José
Güich. Los caprichos de la razón. Lima: Altazor, 2015. 246 pp.
José Güich (Lima, 1963) con Los caprichos de la razón, ha escrito, sin duda, su novela más
ambiciosa en varios sentidos. Es una novela compleja en su estructura, en la
que convergen varios planos temporales, cuyos personajes insólitos entrecruzan.
A la vez es una novela histórica, pero alterada en su sentido de pretensión
objetiva y más interesada en la potencia en sí de lo ficcional y en la
introducción de elementos no-históricos, o fantásticos (lo que denominé anteriormente como “neohistoricismo
fantástico”, cfr., “Ortodoxos y heterodoxos…”, 2011). Como en otras narraciones
posmodernas juega con los géneros como el relato de aventuras en clave de CF,
el relato policial de persecución (que recuerda a Richard Kimble de El fugitivo), con escenas propias del
surrealismo y una atmósfera cercana por momentos a The Twilight Zone de Rod Serling. La novela de Güich es esto y más.
En cuanto a la vinculación con la CF, la línea narrativa
principal refiere la persecución del enigmático X, quien haciendo caso omiso a
las directivas del Consejo, ha decidido trasladarse a los pueblos bárbaros para
verificar su hipótesis: ellos tuvieron antepasados violentos. Se desprende que
esos seres del futuro (humanos o alienígenas) viven en una “utopía” que niega
la posibilidad de un pasado común violento, lo que iría en contra de su propia
historia oficial. El disidente X se traslada al Perú de 1824, próximos a clausurar
la independencia definitiva con España. En este punto Güich reconstruye la
historia oficial pero añade un elemento extraño: la persecución, pero esto
sirve para reflexionar sobre la podredumbre política peruana
postindependentista y peor aún, lo que ha significado llegar a la etapa
republicana. Es decir, se revisa la historia para cuestionar sus sentidos y su
impacto en el presente.
Por ello, la búsqueda del individuo X, es superficial,
porque la verdadera búsqueda es la revisión del pasado. De la novela se
desprende que hemos vivido una historia permanente de violencia en nombre de la
razón. Así, el futuro (nuestro presente real) se ve desmitificado: llegar a la
república no ha sido mejor que el régimen colonial, y tampoco se augura una mejora
en algún sistema político. Güich, anticlerical y antimonárquico, es altamente
subversivo, pues los grandes ideales libertarios están condenados al fracaso, al
ejercer violencia desmedida en un círculo perpetuo de destrucción. Los
desastres de la guerra no tienen espacio ni tiempo en la historia universal de
la humanidad. Sea en las luchas independentistas del XIX, sea en el marco de los años
80s del siglo XX, la guerra ha estado presente y su presencia será persistente. Como
sostiene el perseguidor: “Fuimos bárbaros en tiempos olvidados, lejanos, él
aseguraba haber visto las pruebas indiscutibles de las atrocidades, las guerras
intestinas, las colonizaciones de pueblos, la esclavitud, los campos de
exterminio, la eliminación de poblaciones enteras, la utilización de nuestros
semejantes como conejillos de indios para horribles experimentos” (168). Güich
no ofrece una alternativa política al caos, muestra la violencia como lo hizo
Kubrick o Adolph.
De
otro lado, el narrador muestra un rechazo inconsciente permanente a la
centralidad histórica del poder limeño, políticos acusados de lisonja,
arribismo, traición (17), anarquía, pillaje (19). La miseria del Perú actual
puede explicarse por las pésimas conductas de los políticos a lo largo de su
historia republicana. Lima es la ciudad del horror, improductiva, una ciudad y
sobre todo un poder limeño oficial que no sirve para nada. En este punto la
novela es altamente realista y pesimista. Por momentos, parece haber sido
escrita con odio supremo.
Con
todo ello, y por las características antes señaladas, la novela de Güich corre
el riesgo de ser impopular, por la complejidad y orientación política. La
aceptación del relato social es cada vez más difícil, por un lector que niega lo político, cuando el
verdadero monstruo (el poder de la violencia o la violencia del poder) está siempre
ahí, al acecho, esperando despertar, en cada uno de nosotros. Los caprichos de la razón supone un
avance más que significativo en la trayectoria del autor y de la CF peruana. Es
el ejemplo de la madurez que ha alcanzado el género y que lleva varios años-luz
de ventaja sobre algunas otras tendencias. No solo es alta literatura de entretenimiento
sino, además, de reflexión sobre lo humano y sobre nuestra propia historia.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos