domingo, 20 de julio de 2014

Carlos Calderón Fajardo. Doctor sangre. Lima: Altazor, 2014.




Obra maestra ****
Muy buena
Buena
Regular



Carlos Calderón Fajardo. Doctor sangre. Lima: Altazor, 2014. 125 pp.

Quizás los adjetivos queden cortos a la hora de calificar la obra de Carlos Calderón Fajardo (Juliaca, 1946), escritor raro, secreto, narrador gótico, maestro (no diremos ya “escritor de culto” porque para CCF es “[…] una forma de momificación necrofílica” [ALVA 2009])… CCF es ejemplo de quien vive por y para la literatura (no de la literatura). Ganador de premios importantes tanto en el Perú como en el exterior, CCF ha mantenido siempre un perfil bajo, y una honestidad envidiable a la hora de escribir, sin hacer ningún tipo de concesión. CCF es una necesidad en la narrativa peruana contemporánea, es mucho más que un modelo –como lo son también Belevan o Adolph-, dentro de lo fantástico peruano contemporáneo. 

Doctor sangre es su última novela (y esperamos que no sea la última que publica, ya que quienes siguen a CCF saben bien que el autor ha anunciado su deseo de no publicar más). Y no solo cierra magistralmente el ciclo vampírico de Sarah Ellen sino que la novela, además de entretener plantea una reflexión en torno a la fragilidad de las pasiones humanas, la nostalgia de la muerte como algo siempre presente en la vida humana en el umbral, y la alegoría política. Todo ello en distintos niveles de lectura y planos. Insisto, la novela de CCF es una reflexión sobre la muerte (sobre el umbral de la muerte) y también sobre el desamor, sobre el fracaso del amor, sobre la falsedad del amor. La retórica del amor de la que hablaba Henry Miller es develada en su engaño, en su doxa. El amor es imposible, tanto como la tragedia de la existencia.

La primera característica que resalta de la novela es la ambigüedad. CCF posee un dominio de lo incierto e inasible, de lo insólito e inestable como pocos narradores. La ambigüedad e inestabilidad propia de lo fantástico permite dobles lecturas. No hay algo inmutable en la realidad histórica, menos aún en su interpretación. Esta novela está hecha de atmósferas enrarecidas en las que las líneas entre la realidad y la locura (o paranoia) no están del todo claras, sino que se difuminan, se diluyen. Se trata acaso de una realidad líquida la expresada en la literatura fantástica de CCF, incluso asumiendo una interpretación más realista de la novela.

La trama de la novela podría sintetizarse en lo siguiente: el narrador central es un escritor marginal en el ocaso de su vida, un escritor fantasma que ha fracasado no solo en sus proyectos literarios sino amatorios. Es en esta última etapa cuando conoce a Rosalía, una joven mujer iqueña quien lo acoge. La relación empieza a volverse extraña y ambigua pues se deslizan registros fantásticos como la presencia de vampiros (encarnados en la imagen de Sarah Ellen y su misterioso esposo) y la clave política (la crítica a los proyectos de esterilización masiva del gobierno fujimorista). Pero la novela no es un panfleto ni tampoco es fantasía pura. Hay elementos recogidos de la realidad como otros que son artificiales que sirven al autor para proponer una interpretación de esta realidad peruana que parece ser más líquida aún.

Si tuviera que filiar o buscar antecedentes sería Vlad y sobre todo la magistral Aura, ambas de Carlos Fuentes, en esta última en el personaje que reconstruye el pasado, mientras los límites del tiempo presente y pasado se diluyen. En la novela de CCF  las acciones transcurren dentro de atmósferas opresivas similares, en donde lo erótico es clave al igual que el elemento político. Tanto lo erótico, como lo político configuran una narración gótica, al que se suma la presencia del monstruo. En ese sentido esta novela es una novela gótica, mejor aún, es un ejemplo del gótico tropical: la escena en la que la mujer ambigua baila al son de una salsa es notable; pero lo gótico tropical está también en la escenografía, una ciudad árida y en ruinas (un país en ruinas es un país potencialmente  gótico), alejada de los castillos convencionales, con lo cual hay una rearticulación, apropiación, recodificación de lo gótico.

