Abofeteando a un cadáver. Antología de literatura bizarra. Lima: Bizarro ediciones, 2007. 131 pp. *
Desde hace ya un tiempo atrás, han aparecido en Lima diversos sellos editoriales independientes, cuyo interés principal es captar las nuevas propuestas literarias de jóvenes autores o inéditos, con el afán de darlos a conocer al gran público. Uno de estos sellos es Bizarro ediciones, que entre sus libros publicados el 2007, incluye la importante reedición de Para tenerlos bajo llave (1ra edición, 1994, 2da edición, 1999) de Carlos Carrillo.
Con esta política de publicar una “literatura contracultural, underground, antisistema y marginal” (p. 7), es que el editor decide reunir “las voces más destacadas de la poesía y narrativa peruana de los últimos años” (contratapa) e inagurar fundacionalmente la literatura bizarra en el Perú.
Lo bizarro como poética plantea un problema: la dificultad de establecer con claridad cuál es el grado cero literario (es decir qué es “lo tradicional”, aquello que no “ataca” el buen gusto y las buenas costumbres), para entender la definición de lo bizarro como lo extraño, lo raro, lo extravagante, es decir lo que se aleja de la norma; como corpus, tener en claro qué es lo destacado, lo representativo del panorama literario actual; por ello el proceso de selección de textos resulta, como toda antología, algo arbitrario.
El libro se divide en dos secciones: poesía y narrativa. Quizás sea la primera sección la más sólida en la línea de lo bizarro, pues incluye trabajos de poetas con un considerable background en el medio “contracultural”: Leo Zelada, Rodolfo Ybarra; junto a otros como Willy Gómez, Héctor Ñaupari y José Antonio Galloso. A ellos se suman Franz Fisher (Peskador), Raul Alfonso Allaín y Vilo Arévalo. La sorpresa de esta sección la constituye Lord Tiranna, quien con un estilo lovecraftniano, construye un discurso poético interesante con pocos elementos, que incluye lo medieval y lo fantástico. Completan esta primera parte los trabajos de Iván Fernández Davila, Juvino Yauri Bhol, Rudy Jordán y Giancarlo Huapaya.
En líneas generales, la característica principal de esta sección poética es su regodeo en el mal, en la destrucción, en lo gótico, en ciertas reminiscencias eróticas y en lo escatológico.
La segunda sección trae propiamente menos elementos bizarros de lo que el lector pudiera esperar de una antología bizarra. Destacan Cynthia Zegarra, con un relato de corte necrofílico, que puede filiarse al género fantástico y Richar Primo, con un cuento fantástico bajo la modalidad del ghost-history; además de Carlos Carrillo, de quien se toma solo un fragmento de su cuento “Una última perversión”, lo cual hace que pierda la atmósfera inicial del relato.
En esta sección algunos relatos manifiestan el conflicto de la identidad sexual (Thorndike; Podestá); el mundo de la sexualidad infantil (Llosa Vélez; Pardo); cuentos hiperrealistas con una fuerte carga de violencia latente (Castillo) o explícita (Meza, Rimachi Sialer), de marcado tono reynosiano (Carrasco Núñez); o de prosa poética (Ildefonso).
En todos ellos, el erotismo atraviesa, principalmente, las historias. El otro elemento importante es la violencia.
Salvo Zegarra, Primo y Carrillo (con la atingencia de no confundir lo fantástico con el concepto de lo bizarro), las otras propuestas no llegan a ser bizarras propiamente, excepto en determinados momentos; están más cerca del realismo sucio, como el caso de Rimachi Sialer, que narra una interesante historia que juega con ciertos códigos del melodrama, la pornografía y el hiperrealismo, pero que sería poco apropiado definirla como bizarra, pues el relato refiere la realidad de modo mimético: no extraña la realidad.
La principal objeción al libro es lo indeterminado y casi subjetivo del término bizarro, pues parece ser que para que algo sea bizarro, depende en última instancia del lector, es decir que no es un problema textual sino que deja a criterio del lector el otorgar ese adjetivo a los textos antes mencionados, el cual puede llegar a confundir un verdadero texto bizarro de otro que no lo es. A ello se agrega que lo bizarro dependería del medio sociocultural: cuando más ortodoxo y conservador sea el medio, más fácil será ser bizarro. La otra observación es la poca presencia femenina en la antología ¿Acaso las escritoras no son tan bizarras como los escritores?
Sin duda, nos encontramos frente a una antología complicada, pero necesaria, pues permite observar en parte, las nuevas tendencias de la literatura escrita en Lima, lo cual constituye un aporte importante y arriesgado que hay que celebrar.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad San Ignacio de Loyola
* Publicado en un blog literario el año 2008.