domingo, 21 de noviembre de 2010

Güich Rodríguez, José. El misterio de la loma amarilla. Lima: SM, 2009. 157 pp.




Güich Rodríguez, José. El misterio de la loma amarilla. Lima: SM, 2009. 157 pp. *


Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad San Ignacio de Loyola

José Güich (Lima, 1963), es uno de los escritores más importantes de la narrativa fantástica peruana contemporánea. Es autor de tres libros de cuentos: Año sabático (2000), El mascarón de proa (2006) y Los espectros nacionales (2009). En esta oportunidad nos entrega su primera novela El misterio de la loma amarilla, mezcla de novela policial y novela fantástica.

La acción transcurre en Lima, en dos tiempos muy marcados: 1968 (presente del enunciador) y 1921 (año en donde se ubica propiamente los hechos de la loma amarilla, que da origen al título y que el narrador recuerda). El personaje central es Pablo Teruel, joven intelectual sanmarquino nacido en 1900, rebelde, iconoclasta, contrario al régimen del dictador Augusto B. Leguía, aficcionado a las investigaciones “detectivescas”. Como buen investigador, hará uso de métodos e hipótesis racionales en busca de explicaciones a los hechos planteados como insólitos o raros.

La trama de la novela se centra en una misteriosa loma en donde se producen extraños fenómenos climáticos; además de ello, los animales y los habitantes perciben la anomalía del lugar a través de un miedo y angustia, sin asidero racional. El propietario, el señor Eriguren (además de amigo personal de Leguía, aquél es miembro de las celebraciones del centenario de la independencia) está interesado en vender el predio y para ello, necesita resolver cuanto antes lo que ocurre en la loma amarilla. Recurre, por medio un intermediario, al joven Pablo Teruel –una mente superior–, para que resuelva ese misterio. Conforme avanza la trama de la novela, irán apareciendo otros episodios misteriosos y aventuras que vivirá el personaje principal.

A semejanza de El terror de Arthur Machen, novela en donde los hechos inexplicables (muertes brutales de seres humanos) encuentran una explicación, no diremos del todo racional sino más bien, alegórica (las muertes fueron producidas por los animales que se han rebelado contra la brutalidad y la violencia de la Primera Guerra Mundial); la explicación que se da en la novela a tales hechos, entra sin duda, en el ámbito de lo fantástico.
Desde la comodidad del año 68, establecemos de golpe que el narrador (en los días previos a una entrevista) ha podido librar con éxito este caso ocurrido en 1921 y que en los recuerdos del viejo Teruel, es el primero de envergadura. Ello hace que el lector se interese más por el cómo, antes que por el final mismo (en otro ámbito, una situación paradigmática sería la de Álex, en la escena previa al suicidio, de La naranja mecánica de Kubrick: el narrador-personaje no podría “morir” pues es finalmente el que está narrando el relato). El recurso del “dato escondido”, es manejado con maestría por Güich.

Simbólicamente, el autor busca establecer un paralelo entre los hechos históricos de 1921: la celebración del centenario de la independencia del Perú, la dictadura de Leguía, las revueltas estudiantiles o los lentos procesos de modernización urbana de Lima; muy distinta a la del año 68: las revueltas parisinas, la masificación de la televisión y difusión de la cultura de masas (con guiños al lector a series como la Dimensión desconocida o la de Alfred Hitchcock presenta; o al film Viaje a las estrellas), el primer viaje alrededor de la luna, los Beatles, Bob Dylan, … De todos estos, es clara la circularidad entre las revueltas de Mayo del 68 y las 1921 propiciada por lo jóvenes, que plantean dos ámbitos: uno negativo, pues se trata de una situación circular, en donde el descontento juvenil frente a la generación anterior siempre se dará; otro positivo, pues la fuerza de los jóvenes pueden llevar a un verdadero cambio político de la sociedad.

Si bien la novela se mueve dentro del género policial y el fantástico, la novela resiste la recreación histórica del período, pues en la novela aparecen miembros de la generación del centenario como Luis Alberto Sánchez, Raúl Porras Barrenechea y José Carlos Mariátegui como personajes figurantes. En este punto solo me interesa sugerir, hasta qué punto las ideas de estos notables intelectuales siguen vigentes. Implícitamente, desde la ficción, se plantea que los jóvenes rebeldes e iconoclastas sanmarquinos de los años veinte (Sánchez, Porras) o Mariátegui, serán absorbidos posteriormente por el sistema oficial y sus ideas “canonizadas” como lo “políticamente correcto”. Incluso del propio Pablo Teruel, se menciona que es un periodista respetadísimo, luego de su trayectoria en el diario El centinela.
Güich toca, además, uno de nuestros traumas fundamentales, nuestro “espectro nacional”: La Guerra con Chile (para otros, La del Pacífico) y en particular, la Batalla de San Juan, pues la loma amarilla sirvió de punto estratégico para la resistencia contra el enemigo chileno de 1881. Pero no se trata de un mero “chauvinismo”, sino que la inserción de este elemento tiene el sentido de un alegato contra las guerras.

Decíamos, anteriormente, que la novela se inserta en lo fantástico. En el mundo representado, la “explicación” que se da a los extraños fenómenos de la loma amarilla (que incluye la presencia de seres nocturnos con raros atuendos, que “desaparecen” ante los ojos humanos), obedece a la existencia de una raza superior que habita bajo tierra, debajo de la loma amarilla. Sorpresivamente la novela da un giro enorme, del registro pretendidamente “realista” a otro “fantástico”; para otro tipo de lector, esta situación podría enmarcarse dentro de las utopías (para algunos, claro antecedente de la ciencia ficción), pues como sabremos por medio de Teruel, se trata de una sociedad ideal, en donde todos son iguales y no hay guerras, “(…) una comunidad ideal, autosuficiente y sin conflictos, donde el bienestar llegaba a todos sin excusión” (147). Irrumpe así el tópico de las ciudades subterráneas o civilizaciones habitadas por seres superiores, a las que se pueden acceder por medio de portales que abren otras dimensiones. Ello plantea una pregunta simple: ¿Cómo evolucionaría una sociedad sin guerras ni violencias?

Llama la atención la reacción inicial de Teruel frente al contacto con esta raza, pues ni se extraña ni se maravilla al ser consciente de su existencia clandestina bajo tierra. Simplemente la acepta, quizás por ser él mismo, una mente superior. Enterado del peligro de su existencia que corren, tras haber sido alterados los instrumentos que contaban en la superficie para controlar su clima, los cuales, les permitían vivir (Eriguren ha ido “huaqueando” progresivamente el lugar, y con ellos los raros instrumentos, sin saberlo), Teruel decide ayudarlos.

En esta última parte (la novela está dividida en diez secciones más un epílogo), la situación se resuelve: Eriguren devuelve los instrumentos, más por el negocios que por temor a su propia imagen (154). Teruel se las ingenia para explicar los sucesos de la loma, sin dar a conocer la existencia de esta sociedad ideal.

Temáticamente, la novela incluye las pesquisas bibliográficas, con lo cual, podríamos hablar de ciertos ecos o reminiscencias de Borges, además de perfilar las aptitudes intelectuales del protagonista; ciertas escenas de humor y diálogos efectivos. La novela es también un homenaje a Serling, guionista de la Dimensión desconocida (con frecuentes historias sobre civilizaciones a las que se pueden acceder por medio de “portales”, desde nuestra más anodina realidad); a la saga novelística juvenil de Alfred Hitchcock y Los tres investigadores, escrita por Robert Arthur –por el tono ágil y fresco con en el que está narrado la novela. Incluso hay ciertos ecos de Stalker de Tarkosvky, en la atmósfera enrarecida de la loma amarilla.

Sin duda, nos encontramos ante una novela de género, cuyo personaje Pablo Teruel, (protagonista de otro cuento anterior de Güich, “El otro monitor”), tiene grandes posibilidades de desarrollo, ya que cuenta con todo el potencial para protagonizar una serie de aventuras, de las que a priori, sabremos que saldrá indemne (por lo menos hasta las acontecidas antes de 1968) y que sin duda, apertura una literatura de entretenimiento, en el buen sentido de la palabra, como defendiera el finado José B. Adolph en múltiples artículos. Como buen narrador que es, estamos seguros que José Güich no dejará de refractar los problemas sociales y políticos que aquejan a nuestro país, tal como ocurre en El misterio de la loma amarilla, libro que se agrega –con matices– a nuestra tradición de novela policial, que incluye a autores contemporáneos como Vargas Llosa, Fernando Ampuero, Javier Arévalo, Pilar Dughi, Peter Elmore o Alonso Cueto.

* Publicado en: Desde el sur. Revista de ciencias humanas y sociales de la Universidad Científica del Sur. Volumen 1 N° 2, Mayo- Octubre 2009, pp. 403- 406.