Otra entrada sería el cine. Es evidente la influencia del cine en la novela. No solo la referencia a Los pájaros de Hitchcock en la escena inicial, sino a una visualidad, a una plasticidad al momento de describir pasajes (y diálogos). El efecto de realidad de Barthes funciona en todo su esplendor y logra la verosimilitud necesaria para este tipo de ficción. Doctor sangre es una novela rica en detalles, en pasajes oscuros ligados a la política reciente, a prácticas médicas sospechosas, a la miseria económica de los habitantes. El autor recoge también el imaginario popular sobre Sarah Ellen a través de la voz del chamán del pueblo.

En Doctor sangre el monstruo apenas se vislumbra. Como en las mejores narraciones góticas este es sugerido. Se trata del vampiro, pero en clave realista es también la figura del político y su poder de destrucción. El hombre político es el último pariente de la familia de Dráculas, Frankensteins, Hombres-lobos, Momias y recientemente, zombies posmodernos. El político no es el hombre invisible sino todo lo contrario, es el Gran Hermano que lo controla todo y se perpetúa en el poder para gozar y hacer el mal absoluto. El político como el último monstruo de una estirpe maldita. Es el estereotipo del mal.

Frente a este mal (y la posibilidad de la muerte real) se opone el eros, el amor. Eros y Tánatos se hermanan en la novela, son como las dos caras de una misma moneda. Entonces el amor es una especie de vampirismo que obliga siempre a regresar con el objeto de deseo. Este objeto de deseo, en este caso, Rosalía, es encarnación de la figura del vampiro. Ergo, todo amante es un vampiro que demanda, que pide, que requiere, que necesita algo que solo el otro puede darle. Aquel monstruo no solo se conforma con tener nuestro corazón sino también requiere nuestra alma.

La novela está compuesta de siete capítulos (Rosalía, Sarah, Bailando en una discoteca, El doctor sangre, La verdadera historia del doctor sangre, Beatriz, Alumbramiento). Los personajes femeninos de CCF en esta novela son mujeres locas, al borde del caos, inasibles, desconocidas… La última escena es el horror puro… Es la suma de todas las intuiciones… Es Lovecraft y es CCF… Doctor sangre es la obra absoluta de lo gótico. Qué los góticos escriban sobre otra cosa: CCF lo ha dicho ya todo.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos



lunes, 7 de julio de 2014

Leonardo Cárdenas Luque. Reunión de muertos. Lima: Agalma, 2013. 53 pp.






Leonardo Cárdenas Luque. Reunión de muertos. Lima: Agalma, 2013. 53 pp.


Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *

No es extraño que Leonardo Cárdenas Luque (Lima, 1988) guste de los juegos de rol o la música pop (en este caso, los Smiths e incluso el metal progresivo de Porcupine Tree), pues ambos son signos de su escritura: la imaginación de asumir distintas identidades y letras que hablan de la soledad en el mundo hipertecnologizado, de quienes se asoman a fisgonear perfiles de facebook, a quienes aman en silencio, paradójicamente cuando todo está al alcance de la mano para comunicarse mejor y efectivamente. Pero así como en la cultura literaria nada se crea ex nihilo, el autor retoma ciertas poéticas previas, por momentos romántica, por momentos existencialista, y por momentos fantástica. Lo mejor de sus textos son esas atmósferas melancólicas que construye el autor, así el relato no avance en acciones, el autor representa un mundo perdido y nostálgico al que se quiere volver. Si como señala Andrés Caicedo, “La nostalgia es el miedo a crecer”, ello explicaría la construcción de personajes juveniles que se debaten entre la búsqueda de afecto (“La barrera”) o amores imaginarios mientras se viaja en autobús (“Cosas que pasan…”). Pero a ello se agrega el registro moderno: la crítica del narrador al boom gastronómico, pues el primer relato hiperbreve refiere la miseria de sobrevivir día a día (“La batalla”) y la crítica metafórica al propio crítico literario que busca algo que no existe en el texto (así como se busca inútilmente los huesos de César Vallejo en el cuento "Una zanja tan honda", cuando todo es ceniza). Hay cierto nivel de ambigüedad en “La barrera” pues en el final se deja abierta la posibilidad de tratarse de una invención o fantasía o de si la fantasía del personaje se ha hecho efectiva y se tiene el poder para controlar las acciones de los otros en el mundo y todo ocurre (en apariencia) como uno lo desea (véase la genial La ardilla roja de Medem o incluso Abre los ojos de Amenábar). Se trata de una opera prima mucho más que interesante, cuentos de atmósferas en donde la subjetividad es fundamental para la construcción de ese mundo en cenizas.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos