viernes, 11 de diciembre de 2015

Francisco Ángeles. Austin, Texas, 1979. Lima: Animal de invierno, 2014. 141 pp.




Francisco Ángeles. Austin, Texas, 1979. Lima: Animal de invierno, 2014. 141 pp.

Francisco Ángeles (Lima, 1977), plantea en esta novela dos momentos en la existencia singular del hombre burgués: aceptar las reglas morales que impone la sociedad o subvertirlas y autodeterminarse por el puro individualismo. En ambos casos, la novela muestra que el hombre fracasa. El padre del personaje respecto de la posibilidad de romper su matrimonio para iniciar el romance con una de sus alumnas  a quien desea (un amor “idealizado” y de la que finalmente huye), confiesa a su propio hijo: “Fui correcto o fui sensato o fui cobarde o todo al mismo tiempo, pero a larga, con los años, igual uno se vuelve viejo, igual todo se va a la mierda” (123). En cuanto a la relación del hijo –Pablo, personaje central- con Adriana, la hija del psiquiatra a quien acude tras su ruptura matrimonial con Emilia (Adriana busca vengarse del padre sobre la base del sexo son sus pacientes) aquel piensa que “No tenía por qué seguir viendo a esa mujer con la que me había sentido muy bien, pero que podía resultar definitivamente peligrosa […]” (130, énfasis míos). Adriana es el fantasma que llena el vacío sexual del personaje central, es la fantasía sexual masculina hecha real, el puro goce, pero a la vez resulta una amenaza.

Podemos sostener que el personaje atraviesa por una crisis emocional, de inmadurez e incluso sexual. El sexo está allí, pero no es suficiente. La novela trata así de un drama en el que el personaje con algunos rasgos del síndrome de Peter Pan, busca su lugar en el mundo y sobre todo su felicidad. En este punto, la novela de Ángeles coincide con una tendencia de la narrativa limeña contemporánea de refractar la crisis de la familia como institución avalada por el Estado-nación, a la vez que explora los mundos privados, y las crisis existenciales de los atormentados sujetos de la burguesía limeña. Lo político está prácticamente diluido. No parece ser una opción vigente.

Sin duda la novela está bien narrada y bien construida, fenómeno frecuente dentro de las sociedades industrializadas. Quizás lo mejor sea la metáfora del conejo, metáfora que se vincula tanto a la potencia sexual (Aura de Carlos Fuentes) como a la figura del hijo ausente no-nacido o presencia siniestra  (Eraserhead de David Lynch). En esta lectura, la vida del conejo corresponde a la vida matrimonial con Emilia, que no provoca abundancia afectiva sino ruptura, soledad, insatisfacción; a la vez, el matrimonio no logra concretarse objetivamente con un hijo. Al dar muerte al conejo se acaba tanto con la posibilidad de generar descendencia, a la vez corta con las pulsiones sexuales. De alguna manera es una derrota –al igual que en la fantasía del padre-.

La novela también destaca en cuanto al tratamiento de las escenas erótico-sexuales, pero a diferencia de lo que ocurre en relatos como Crash de Cronenberg –basado en la novela de Ballard- o en las novelas de Henry Miller, en donde sí tienen justificación dentro de la trama; aquí asistimos a escenas visuales que están hechas más para la fantasía masculina, digresiones que se desvían de la narración principal de la novela (la crisis existencial, matrimonial, etc.). Con todo, Austin, Texas 1979 de Ángeles, reafirma una tendencia que no sabemos aún si será eventual o permanente (la denominada “autoficción”), pero que presenta a uno de sus cultivadores.


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos