lunes, 16 de septiembre de 2013

John Cuéllar. El hombre que falseaba su historia y otras narraciones. Huánuco, 2013.

 
 
Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *
 
John Cuéllar. El hombre que falseaba su historia y otras narraciones. Huánuco, 2013.


Tras el experimentalismo y el carácter metafísico y onírico de El cuarto enigmático y otras narraciones (2011), en el que el narrador rehuía de la experiencia realista, John Cuéllar (Huánuco, 1979) en El hombre que falseaba su historia y otras narraciones (2013), hace un ajuste más ambicioso y riesgoso aún: volver a esa misma realidad sobre la base de la estructura del relato hiperbreve. En este nuevo libro, Cuéllar aborda mediante una serie de imágenes de pobreza, un mundo grotesco, de miseria y horror, que aparece ante el lector como si mirara por el ojo de la cerradura, ya que invita al lector a metamorfosearse en espectador de lo que no se quiere ver, aquello vedado y periférico: el horror en una dimensión íntima y acaso en un escenario costumbrista. En muchos relatos no hay una historia en sí misma, son narraciones en donde los personajes son solo los sobrevivientes –en muchos casos–, o pertenecen a los sectores bajos o emergentes. Quizás los grandes referentes para la construcción de estos relatos sean los textos claves de autores como Congrains o Ribeyro, en especial, “Los gallinazos sin plumas”.

En El hombre que falseaba su historia y otras narraciones, el ser humano fracasa en sus proyectos; en otros, se impone el concepto: “Poderoso caballero es don Dinero” de Quevedo, con el objeto de pervertir las normas, al hacer que los culpables estén libres. Al trabajar con relatos hiperbreves, se potencia el carácter alegórico y simbólico de los personajes, que encarnan así valores o antivalores. Pese a la extensión, Cuéllar consigue abordar la psicología de sus personajes mediante las propias acciones.

Un grupo fuerte de relatos son los relacionados al universo de la pedagogía, en los que parece irrumpir una nueva picaresca, con sus personajes aprovechados, tramposos, libidinales, transgresores. Este elemento está ligado con otros personajes del  libro, ligados a la política. El cinismo, la mentira de los políticos, el chisme, la ambición de poder, la ludopatía, la locura, la hipocresía, el totalitarismo, la corrupción política, el mundo criminal, la prostitución, son solo algunas de las series temáticas. Son textos que se aproximan a lo real en la medida que muestran lo que no funciona, o mejor dicho, que en ese mundo la corrupción moral solo genera malestar; y la pobreza, incomodidad.

Si bien la gran dominante será el realismo, Cuéllar no deja la fantasía en textos como en “Caja China” o  los de ciencia ficción: “El hombre del tiempo” y “Fin del mundo”. En “El hombre del tiempo”, el personaje es descentrado, escindido, al verse a sí mismo en ese espacio-tiempo, lo que genera no solo un conflicto de identidad, sino que lo obsesiona hacia la construcción de una máquina que le permita viajar en el tiempo; en “Fin del mundo”, la exacerbación del Apocalipsis va generando un descreimiento masivo al punto que inevitablemente irrumpe el Armagedón. Es decir, si bien ambos anticipan el futuro lo hacen desde su lado negativo: el futuro no traerá felicidad individual ni justicia social, sino caos. El hombre que falseaba su historia y otras narraciones no deforma la realidad ni construye una nueva, es más bien un catálogo de pequeñas perversiones cotidianas inscritas en una paradoja denominada convencionalmente como “realidad”.*

             Con este libro, Cuéllar va a la contra del común denominador del microrrelato contemporáneo (otra notable excepción sería Oprimidos y exprimidos de Juan Rivera Saavedra, sobre la violencia política) enfocado en una visión insólita, sorpresiva, fantástica de la realidad. Aquí la realidad va infectando la trama, ensuciándola, haciendo que el lector se aproxime a lo real, a aquello que no se quiere ver y causa náusea. Son textos pensados desde la experiencia de una clase media y baja de la sociedad, cada vez con menos oportunidades, con menos optimismo. Las ilustraciones de William Huasco ayudan  a imaginar esa realidad grotesca y hasta cierto punto, deforme. En suma, es el libro extraño del microrrelato peruano contemporáneo, que representa la realidad desde un neorrealismo auténtico.**
 
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
*[Prólogo, pp. 11-13]
** adenda 24 de septiembre de 2013.