sábado, 12 de diciembre de 2015

José Güich. Los caprichos de la razón. Lima: Altazor, 2015. 246 pp.




José Güich. Los caprichos de la razón. Lima: Altazor, 2015. 246 pp.


            José Güich (Lima, 1963) con Los caprichos de la razón, ha escrito, sin duda, su novela más ambiciosa en varios sentidos. Es una novela compleja en su estructura, en la que convergen varios planos temporales, cuyos personajes insólitos entrecruzan. A la vez es una novela histórica, pero alterada en su sentido de pretensión objetiva y más interesada en la potencia en sí de lo ficcional y en la introducción de elementos no-históricos, o fantásticos (lo que denominé anteriormente como “neohistoricismo fantástico”, cfr., “Ortodoxos y heterodoxos…”, 2011). Como en otras narraciones posmodernas juega con los géneros como el relato de aventuras en clave de CF, el relato policial de persecución (que recuerda a Richard Kimble de El fugitivo), con escenas propias del surrealismo y una atmósfera cercana por momentos a The Twilight Zone de Rod Serling. La novela de Güich es esto y más.

            En cuanto a la vinculación con la CF, la línea narrativa principal refiere la persecución del enigmático X, quien haciendo caso omiso a las directivas del Consejo, ha decidido trasladarse a los pueblos bárbaros para verificar su hipótesis: ellos tuvieron antepasados violentos. Se desprende que esos seres del futuro (humanos o alienígenas) viven en una “utopía” que niega la posibilidad de un pasado común violento, lo que iría en contra de su propia historia oficial. El disidente X se traslada al Perú de 1824, próximos a clausurar la independencia definitiva con España. En este punto Güich reconstruye la historia oficial pero añade un elemento extraño: la persecución, pero esto sirve para reflexionar sobre la podredumbre política peruana postindependentista y peor aún, lo que ha significado llegar a la etapa republicana. Es decir, se revisa la historia para cuestionar sus sentidos y su impacto en el presente.

            Por ello, la búsqueda del individuo X, es superficial, porque la verdadera búsqueda es la revisión del pasado. De la novela se desprende que hemos vivido una historia permanente de violencia en nombre de la razón. Así, el futuro (nuestro presente real) se ve desmitificado: llegar a la república no ha sido mejor que el régimen colonial, y tampoco se augura una mejora en algún sistema político. Güich, anticlerical y antimonárquico, es altamente subversivo, pues los grandes ideales libertarios están condenados al fracaso, al ejercer violencia desmedida en un círculo perpetuo de destrucción. Los desastres de la guerra no tienen espacio ni tiempo en la historia universal de la humanidad. Sea en las luchas independentistas del XIX, sea en el marco de los años 80s del siglo XX, la guerra ha estado presente y su presencia será persistente. Como sostiene el perseguidor: “Fuimos bárbaros en tiempos olvidados, lejanos, él aseguraba haber visto las pruebas indiscutibles de las atrocidades, las guerras intestinas, las colonizaciones de pueblos, la esclavitud, los campos de exterminio, la eliminación de poblaciones enteras, la utilización de nuestros semejantes como conejillos de indios para horribles experimentos” (168). Güich no ofrece una alternativa política al caos, muestra la violencia como lo hizo Kubrick o Adolph.

De otro lado, el narrador muestra un rechazo inconsciente permanente a la centralidad histórica del poder limeño, políticos acusados de lisonja, arribismo, traición (17), anarquía, pillaje (19). La miseria del Perú actual puede explicarse por las pésimas conductas de los políticos a lo largo de su historia republicana. Lima es la ciudad del horror, improductiva, una ciudad y sobre todo un poder limeño oficial que no sirve para nada. En este punto la novela es altamente realista y pesimista. Por momentos, parece haber sido escrita con odio supremo.

Con todo ello, y por las características antes señaladas, la novela de Güich corre el riesgo de ser impopular, por la complejidad y orientación política. La aceptación del relato social es cada vez más difícil,  por un lector que niega lo político, cuando el verdadero monstruo (el poder de la violencia o la violencia del poder) está siempre ahí, al acecho, esperando despertar, en cada uno de nosotros. Los caprichos de la razón supone un avance más que significativo en la trayectoria del autor y de la CF peruana. Es el ejemplo de la madurez que ha alcanzado el género y que lleva varios años-luz de ventaja sobre algunas otras tendencias. No solo es alta literatura de entretenimiento sino, además, de reflexión sobre lo humano y sobre nuestra propia historia.

 
Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos