la
educación para la mujer sino, en particular, su trabajo. Como registraba hace algunos años Ismael
Pinto en un libro fundamental para el estudio de la época, la Cabello invocaba “…proporciónese trabajo a la mujer, porque al hacerlo, se
abre una fuerza de moralidad y riqueza pública.” Trabajos como éste no solo ponen de relieve la
enorme importancia de doña Mercedes dentro del ámbito de la literatura sino su
posición como pensadora que se adelantó a su tiempo y que, como consecuencia de
su triste final y del limitado papel que tuvo la mujer en el Perú durante los
años de cambio de siglo, resulta lamentable que aún no se cuente con una
edición de sus novelas.
Entre nosotros, el nombre de Clorinda Matto de Turner se encuentra mucho
más difundido que el de Mercedes Cabello y ello deriva del hecho de que su
novela principal, Aves sin nido, se
haya convertido en la primera novela
peruana sobre el indio y la novela peruana del siglo xix con el número mayor de reimpresiones. La novela tiene una trama que la acerca al
romanticismo pero está ambientada en medio de un paraje en el que durante
siglos el gamonal serrano había abusado del indígena. Mientras la Cabello
estuvo dedicada a formular seria y rigurosamente planteamientos destinados a
mejorar el país, Clorinda Matto tuvo un importante acercamiento con la política
partidaria y el apoyo que le brindó al gobierno del general Cáceres determinó
que una vez derrotado éste por las ‘montoneras’ que apoyaban a Piérola se viera
obligada a salir del país para no volver.
La declaración inicial del autor de Nación,
identidad y frontera en la prosa de Clorinda Matto de Turner, Álvaro
Torres-Calderón Cisneros, establece los propósitos de su artículo:
“La labor y proyección
de los textos de Clorinda Matto de Turner, en conjunto, van más allá del tema
del amerindio, de la amerindia, de la mujer o del aspecto religioso. Todos sus
temas son fundamentales para la construcción de su imaginario, donde la
identidad y el futuro liderazgo de los americanos se forman por el
reconocimiento de su propia historia, la de América, desde los Incas hasta el
presente.”
Y con el propósito anterior es que Torres-Calderón promueve la relectura
de algunos textos de Clorinda: Aves sin
nido, Boreales, Miniaturas y Porcelanas y Cuatro Conferencias sobre América del Sur. Y al ocuparse de la primera de las novelas,
que aparece en momentos en que el Positivismo había entrado a dominar en el
Perú, observa, repitiendo a Alberto Tauro, que “…González Prada redujo la emancipación de la mujer a una lucha de
hombres contra sacerdotes por el control de las almas y mentes de las mujeres”
y que Mariátegui tampoco les concede la importancia que hubiera estado de
acuerdo con el criterio innovador de los Siete
Ensayos. Por eso, concluye Torres
Calderón, es necesario repensar la obra de la Matto puesto que no solo desecha
las posiciones de los conservadores sino que pone en tela de juicio el carácter
innovador de los que llama los “civilizadores” que no han mantenido una
posición coherente entre las renovaciones que postulan y su actuación en la
vida pública.
Claudia Berríos Campos es la autora del tercer artículo que cubre la
primera década posterior a la guerra; se ocupa de la Crítica satírica en los primeros números de El Chispazo, publicación de Pedro Paz Soldán y Unánue, más conocido
por su seudónimo Juan de Arona. La autora se limita a analizar los primeros
números de la publicación que, cuando aparece, ya se presenta como
continuación de La Saeta, otra publicación
de Arona que había circulado bajo su
dirección y total autoría 30 años antes.
Arona fue un hombre
especialmente dotado para el trabajo serio y, aunque parezca paradójico, para
la sátira desarrollada con seriedad. Los
planteamientos de El Chispazo que,
por lo tanto, eran los de su autor y propietario, revelan a un hombre amargado
que, una vez perdido su derecho de propiedad sobre el fundo Arona, comienza a
usar el seudónimo de Juan sin tierra
o su equivalente en cuatro o cinco idiomas más.
Arona fue un hombre díscolo, lo que le valió ser agredido en más de una
ocasión por aquellos de los que se burlaba.
Ni las escritoras Matto y Cabello pudieron salvarse de sus, por qué no
decirlo, insultos. La publicación da
testimonio del encono del propietario por la corrupción pero, como bien dice
Berríos en su artículo, “…expone una
imagen que configura al sujeto letrado satírico como el individuo necesario
parta cimentar el orden y el progreso de la nación; al mismo tiempo, introduce
su [propia] figura en la carrera política para regir el destino de la patria”. Lo dicho es cierto solo en parte puesto
que había sido funcionario público de importancia y en algún momento el
presidente Morales Bermúdez le hace el ofrecimiento de una cartera ministerial,
lo que declina.
Quisiera resumir para no ser demasiado extenso. Tinta
expresa ha seleccionado un grupo de artículos bien escritos tratando de que
ellos puedan proporcionar, a través de la literatura (novela, sátira), una idea
cabal de lo que se pensaba en el Perú a fines del siglo xix. Por aquellos años,
setenta después de la Independencia, perfilar la realidad nacional era un tema
materia de debate: la clase política no había reparado aún que el Perú habría
de ingresar al siglo xx sin tener ninguna de sus fronteras delimitadas; la
prensa local se había concentrado en la búsqueda de los responsables de la
derrota en la Guerra del Pacífico; los ideólogos finiseculares (y en especial
la masonería) se había concentrado en los ataques contra la Iglesia (tópico al cual no es ajeno Riva Agüero
cuando en 1905 publica su Carácter de la
literatura del Perú independiente), en la universidad el Positivismo luchaba
con denuedo contra los últimos rezagos del Escolasticismo. Lamentablemente,
todos estos eran esfuerzos limeños y de gabinete. En la práctica, lo que con
los años se ha denominado ‘…el Perú
profundo’ permanecía inalterable y
la preocupación por lo que la literatura podía aportar al desarrollo nacional
era mínima.
Por eso, artículos como los tres que he comentado tienen valor puesto
que ponen en conocimiento de los interesados lo que en realidad pudieron haber aportado los intelectuales de aquellos años si su
capacidad de gestión o sus aportes hubieran sido debidamente valorizados.
Y eso debe inducirnos a promover el estudio de la literatura del siglo
xix (a partir de las inexistentes
bibliografías) y a revaluar lo que significó o pudo haber significado dentro de
la formación de lo que actualmente entendemos como el Perú.-
* Texto de presentación del Dr. Alberto Varillas