Obra
maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *
Santiago
Roncagliolo. La pena máxima. Lima: Alfaguara, 2014.
La
pena máxima de Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es una
novela interesante, pues permite hacer algunas reflexiones sobre la cultura popular
e historia local. La novela tiene varios ejes que la hacen atractiva: la Operación
Cóndor, encargada de desparecer a presos políticos contrarios a los regímenes militares
que sacudieron Latinoamérica en los años 70s; la participación del Perú en el Mundial de
fútbol de 1978 en Argentina, bajo el gobierno de Videla; y desde la ficción, los
asesinatos que se cometen en Lima en el marco de ambos hechos históricos reales,
investigados por Félix Chacaltana, personaje de Abril Rojo.
Nos encontramos en los
primeros años de servicio estatal de Chacaltana en el aparato burocrático del
Estado. En esa burocracia que no sirve para nada útil (solo para redactar
oficios, actas; y cuyo trabajo no le interesa al superior inmediato),
Chacaltana parece encajar a la perfección. Un personaje sin ambiciones, cuyo
único propósito es hacer bien su trabajo y de modo honesto, incluso hasta rozar
con el absurdo, pues su perfil psicológico es por momentos, el de un
adolescente haciendo de adulto. Tal es así que a pesar de ser mayor de edad
sigue viviendo bajo la presión de una madre, construida a semejanza de la madre
de Carrie de Stephen King, mujer
viuda, devota y por momentos con un fanatismo religioso similar.
El personaje es tan puro e
inocente (es decir, es idealista y poco práctico) que recibe la sanción de su
jefe, que quiere constantemente “avivarlo” de cómo son las cosas en este país y
de qué debe hacer para mejorar su estatus. Parece ser que el jefe tiene razón,
el país funciona mal, hay corrupción, se trata de no “meter las narices” donde
no se debe, en suma debe practicar la inacción total frente al caos. Aquí se descubre
un problema grave, pues muchos lectores pensarán como el jefe inmediato de
Chacaltana, es decir, le darán la razón y Chacaltana quedará convertido en un
inepto. Esta ingenuidad por cumplir la ley, hace que Chacaltana sea considerado
un epígono de Maxwell Smart o el inspector Clouseau, como sostiene Javier
Ágreda. Pero ¿Por qué nuestros detectives deberían parecerse a Marlowe o Spade de
los años 30s y 40s? Eso sí sería artificial e incluso anacrónico. Chacaltana es
en ese sentido más verosímil.
Desde otra perspectiva, ¿este
país no necesitaría más hombres parecidos a Chacaltana, es decir, más hombres
honestos, que busquen descubrir la verdad?, ¿por qué son percibidos como
ingenuos?, ¿necesitamos gente que haga su trabajo o gente que piensa que lo
mejor es que lo hagan los otros? En este contexto la respuesta debería ser, sí,
es decir, con todas sus imperfecciones, Chacaltana es más valioso que muchos
otros que desfilan en la novela, que solo piensan en fútbol; pero la respuesta
mayoritaria también podría ser, no (dejo la interrogante de porqué un personaje
menos humorístico que Chacaltana como James Stewart en Caballero sin espada simplemente no funcionaría o sería inverosímil,
acá).
Volviendo a la novela, también
destaca la ausencia del padre muerto, cuya figura intenta ser reemplazada por
Chacaltana por Joaquín, su amigo asesinado, luego por Gonzalo, padre de
Joaquín. En ambos casos se fracasa. Pero este fracaso es sintomático: la
búsqueda del padre es la búsqueda de un fantasma, de alguien que ya no está. Y este
tópico recorre la narrativa latinoamericana desde Pedro Páramo de Rulfo hasta El
fantasma nostálgico de Calderón Fajardo. Se puede discutir sobre si el tratamiento
de este tema debe ser grave o en clave de humor, pero en ambos casos no es un
demérito. El humor es un arma tan válida tanto como el realismo más dramático.
Otro elemento que juega en
favor de la novela es la derrota. En muchos sentidos el personaje fracasa. El no
conocer ni comprender la ciencia del fútbol, seguir manteniendo su virginidad,
el no ser “corrupto” son en la novela, disvalores, deméritos. Sus triunfos son
relativos (sostener un encuentro amoroso con Cecilia, descubrir al asesino,
pero no poder iniciar investigación alguna pues él mismo está implicado). Es decir,
el personaje evoluciona, va de inocencia pura a la pérdida de esta, con lo cual
cumple con su proceso de aprendizaje para convertirse (posiblemente) en un
hombre como la gran mayoría. Aprende a mentir, a ocultar información y con esto
entra en la realidad. Su ingreso a la realidad es progresivo, el clímax será
ver directamente los espacios de tortura del régimen argentino.
Y esto nos lleva al otro gran
tema de la novela en el que me detendré: el fútbol. La selección local ha sido mitificada
por la prensa deportiva al punto de que en el imaginario popular existe la idea
que el Perú jugó alguna vez bien o que tenía un gran equipo. Esto, en los años
dorados (1970-1982), no se vio en resultados concretos (salvo la Copa América
del año 75), todo lo demás podría resumirse en buenos partidos iniciales y
finales desastrosos por goleada en los mundiales (1970: 4-2 frente a Brasil;
1978: 6-0 contra Argentina; 1982: 5-1 frente a Polonia). ¿Y qué tiene que ver
esto con la estructura de la novela? Mucho. Así como Chacaltana pasa por este
proceso de la inocencia hacia la pérdida progresiva de esta, el equipo peruano
de fútbol del 78 vive una experiencia similar. De la gloria a la derrota total.
Sobre ese fatídico 6-0 del 78 se
ha especulado mucho. Lo cierto es que en la novela ese performance permite
reflexionar en otro sentido: se juega para perder, se finge que se juega o en
su defecto, se trata de solo simular (al igual que Chacaltana, el consejo de su
superior es fingir, hacerse de la “vista gorda”, etc.). Solo en este sentido el
equipo de fútbol puede asemejarse al proceder de una nación, ¿así “jugaban”
nuestros políticos y gobernantes, nuestras instituciones públicas?, ¿a dejar
las cosas como están sin pretender modificar absolutamente nada y buscar el
modo de acomodarse en ese estado de cosas? Más extremo aún, si el equipo de
fútbol es como el Perú, frente al 6-0 es dramático: si no hubo soborno,
entonces el equipo juega pésimo, nunca tuvimos un “equipo”; si hubo soborno, los
jugadores son corrompibles (lo cual también es más negativo incluso que lo
primero). En ambos casos se desmitifica una verdad a medias. Queda el consuelo
de imaginar que Perú fue sobornado para sentirnos mejor (podríamos haber jugado
mejor contra Argentina, pero decidimos no hacerlo), para seguir pensando en el
retorno de la fantasía (Perú solo puede ir al mundial en la ficción, o recordar
viejos partidos en youtube).
Con un final cinematográfico, La pena máxima parece hablar de fútbol,
pero esconde otra realidad. No solo la realidad de violencia por parte del Estado,
las persecuciones a personas contrarias al régimen militar, o torturas que se
cometen en paralelo al espectáculo deportivo; sino sobre todo de una realidad
política, de prácticas acomodaticias que se mantienen en el Perú del nuevo
milenio. ¿qué tanto ha cambiado el Perú? Un Estado cuyo discurso habla de
libertad pero que se ve coaccionada siempre. La pena máxima no es solo que el
padre mate al hijo, sino que el Estado olvide a sus ciudadanos, saber que nada
funciona bien y que nada podría funcionar bien.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos
Universidad
San Ignacio de Loyola