martes, 3 de mayo de 2011

Distorsiones de David Roas. Madrid: Páginas de espuma, 2010. 172 pp.



David Roas. Distorsiones. Madrid: Páginas de espuma, 2010. 172 pp.


En los relatos de David Roas (Barcelona, 1965) todo es posible. O imposible. Su nuevo libro de cuentos Distorsiones, se divide en dos partes: Espejismos y Asimetrías. La primera parte contiene los textos más extensos. La segunda parte, los más breves. Una sola idea mueve el libro: la desmitificación en sus múltiples sentidos (lo político, lo religioso, el sexo, el mundo infantil, los sentimientos humanos, la familia, la reproducción…).

En “Volver a casa” Roas se vale de la microhistoria, de la historia no oficial (o alternativa). Sobre la base del aterrizaje humano en la luna, Roas imagina lo que nunca jamás ocurrió (¿o sí?): la envidia y odio humano de Collins frente a Armstrong y Aldrin momentos previos a la “conquista” de la luna. Así, instala en la estructura del libro, la historia del loser, del perdedor. No parece haber grandes actos o grandes hazañas: todo acto humano está manchado por la más anodina realidad, por el horror más cotidiano (jugando con un título anterior suyo). Como todo moderno, Roas, se erige así como un crítico de la sociedad moderna al desmitificar los “grandes” acontecimientos de la humanidad. “Recuento” es un buen ejercicio imaginativo para preguntarnos por nuestras propias vidas, es decir, en la felicidad alcanzada, que siempre resulta siendo breve o menos de lo que pensamos. Nuevamente, el punto de vista resulta fundamental. A su vez, desmitifica la idea de la vida plena en la tierra. O de aquello sea posible. “Los caminos del señor” es la historia del fracaso de una buena samaritana. Por momentos me hizo recordar el tono de los cuentos de Ribeyro (maestro para graficar el fracaso humano) y en particular, de “Alienación”. De igual tono ribeyriano es “Elegido para la gloria” en donde se pone de relieve la pérdida de la heroicidad en el mundo moderno. Ironía mayor si el personaje se llama Ulises, más parecido al de Joyce que al de Homero.

Con reminiscencias a Poe, “La casa ciega” se inscribe dentro del tópico de los espacios fantásticos. El relato se mueve más en el terror psicológico, en lo prohibido, en el vuelo de la imaginación antes que en la facticidad de lo propiamente fantástico. La casa se construye para el personaje como la posibilidad de salir de la rutina, cada vez que pasa en su ruta de viaje diaria. Pero frente a la posibilidad de la maravilla o el horror, el personaje prefiere la comodidad de su asiento de tren. En “Das Kapital” una situación fortuita, única, permite al personaje viajar en primera clase. Desde ahí, parece que el punto de vista (ideológico) cambia significativamente. Si esto es posible entonces lo fantástico es un fenómeno que depende – en parte– del punto de vista, es decir, de quién mira. En ambos relatos la inacción física caracteriza, moldea a sus personajes. “Usos y abusos del comunismo” me deja dudas: ¿es una crítica a la ideología objetualizada, petrificada, cosificada? o ¿es una añoranza inconsciente por la pérdida y “comercialización” del comunismo? o ¿es un intento de devolverle el “aura”? Con Roas nunca se sabe. O las tres cosas. O quizás ninguna. O quizás otra.

“La vida natural” es un relato de horror que entre líneas dialoga con las matanzas nazis en los campos de concentración. Llama la atención la frialdad del soldado Hans, quien narra los envíos que hará a su familia (los envíos se basan en objetos que son requisados a los propios judíos –todo esto entre líneas). Como para argumentar que hasta los criminales tienen sentimientos de familia.

Hay en el libro tópicos clásicos de lo fantástico (el doble, el diablo, los muertos). En “El precio del placer” juega con el tópico del doble, al igual que en “Duplicados”, en clave de cf. En este último se pone énfasis a los hechos que son reinterpretados por el sujeto. Lo mismo ocurre en “Sincronía”. “Sympathy for the devil”, título tomado del clásico de los Stones, insiste en la figura del diablo. En “El sobrino del diablo” irrumpe el tópico del pacto. Otro cuento del mismo ciclo sería “La conjura de los brujos”, con la magia negra. “Silencio” es un relato con una vuelta de tuerca similar a Sexto Sentido de Shyamalan, Los otros de Amenábar o El espinazo del Diablo de Del Toro. Lo mismo podríamos decir de “Celebración en familia”. En estos dos últimos, los muertos terminan hablando, comunicando.

“Vinieron de dentro de”, que juega con título del clásico de Cronenberg, podría deberse a la aversión (especulo) de Roas a los niños (o lo que ellos puedan significar alegóricamente). De nada serviría psicoanalizar ahora a Roas. Da igual. Lo cierto es que la risa oída desde el vientre materno parece ser más una risa diabólica, satánica, tal como se presenta en el relato. La imagen me recuerda también al Erarserhead de Lynch. En “Juegos de bebé” nuevamente el niño representado resulta alguien inservible pues no puede valerse por sí mismo, es cosificado. La mirada del niño frente a los sucesos le da verosimilitud al relato, como también ocurre en Ajuar Funerario de Iwasaki. Pero volviendo a Roas, en “Locus amoenus” la lluvia de niños que caen del cielo y anuncian la tormenta, insisten en el niño como signo (negativo) de lo que vendrá, del futuro, al igual que la risa desde el vientre. Otros relatos del ciclo serían “Idiosincracia” y “Tópicos”.

“Psicopatología de la vida cotidiana” es un guiño a American Psycho de Easton Ellis y a Pulp Fiction, con soundtrack incluido de los Sonic Youth. “Ascensión y caída de Chico Bola” me recuerda a la alucinante imagen final de El Monje de Lewis. En muchos sentidos “Excepciones”, pienso, tiene mucho de Buñuel, en particular de El ángel exterminador. En Buñuel, la historia gira en torno a una reunión burguesa en una casa, de la cual, inexplicablemente, no podrán salir. En Roas, a la inversa, se trata de un sujeto que no puede entrar a su departamento (cuando intenta entrar, vuelve a salir), siendo similares la expectativa mediática.

El relato que cierra el libro “Demasiada literatura” nos recuerda que nuestra realidad es menos fantástica y que todo hecho imposible depende no tanto del azar o de la casualidad, sino del punto de vista (que al personaje, en distintas partes del mundo, le den siempre la habitación 201, resulta por lo menos inusual, por lo tanto, inquietante). El azar siempre está ahí, pero depende de cómo interpretemos un hecho para convertirlo en imposible, o darle el estatuto de inexplicable. Nuestras distorsiones de la realidad son puntos de vista. Constantemente distorsionamos nuestra realidad para sobrevivir (como en Lost Highway de Lynch), para organizar el caos de la realidad, pues la realidad es tan vana y monstruosa que el horror está en aquella. Con este libro, Roas demuestra una madurez narrativa en los laberintos del relato fantástico. Sin duda, Distorsiones es un libro imperdible, tan igual como ese otro anterior y magnífico titulado Horrores cotidianos. Distorsiones es un bombardeo a muchas de nuestras convenciones y creencias desde la ironía, el humor, la risa, pero también desde el terror o el horror que nos ataca diariamente.


Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola