Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *
José Güich Rodríguez. Control terrestre. Lima: Altazor, 2013.
Probablemente Control terrestre (2013) de José Güich (Lima,
1963) sea un libro referente de la literatura fantástica contemporánea en adelante.
No solo está bien escrito, no solo se nota la técnica, sino que evidencia una consolidación
del autor en las formas de lo fantástico y la ciencia ficción. No necesita
radicar en Barcelona para conseguir lo que busca (como lo hicieron en el pasado
los escritores del “boom”) o como uno de sus personajes en este libro (y que
por cierto le va mal), le basta con Lima, una experiencia cotidiana que
padecemos todos con nuestra ciudad, una ciudad única que el lector avisado
descubre como propia. Y aquí está el magisterio de Güich, hacer de lo local
algo global, algo que convoque a una humanidad real, no en abstracto (o lo que
nos queda de ella por la hipertecnología).
Empecemos por el principio.
Güich se las ingenia para hacer de una arquitectura local, un elemento clave de
cf. “Control terrestre” es un cuento que juega con la memoria de una ciudad que
ha olvidado su pasado, una ciudad en colapso, pero que perviven ciertas formas
de vida imposibles. Güich logra metaforizar fricciones, tensiones entre
personajes sumidos en relaciones de poder. Podríamos decir que acaso sea una cf
hecha de materiales pobres (es decir, tomados de una realidad específica, como
lo hace también Daniel Salvo) o simplemente distinta, en fin, lo cierto es que
funciona, así como el misterio que embarga al lector al final de este cuento.
En “El sembrador”, un extraño
visitante, un viajero del tiempo va anunciando las catástrofes que vendrán por
obra de los seres humanos (en este caso, por obra de los hombres), un profesor
que debe lidiar con los traumas de una guerra (con Chile). Aquí aparece otro
elemento de sus relatos: la historia. Nuevamente la memoria, pero también la
intención de reescribir la historia desde la ficción como una forma de
disconformidad con el presente, como un modo de compensar los desastres de la
guerra.
“Nocturno de Viena” es también
un cuento de cf por la posibilidad del portal que intercomunica dos tiempos
distintos. Pero también se trata de otro tópico: la condición del artista y las
implicancias futuras de su obra en generaciones posteriores, efectos que no
dependen directamente de este y que muchas veces son imposibles de entrever o
preveer.
“Boca de payaso” trae algo
nuevo a los cuentos de Güich: el humor negro. Güich sigue siendo un escritor en
el sentido clásico del término, un escritor con un registro grave, por momentos
trágico, pero aquí hace otra cosa, juega con el lector, le va dando pistas.
Güich logra la ironía. Es un nuevo camino que se abre al autor. Definitivamente
ha sido escrito por el otro Güich.
“El visitante” es un relato
fantástico que construye una suerte de ucronía, el presidente Fukuyama dirige
el país con la asesoría de Monteblanco (¿historia conocida?), en ese universo
los principales criminales en cárceles están quedando ciegos por obra de un criminal
en serie. Este no es otro que Coppelius, con reminiscencias al mito alemán del
XIX, pero también a “El hombre de arena” de Hoffmann. Es un policial fantástico.
“No mirar por las ventanas” es
un relato que se mueve entre lo fantástico y la cf. Nuevamente aparece la
condición del artista que necesita del éxito. Pero el éxito encubre una
paradoja, ya que supondrá la suspensión de la vida del personaje –el escritor en una nueva condición
incierta, provocada por los misteriosos hombres que suben y bajan cilindros de
un container y lo capturan. Y la
fantasía implícita de obtener el reconocimiento fuera del país y volver
triunfante como autor extranjero.
“La nave olvidada” es un
homenaje a Paulet y los viajes espaciales. También es un relato de cf, cuyo
final recuerda a ese clásico de Ribeyro, “Demetrio”, cuento poco conocido del
maestro, pero de gran intensidad y cuyo final abierto sorprende. En el cuento
de Güich el encuentro final también es incierto pues no sabemos hacia dónde va el
personaje ni cómo se explicará la activación de la nave, solo sabemos que eso
ocurrirá.
Finalmente, “El archivo de N”
es un cuento en donde reaparece Teruel, personaje fetiche del autor en un
episodio oscuro que involucra a Ricardo Palma y el capitán Nemo de Verne, que
adquiere una dimensión real y no ficcional, en el marco de la guerra con España
de 1866.
Un elemento cruza varias de
las ficciones y es la visión, la capacidad de ver, ya sea por medio de
binoculares en “El sembrador”, “El archivo de N”, de alta tecnología como en “Control
terrestre”, la fascinación de ver en “La nave olvidada” (que es también un
homenaje a todo el cine de cf clásico norteamericano) y en “La boca de payaso”
(aunque aquí el ver sea por la fascinación previa al horror) o el miedo a
perder la visión de modo violento en “El visitante” o “No mirar por las
ventanas”. Son personajes sensoriales que se mueven entre el miedo a la
castración (según Freud en su texto sobre lo ominoso) y el voyeurismo
compulsivo por las imágenes.
Es un libro hecho y dedicado para
los amigos, quizás esa sea una de las claves del éxito (como Bryce, podemos
especular que Güich escriba acá para ser más querido por sus amigos); el otro
es el indudable talento de Güich para mostrarnos que –jugando con el título- no
poseemos control sobre lo terrestre, que estamos aún muy lejos de ello, y que
como Cortázar lo fantástico abre una fisura en ese mundo que asumimos como
normal y cotidiano y que Güich ha llegado para mostrarnos ese borde desconocido
desde este lado del espejo.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos