martes, 18 de julio de 2023

Gustavo Rodríguez. Trece mentiras cortas. Lima: Alfaguara, 2006. 172 p.

 


 

Gustavo Rodríguez. Trece mentiras cortas. Lima: Alfaguara, 2006. 172 p.

              Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) es escritor y comunicador, estudió Publicidad en el Instituto Peruano de Publicidad, ganador del Premio Alfaguara de Novela 2023. En 2006 publicó su libro de cuentos titulado Trece mentiras cortas. El libro en mención es presentado por la editorial como un conjunto de historias “irreales” y que la lingüista Martha Hildebrandt en la contra-carátula refuerza al sostener que son cuentos “de suspenso con toques de realismo mágico más bien cortazariano”. De los trece solo uno puede calificar como estrictamente fantástico (nos referimos a “Encuentro en un bar”; “El último cuento de este libro” es una fantasía). En su mayoría pueden catalogarse como cuentos extraños, y otros poseen un registro claramente realista.

              Pero antes de abordar ese cuento en particular quisiera reflexionar sobre los textos de contra-carátula y paratextos. En cuanto a la noción de “cuento irreal” ¿son irreales tanto “Demetrio” de Julio Ramón Ribeyro, como alguno de los de Los Inocentes de Oswaldo Reynoso? ¿Pueden ser catalogados ambos como irreales? Es claro que no. Se trata de una licencia editorial bastante laxa ya que en el fondo toda la literatura es irreal, pero no toda es literatura fantástica. El mundo real, la realidad es muy diferente al mundo de la ficción. Incluso el periodismo (o la publicidad) e incluso la historia siguen siendo artificiales. Pero dentro de la ficción el lector sabe qué puede ser irreal o no. El realismo es irreal por más que se base en hechos reales o tenga una pretensión documentalista, objetiva, “científica” o historicista.

El libro de Rodríguez contiene como pórtico trece epígrafes, inteligentes todos, pero uno llama más la atención: “Estos son los malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”, firmado por Cicerón (106-43, a.C). La idea es que el lector ubique el epígrafe en el cuento correspondiente, pero más allá de lo lúdico la cita de Cicerón resulta actual por cuanto habría un carácter parricida e “irrespetuoso” hacia las figuras literarias canónicas (es decir, ya no siguen a los “padres”, los nuevos escritores se están “rebelando” contra la autoridad al decidir que son ellos los que deben o pueden escribir); y de otro, el hecho que “todo el mundo escribe libros”, es decir, todos creen que tienen algo que contar, un algo, una cosa que pueda tomarse como literatura. Y agregaríamos que así como “todo el mundo escribe libros”, tampoco “ya nadie quiere leer literatura”. No es un secreto que hay algunos narradores que no leen y que consideran que su experiencia de vida es tan valiosa que merece contarse a través de la ficción (y que, salvo excepciones, también sabemos que el publicar en grandes editoriales es algunas veces un asunto de contactos, amistades, círculos, y no necesariamente de talento).

              Rodríguez es un narrador con oficio y sabe contar una historia. Entretiene, sin duda. Lo que más resalta es la ideología del narrador. Grosso modo diremos que se representa una voz perteneciente a la clase media “aspiracional”, hasta cierto punto amable que logra cierta empatía con el lector. Los espacios frecuentes son San Isidro y Miraflores (también Trujillo), se reitera las imágenes, los recuerdos de la adolescencia desde la nostalgia, no libre de cierto humor, el colegio de seminaristas, etc. Los personajes pueden viajar (y residir) en otros países, poseen propiedades (departamentos nuevos, autos). El narrador usa la nostalgia y el humor como recursos narrativos frecuentes. Las influencias reconocibles son principalmente Ribeyro, Bryce, y el melodrama telenovelesco.

              En cuanto al texto en mención (“Encuentro en un bar”)  se trata de una pequeña joya del fantástico que trabaja el tema del doble o “Doppelgänger”. Esta vez se trata de un encuentro cuádruple, es decir, el personaje central se encuentra en un mismo espacio tiempo con sus otros “yos” del pasado. Y lo hace de un modo casi perfecto. Este es el único cuento “irreal” del conjunto. Y a nuestro criterio el más sobresaliente.

             

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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