J. J. Maldonado. El amor es un perro que ruge desde los abismos. Lima: Emecé, 2021. 238 p.
El amor es un perro que ruge desde los abismos es una novela escrita por J. J. Maldonado (Lima, 1990), periodista, quien ha publicado anteriormente otros libros de narrativa. Esta novela -de título bukowskiano- se centra en el personaje juvenil de “Diosito” en un “Callao imaginario”, de ambiente urbano marginal, es por ello que con claridad aparecen dos referentes inevitables: Los inocentes (1960) de Oswaldo Reynoso y Al final de la calle (1993) de Óscar Malca, pero ambientados en la época actual, con cabinas de internet, la presencia de extranjeros malandros, la violencia e inseguridad ciudadana, prostitución, drogas, etc. Si en la novela pionera de Reynoso la collera celebraba las aventuras del ladronzuelo conocido como “El príncipe”, mientras juegan al taco, se debaten entre amores imaginarios de chicas de barrio decentes y prostitutas, o iban “a comprar el pan”; en Maldonado hay una radicalización propia de los tiempos actuales: consumen droga, se dedican al robo al paso (o planean dar un gran golpe), asisten a prostíbulos (en este punto los ritos de la sexualidad se mantienen casi inamovibles; aunque la masturbación pública en Reynoso era un castigo humillante, acá es expresión del exhibicionismo insano). En cuanto a la novela de Malca, tienen en común con la de Maldonado el futuro inmediato del joven marginal desempleado, sin experiencia laboral, consumidor de drogas. El rock subterráneo de Malca es desplazado por el rap callejero, la cultura skater y ciclista. Es decir, hay bases en común y también matices diferentes. Este universo juvenil de Maldonado está determinado por la marca de objetos, prendas de vestir, las modas juveniles del primer mundo que se replican en el cuarto mundo, en el que la apariencia es más importante que el ser, y en el que aún pervive lo racial como un modo de clasificar al otro.
Ahora bien, la novela narra una serie de eventos relacionados con el personaje central que resultan reiterativos (drogas, vicios, sexuales, fantasías adolescentes). En algún momento el personaje sostiene sobre otro que “Nadie en su sano juicio podía enfatizar algo con tanta insistencia a menos que fuera una absoluta mentira” (110). Esta frase puede aplicarse también al primer arco de la novela. El conflicto central aparece solo cuando “Diosito” cree que será padre (tiene como pareja a Romana, la líder de una banda de chicas, las Heathers, pero luego se develará que es una mentira de ella para sacarle dinero a sus diversos amantes). A partir de este segundo arco es que hay una motivación del personaje para lograr un mejor trabajo, dejar las andanzas de la pandilla, etc., en suma, madurar (o volverse adulto). Este miedo o crisis de la paternidad conecta con la denominada “autoficción peruana” (conflicto con el padre o ser padre), aunque puesta no en personajes de clases altas limeñas sino urbano-populares (es falso pues que solo “Los ricos también lloran”). En el último arco se incluye la develación de la mentira (no será padre) y se suma un nuevo motivo: liberar a una chica -de nombre Selva- que está siendo objeto de tráfico y explotación de mujeres (demás está decir, que no solo le salva, sino que se va con ella en una imagen que remite a la icónica E.T. de Spielberg). El final de la novela tiene la ambientación similar a Attack The Block (2011), con la diferencia que en vez de una invasión alienígena, se trata de matones de la red de tráfico de mujeres que intentarán recuperar a “Selva”.
Pero la novela es realista y usa con frecuencia un registro grotesco -a partir de la hipérbole- que resulta ascéptico y frío, porque no provoca humor ni tampoco asco (aunque claro, esto depende de los “nervios de acero” o sensibilidad del lector), pero están puestos en la novela con esa función que en mejor de los casos se cumple a medias. Desde descripciones sexuales, más ligadas a parafilias, pasando a fantasías corporales. Lo más destacado en este punto es integrar referencias del anime japonés a la novela, no solo como citas sino como versiones alternas justificadas por su propio trabajo como diseñador para una empresa de animes porno piratas, que luego se devela como de explotación sexual real.
Dentro del grupo hay un personaje menor en protagonismo dentro de la banda Big Boy, de apodo “Smiley”, pero muy sugerente, que ingresa a la Facultad de Letras de San Marcos. De él se dice que: “Constantemente renegaba de su suerte en la literatura y solía decir que todo en esa élite cultural era pura porquería. Una vez me confesó que los poetas eran una sarta de cerdos vendidos al sistema, que existía una mafia dentro de las editoriales transnacionales para elegir caras bonitas, que los novelistas llegaban al éxito gracias a sus padrinos en los medios de comunicación, que solo los blanquitos y pitucos tenían voz para publicar sus poemarios y mierditas, y que los sanmarquinos como él estaban vedados en el universo literario peruano por cholos, feos y misios” (47). El componente clasista y racista de la industria cultural oficial limeña salta a la luz, además del necesario padrinazgo.
También está el proyecto del “Gran Poema” de “Diosito” (escribir un verso en billetes de diez soles que tendrán una mayor circulación que los propios libros, que se acerca a la poesía conceptual; y que remite parcialmente a la acción romántica en Serendipity) que es plagiado por poetas de clases altas, “con versos epidérmicos y mediocres. Estoy seguro que se trata de algún poetastro pituco que se percató del esquema de tu proyecto y que ahora se le ocurrió hacerlo en un billete de más valor […] un hijo de puta con plata, un blanquito de mierda, un huevón que, por pura posería, se la quiere pegar de intercultural y progre. Es uno de esos y ya lo tengo más o menos fichado. Y si tú y yo no hacemos algo pronto, el cabrón estará saliendo en reportajes de televisión, periódicos y ferias de libros como el poeta revolucionario del momento. Nada me sorprendería de ese ambiente que es prácticamente la comparsa orgiástica de nuestras letras nacionales […]” (139-140). Vemos que el “No es plagio, es copia” se ha normalizado; y de otro, el espectáculo necesario para la promoción y venta del autor que desplaza incluso al texto.
Los elementos metaliterarios y la incorporación del anime japonés son los elementos más valiosos de una novela, que si bien tiene antecedentes en la narrativa peruana, está influenciada por la cultura norteamericana y la globalización.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos