viernes, 5 de diciembre de 2025

Daniel Collazos Bermúdez. Necrópolis. Lima: Altazor, 2015. 136 p.

 


Daniel Collazos Bermúdez. Necrópolis. Lima: Altazor, 2015. 136 p.

Hace diez años, Daniel Collazos Bermúdez (1980) publicaba su opera prima. No he podido ubicar alguna reseña sobre el libro en el año de su lanzamiento (más allá de algún resumen informativo sobre el contenido, o de la propia presentación, que es muchas veces un ritual de celebración, y no tanto un espacio para ejercer la crítica en sí). Incluso el libro ha tenido una segunda reedición interactiva en 2021, que tampoco tuvo ningún tipo de comentario.

Esto nos lleva a pensar no solo en una ausencia de crítica literaria en conjunto que se haga cargo de las producciones independientes (no solo y exclusivamente de las publicadas por las transnacionales), y de otro, de un desborde de otras expresiones y propuestas que se alejan de un realismo social sin imaginación, “anémico”, que apelan más a la biografía simulada, a sus propios traumas de infancia que son expuestos como modélicos para una nueva generación de lectores nacidos en otros horizontes, en donde esos “traumas” (racismo, discriminación, migración, homofobia, machismo) son cuasi inexistentes, o han disminuido sustancialmente por la cultura woke, o lo políticamente correcto.

Hay muchas explicaciones posibles para tal situación de desidia sobre la nueva literatura peruana, más aún en un momento en el que todos quieren publicar, y casi nadie leer. Es claro que en el campo literario existe un claro desfase de libros que circulan por primera vez como “novedades”, incluso diez años después de su lanzamiento como este caso, que es uno de muchos. Pensemos en autores regionales cuyos libros difícilmente circulan en Lima, o en los que ejercen lo fantástico y géneros afines, porque siempre termina por imponerse -entre los escritores y editores- el gusto por el realismo, y la novela, cuanto más voluminosa, mejor.  Así que no nos sorprendamos mucho si los libros que se publicaron en 2025 empiecen a ser leídos recién en 2035.

Necrópolis es un libro excelente por varias razones. El maestro José Güich decía que toda opera prima era más un libro de homenajes, de deudas literarias (lo estoy parafraseando), pero también podemos decir que muchas veces en un primer libro el autor sintetiza mucho de su imaginación porque quiere “darlo todo”, porque, dependiendo de diversas otras circunstancias (o incluso, de la fortuna crítica), ese libro podría ser el último. Y todos los que escriben saben, en un punto de sus vidas, que lo escrito es lo único que podrá sobrevivir. Lo escrito es, potencialmente, una forma de perpetuarse en el tiempo y de ser inmortal.  

Si bien Necrópolis parte de la narrativa criminal ficticia y real, literaria o audiovisual, Collazos tiene la visión para ofrecer a través de estos cuentos, una violencia urbana que se siente real y que se “saborea”. Una digresión: la violencia urbana ha crecido tanto por nuestra incapacidad para protestar o rechazar al mal, por ser permisivo, o políticamente correcto, tal como ocurre en la película danesa Gæsterne (Speak no evil, 2022), que si bien trata parcialmente del “choque” cultural o la diferencia, alude finalmente al mal que no se le ataca. Por ello, cuando la víctima danesa del psicópata victimario le pregunta “¿Por qué hacen esto?”, conscientes que van a ser asesinados, el psicópata responde: “Porque me lo permitiste”. Entonces la negación, el rechazo al otro (maligno) es también necesario para la propia sobrevivencia física y cultural.

Volviendo al libro, la violencia urbana que presenta a Collazos se parece tanto a la que lamentablemente vivimos hoy que parece que la ficción se volvió realidad. Pero el autor lo trata desde cierta ironía en donde lo cotidiano se enrarece y genera miedo, tal como ocurre en “¿Quién mató al americano?”, un juego de palabras que esconde una verdad más anodina que policial, pero que genera crisis en la pareja que ha viajado a un exótico país en luna de miel. La paranoia estará presente en varios de sus personajes.

También hay espacio para lo metaliterario, a través del aspirante a escritor que contrata a un “negro” literario para obtener la fama y el lugar que desea: ser un autor exitoso en ventas y popularidad, como ocurre en “Plagio”. Esta fórmula está medianamente anclada en el imaginario del aspirante a escritor. La literatura deja de ser un acto comunicativo, humano y estético, y se convierte más en un espectáculo, en el que hay que seguir sonriendo, más aún si los reflectores se encienden.

Desfilan por Necrópolis diversos asesinos, algunos con doble personalidad (“Pie izquierdo”); pero están también esos pequeños crímenes, ligados a la infidelidad, como en “Iris”, con ese asesino en serie que fracasa en su plan para atraer a una mujer extraña y robarle los ojos. Si en “Los ojos de Lina” de Clemente Palma, los ojos de la mujer eran ofrecidos como una prueba (imaginaria) de amor, acá tenemos la obsesión del amante por los ojos femeninos que arrebata y colecciona (¿la mujer ya no es capaz de amar?).

La ironía vuelve en “Apagón”, en donde nos trasladamos a la violencia terrorista de fines de los 80, en el que el delirio, la imaginación y la mentira pueden ser también una forma de evadirse de la realidad y de las responsabilidades que conlleva.

Collazos articula en sus trece textos un giro final y sorpresivo, en el que lo accidental y el azar tan presente como en la vida misma, y los crímenes terminan por ser aplastados por la propia realidad.

Necrópolis es un libro que merece una mejor fortuna crítica, ser descubierto, leído. Destaca por su estética noir, su espíritu posmoderno y a la vez, la ambientación decadente de la ciudad, y la ironía que recorren sus historias.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


sábado, 22 de noviembre de 2025

Sarko Medina Hinojosa. Alasitas. Arequipa: Aletheya, 2024. 88 p.


Sarko Medina Hinojosa. Alasitas. Arequipa: Aletheya, 2024. 88 p.

 

Alasita alude a una feria de juguetes y objetos en miniatura que simbolizan deseos individuales. Sarko Medina (Arequipa, 1978) retoma este concepto y ofrece un estupendo libro de microrrelatos, cuyo formato físico es también singular, dado que es también un minilibro de bolsillo. Quedan claras la influencias, grosso modo, de dos autores: Gabriel García Márquez y Stephen King.

Tengo la impresión que el “boom” del microrrelato en Perú tuvo su mayor momento de producción antes de la pandemia. En la década del 2010 se lograron publicar varios libros en esa impronta. Ahora, medianamente asimilada por parte de la crítica, y a la vez cuasi residual (en número de libros publicados), ofrece libros mucho más potentes.

El libro de Medina tiene varios méritos: ampararse en la tradición local para ficcionalizar, tanto en términos, lenguaje, hábitos, o referentes locales, lo que le da un plus al libro, el trabajo de lo oral, la jerga de la calle, la ambigüedad del propio lenguaje juega muy a su favor, sobre todo cuando quiere sorprender al lector con ese contraste irónico entre el título y el contenido del texto. Pero no se queda solo en lo local, sino que tiende a contarnos historias que traspasan las fronteras y que son también globales. Muchos de los personajes buscan una venganza personal.

Uno de los rasgos más claros del tiempo contemporáneo es la violencia urbana y Medina trata esto no desde los códigos miméticos del realismo a rajatabla, sino a través de lo insólito, con guiños a lo fantástico. Es decir, no es un “reflejo”, al contrario, es metafórico, poético, artístico, y también contiene mucho humor negro: Medina es políticamente incorrecto.

También destacan sus personajes femeninos fantasmales. Son entes que regresan a la vida de los vivos para -desde sus afectos- seguir torturando a sus antiguos amantes. Es una visión terrorífica y hasta pesimista del amor, más aún porque el último cuento es tan breve y sobre este tema: el amor es un gran cuento. Si el amor es tan falso e irreal, sirve solo como ilusión, como compensación al horror de la vida cotidiana. En “Hasta que la muerte”, Adolph escribía que el amor eterno de personajes inmortales sería simplemente insoportable.

Otro aspecto que se destaca es el hambre, que no solo es físico y que remite a escenarios de pobreza extrema o de crisis, sino hay textos que dan un giro hacia lo distópico, sea porque se trata de un escenario zombi, o porque los humanos del futuro se han convertido en caníbales.

Temas como la IA, o la CF, se mezclan con desparpajo con el calentamiento global, con la venganza, o el racismo, con sicarios o zombis. Medina sale siempre triunfador en estos textos -no tanto sus personajes, que mueren, o están a punto de ser devorados por la “realidad”. Estamos condenados a eso.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

 

martes, 18 de noviembre de 2025

Salvador Luis. Tercer cofrecillo. Lima: Casatomada, 2025. 203 p.

 

Salvador Luis. Tercer cofrecillo. Lima: Casatomada, 2025. 203 p.

Con esta tercera entrega, Salvador Luis Raggio Miranda (Lima, 1978), cierra (esperemos que no) el ciclo de narraciones breves y raras, de notable factura titulada como “cofrecillos”, nombre de impronta arabesca que propone revisar los tesoros literarios más exquisitos de su pluma. Es, como se señala en la contra, una obra en prosa, lo que lleva al lector a cierta dimensión subjetiva y lírica de mirar la realidad a partir de personajes introspectivos, cuya forma narrativa está marcada por el fragmento posmoderno.

La primera parte titulada “Una absurda y obscura potencia” incluye una serie de formas asociadas al cuento en el que irrumpen cuerpos torturados por experimentos científicos, las fantasías de un serial-killer, la materialidad corporal, una casa que es a su vez una especie de videojuego mortal, personajes suicidas, o el policial paródico que rinde homenaje a El túnel de Sábato. Tanto en este último (“Algo acerca de un edificio de apartamentos”) como en la casa videojuego (“Inmortal Heroine 12”), la casa cobra una función especial, que nos remite sobre todo a “La casa” del genial Adolph, en el que un individuo se va disolviendo lentamente en la nada como en una pesadilla kafkiana. En los dos cuentos de Salvador, la casa es un agente mortal, sea tanto en su materialidad física como en su simulación de la vida. También es posible asociarlo con “La casa abandonada” de Levrero (que a su vez dialoga con el clásico “Casa tomada” de Cortázar), el otro gran raro latinoamericano junto a Adolph de la literatura de los años 60 y 70.

La segunda y tercera sección son dos nouvelles. “Roderick en la niebla” es una narración delirante acerca del multiverso, de un personaje de nombre poeiano, con múltiples intertextualidades al cine y a la cultura de masas. El narrador es también una suerte de demiurgo lyncheano.

En “A quien oiga esta voz” se habla de una guerra extraña y absurda cuyo escenario puede ser parte de The Twilight Zone como de 2001 de Kubrick. Demás está decir que este cuento tiene conexiones con “Los pilotos del templo de piedra” (Stone Temple Pilots, en inglés) del siempre genial José Güich, quizás porque parte de los mismos referentes culturales.

A estas alturas, decir que Salvador Luis es raro o “weird” creo que resulta insuficiente, busquemos un mejor adjetivo que dé cuenta de lo raro y lo espeluznante de sus narraciones, de sus personajes solitarios, de los juegos de palabras, y de esa mezcla tan singular entre Borges y Lynch.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


viernes, 14 de noviembre de 2025

Jorge Casilla. El viajero onírico. Lima: Colmena, 2025. 151 p.

 


Jorge Casilla. El viajero onírico. Lima: Colmena, 2025. 151 p.

              Esta nueva entrega literaria de Jorge Casilla (Lima, 1982) es su libro más personal, en el que, a través de intertextualidades, rinde tributo explícito a sus héroes literarios, destacándose con claridad tres tradiciones: la hispana, la clásica occidental y la norteamericana. Si comparamos este libro con la actual producción del cuento fantástico veremos que se aleja de los tropos dominantes. Casilla parte de un concepto: la literatura es una suerte de “doppelgänger” de la realidad, por ello, en sus cuentos, los personajes de ficción se materializan y cobran vida propia. En ese punto es tanto borgiano como pirandelliano.  También se trata de cuentos metatextuales en el que se reflexiona sobre la creación, la crítica literaria y las amistades literarias.

Asimismo, hay también espacio para la impronta policial clásica, veta poco explorada por los cuentistas contemporáneos, y pone más atención a los diálogos que son los que finalmente permiten que la acción avance hacia la resolución. En otros parece haberse infiltrado ciertos pasajes de su experiencia como profesor de literatura que aparece en uno de los cuentos, un profesor “burócrata”, más interesado en interpretar y definir un verso oscuro que en la vida misma, que pasa y se desvanece frente a sus ojos y vida solitaria (“Soneto XXIII de Garcilaso”); o en estas amistades literarias que se trastocan en resentimiento y envidia, y que pesar de eso, no dejan de mantener cierta admiración hacia el otro, en una relación amical toxica de amor-odio, sobre la base de un autor que no es sino Miguel Gutiérrez ficcionalizado (“El furor de las horas”).

Por momentos los cuentos son glosas, variaciones o pasajes olvidados de sus héroes de ficción. Ficcionar en sí mismo sobre la literatura parece ser un mal negocio, dado que algunos cuentos del libro solo pueden ser disfrutados con mayor plenitud si el lector conoce los referentes, y algunos, más allá de su estatus de clásicos están bastante alejados del lector contemporáneo promedio (sobre todo los de referencia hispana), quien está más acostumbrado a la espectacularidad del cine blockbuster, al lenguaje de best seller o simplemente a historias personales de vida, y visión maniquea. Casilla sale de esa zona de confort e intenta unir los referentes de la cultura literaria clásica con la visión posmoderna.

“Historia de un vagabundo”, dedicado a otro maestro, José Güich, trata sobre el arte original y de los imitadores e impostores. Es una estupenda reflexión sobre lo que significa hacer arte el día de hoy.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


miércoles, 12 de noviembre de 2025

Antony Llanos. Avernia. Travesía por el mar de tormentas y tridentes. Lima: gato viejo, 2025. 163 p. ilustraciones de Gerardo Espinoza y Antony Llanos.

 


Antony Llanos. Avernia. Travesía por el mar de tormentas y tridentes. Lima: gato viejo, 2025. 163 p. ilustraciones de Gerardo Espinoza y Antony Llanos.

              Una de las líneas de la narrativa fantástica que está siendo explorada, cada vez con mayor énfasis, es lo que denomino como fantasía atemporal (cfr. Narrativas del caos, 2012). Es claro que en la cultura global contemporánea el renacer de este tipo de ficciones se explica por la notable adaptación de Peter Jackson de El señor de los anillos. Tolkien era más un autor de gueto -como podría ser H.P. Lovecraft-, pero con su estreno en 2001 hubo un renacer de lo maravilloso y de la fantasía heroica. Ese mismo año llegó a la gran pantalla otro fenómeno: Harry Potter y la piedra filosofal. Sobre la base de ambas creaciones se fue desarrollando a nivel global mucha literatura más cercana al fantasy anglosajón.

En el Perú del siglo XXI, Hans Rothgiesser, Iván Bolaños fueron los primeros en transitar por estos códigos. A ellos se sumó Avernia. Héroes y leyendas (2007; 2012) de Antony Llanos (1976), un producto narrativo emitido en 12 entregas, que contaba con las ilustraciones de Christian Rosado, y que tuvo buena acogida de los lectores. Esta línea de fantasía atemporal fue ampliándose a otros autores como Augusto Murillo, Carlos de la Torre Paredes, Jeremy Torres, Glauconar Yue, Julio Cevasco, Jorge Casilla, o Lorenzo Macchiavello. En 2023, Llanos publicó una versión íntegra de Avernia del 2012.  Avernia. Travesía por el mar de tormentas y tridentes (2025) es su continuación.

Lo que destaca de este libro es el tono trágico de sus personajes quienes se ven enfrentados por el reino de Avernia, pactando alianzas o amenazándose mutuamente. En ese punto, la búsqueda del poder es casi macbethiana, aunque sin la profundidad psicológica, dado que la novela plantea la eterna lucha entre el bien y el mal. Cada capítulo tiene acción y enfrentamiento constante. La novela se alimenta también de la estética del videojuego y los juegos de rol. A nivel escenográfico, su principal atractivo es el fondo marino, que nos recuerda al lejano Aquaman de DC Comics creado en los años 40. El mundo de Avernia está rodeado de magos, guerreros, dragones, amazonas, sirenas, tritones, elfos. Es un mundo exuberante y sobrepoblado de seres fantásticos que puede resultar excesivo desde los códigos realistas, más acostumbrados a celebrar lo que esté basado en hechos reales. Llanos quiere alejarse en lo posible de la realidad. En su intervención en el reciente XI Congreso Internacional de Narrativa Fantástica (2025), declaró que “El poder corrompe a cualquiera”. Quizás esto explique porqué en Avernia, esta lucha por el poder, permanente e infinita, tenga efectos negativos: si el poder corrompe, ya no hay ni buenos ni malos, porque todos terminarán por ser “malos”. Si reemplazamos a guerreros y bandos de Avernia por los actuales partidos políticos (más de nueve mil quinientos candidatos para las elecciones del 2026) veremos que puede resultar también una alegoría del presente.

El libro viene acompañado de ilustraciones, que en algunos casos grafican los pasajes narrados, o los amplifican, o los complementan; en otros casos, se trata de diseños de personajes, que podrían prescindirse dado que interrumpen la narración central de esta "odisea submarina".

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


lunes, 10 de noviembre de 2025

Raúl Quiroz. Oniros. Lima: Maquinaciones, 2025. 189 p.

 


Raúl Quiroz. Oniros. Lima: Maquinaciones, 2025. 189 p.

 

Raúl Quiroz (Lima, 1973) confirma con este libro (su segundo de cuentos, además de dos novelas fantásticas de tema licántropo) no solo su talento como narrador, sino además el excelente momento que vive la narrativa fantástica criolla. Acá nos encontramos con diversas situaciones raras que rozan los límites de la realidad. Oniros es un conjunto de relatos en el que se conjuga el pasado, la memoria, y el recuerdo. Hay personajes que bordean los quince años, en punto de inflexión existencial hacia la adultez, que no encajan del todo en ese futuro natural y cotidiano por venir.

También hay cuentos que proponen una CF existencial apoyado no solo en el punto de vista subjetivo, sino en el propio lenguaje. Es decir, lo lírico, lo poético sirve no solo para “extrañar” ese mismo mundo representado. Quiroz es un lector de poesía, y esa es una gran ventaja a la hora de ficcionalizar, dado que grosso modo, adquiere mayor sustancia y polisemia, muy diferente a la escritura de best seller (con mucha acción, poca reflexión, y un lenguaje bastante plano, casi sin metáforas). Frente a este lenguaje mainstream, la escritura de Quiroz resulta por momentos, ir a la contra de ciertas convenciones.

Por momentos hay en los cuentos “amistades” evanescentes que parecen diluirse en el tiempo. Sus monstruos personales parecen haber salido de un sueño. Por ello, muchas escenas adquieren una dimensión de ensueño. Pero también hay cierta ambientación gótica a través de secretos ocultos y una escenografía abandonada, alejada de la racionalidad urbana.

“El último vuelo” es un ejemplo de la estructura cortazariana de “Axolotl” (o de muchos otros), con ese giro de tuerca, al modo de The Twilight Zone. En este caso, un soldado que participa en una guerra termina por ocupar otro tipo de condición animal, que también remite a “El caballero Carmelo” de Valdelomar.

“Más allá del barranco” es un cuento lovecraftniano de gran factura, con ciertos ecos religiosos. Quiroz estudió filosofía en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, y algunas sensaciones e ideas aparecen en este, y en algún pasaje de otros textos.

En cuanto a la historia del Perú contemporáneo hay alusiones tanto al conflicto con el Ecuador de 1995 (“El último vuelo”) como a la violencia terrorista de los años 80. Sobre este periodo, es lugar común la idea de víctimas exclusivamente por manos de militares (así ha sido representada en gran parte en el cine peruano y en su literatura). Quiroz recoge también esta idea, pero creo que se hace necesario hacer una revisión de esta media verdad. Salvo este microscópico pormenor, y como sostiene José Güich en la contratapa, Raúl Quiroz con Oniros “consolida su militancia en franjas nunca más paralelas o alternativas, sino absolutamente centrales en la literatura peruana de la actualidad”

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


sábado, 8 de noviembre de 2025

Alexis Iparraguirre (ed.). Nada Humano sobrevive aquí. Antología de cuentos peruanos bajo la sombra de H. P. Lovecraft. Lima: Academia antártica, 2025. 299 p.

 


Alexis Iparraguirre (ed.). Nada Humano sobrevive aquí. Antología de cuentos peruanos bajo la sombra de H. P. Lovecraft. Lima: Academia antártica, 2025. 299 p.

 

El escritor y crítico cultural Alexis Iparraguirre (Lima, 1974) ha tenido la iniciativa de diseñar una antología peruana contemporánea de impronta lovecraftniana, que ofrece una variedad de matices y sobre todo, de la apropiación del universo lovecraftniano en un marco peruano. Lovecraft (H.P.L.) fue durante mucho tiempo un autor marginal dentro del canon fantástico que fue creciendo tras su muerte, y hoy en el siglo XXI goza de una popularidad merecida. Iparraguirre escribe un excelente prólogo al conjunto de cuentos que merece detenernos.

Previamente debemos recordar que en la Lima de los años 80 y 90, la dificultad por conseguir material lovecraftniano impreso era una labor difícil. Muy pocos o  escasos ejemplares nuevos disponible en librerías – a altos precios- y muy eventuales en los de segunda mano. Leer a Lovecraft era una tarea casi imposible para los pocos interesados (internet en Lima empezó a masificarse hacia 1998, y era también un servicio caro, al igual que las fotocopias). A pesar de esta dificultad, hay autores locales quienes leyeron a Lovecraft en los lejanos años 70 como José B. Adolph, quien incluso escribe un texto en clave paródica y seria, imitando el estilo del maestro de Providence titulado “El Necronomicón y el Perú” (1977).  Durante los años 80 es innegable la influencia en algunos textos de Fernando Iwasaki, y sobre todo en dos autores que escriben sus textos entre fines de los 80 e inicios de los 90: Lucio Colonna-Preti y Carlos Carrillo. Todos estos antecedentes entran en diálogo con una idea que propone y reitera Iparraguirre en su prólogo: es la generación de autores de los 90 los que resignifican el legado de H.P.L.

En los años 90 se fijó la idea de una nueva narrativa ligada al realismo urbano con personajes jóvenes y marginales (con influencias desde Ray Loriga, Easton Ellis y Bukowski; y la obra de Oswaldo Reynoso), que desplazaba al “desencanto” de los años 80 y la violencia terrorista como tema central, además de la progresiva despolitización posmoderna. Si bien esto es parcialmente cierto, otros autores con vinculaciones con lo fantástico de autores de los 80 como Carlos Herrera, Enrique Prochazka, Leyla Bartet o Pilar Dughi vienen a contradecir esta verdad. En el fondo, el problema de la crítica literaria (cada vez más escasa en los “grandes” medios) ha sido atender exclusivamente al discurso realista (sea por comodidad, por tradición, por ser “canon”, o dificultad para aproximarse a otras realidades ficcionales y registros), y actualmente es la de enfatizar, sobre todo, la producción de las transnacionales.

En otro trabajo he nombrado a esta generación como “Los hijos del terror”, nacidos aproximadamente entre 1969 y 1981, quienes experimentaron la violencia de los 80 y 90 durante su infancia y adolescencia (cfr. Honores 2024). Y debemos de agregar que esta generación publica de modo cuasi tardío solo a inicios del siglo XXI. Añadimos que si comparamos grosso modo el rasgo de los narradores de los años 80 en clave fantástica (José Güich, Daniel Salvo, Carlos Carrillo, y por momentos el propio José Donayre) se insertan en un modo de narrar más clásico; mientras que la mayor experimentación (tanto en temas como en la forma y el estilo), se da en autores de los años 90 como en los casos del propio Iparraguirre, Lucho Zúñiga, Salvador Luis, Alejandro Neyra, y en generaciones posteriores, como Christian Briceño, Mariangela Ugarelli o Victoria Vargas Peraltilla. Ni la narración clásica es mejor que la experimental o viceversa, pero se trata de un fenómeno, de un giro que el día de hoy es mucho más visible en la narrativa peruana contemporánea del s. XXI.

Por el lado realista, el escritor Francisco León nominó en un breve post a la actual literatura mainstream como “realismo anémico” (6 de noviembre, vía facebook), un adjetivo bastante gráfico acerca de la baja calidad de sus producciones, no porque el realismo como discurso esté muerto en sí mismo (diría que el lector promedio conecta mucho mejor y más fácil con este registro), sino porque varios de sus herederos generacionales mediáticos no pudieron ofrecer nada realmente novedoso (o menos aún distanciarse significativamente de uno de los maestros como Vargas Llosa), salvo excepciones, como Martín Roldán y su excelente Generación cochebomba, quien por cierto, nace en 1970.

Volviendo al prólogo de Iparraguirre, el autor deja constancia que ya no se trata de imitar el estilo o aludir directamente a los dioses primordiales creados por H.P.L., sino el de la apropiación y el adaptarlo a la realidad latinoamericana, con otro tipo de problemas, por ello, esta narrativa se vuelve “espejo de fracturas muy reales: el caos urbano, la fragilidad estructural, la inestabilidad cotidiana” (10). Es decir, la originalidad de estos cuentos antologados no radica en el parecido a H.P.L., sino al contrario, en su alejamiento del modelo. Esto puede parecer una paradoja dado que el lector que espera un “homenaje” a H.P.L. verá frustrados sus deseos. Incluso, en algunos textos, la referencia o conexión con el universo lovecraftniano es casi mínima. Por ello, este horror cósmico, “ya no proviene de otras galaxias: se infiltra en el aire contaminado, de una ciudad fragmentada” (11). Asimismo, Iparraguirre pone como punto clave la emergencia de nuevas editoriales independientes -tales como Altazor, El Gato Descalzo, Grafos y Maquinaciones, Cthulhu, Aeternum, Pandemonium, Torre de papel o Speed Wagon Media Works- que han diversificado y visibilizado esta oferta, permitiendo así “su transformación estética y simbólica” (12).

En conjunto, la antología Nada humano sobrevive aquí es bastante pareja, aunque siempre hay cuentos y autores que destacan mucho más que otros. Curiosamente, si bien el universo de H.P.L. puede malearse y resignificar los nuevos debates y agendas sociales o políticas contemporáneas, hay varios relatos que presentan lo ominoso lovecraftiano en relación a la función de la maternidad (el proceso de embarazo, el cambio corporal, el nuevo hijo), lo que  acentúa la orientación feminista del conjunto, que ha disuelto la idea de familia tradicional, rechazando indirectamente sus valores, o generando cierta aversión a la idea de una nueva criatura dentro de un grupo social, justamente por las connotaciones “negativas” que supone hoy ser madre en estos tiempos: una monstruosidad. 50 años atrás el cine de terror de fines de los 60 y 70 con Rosemary´s baby (1968) de Roman Polansky, Its’ alive (1974) de Larry Cohen, Eraserhead (1977) de David Lynch o The brood (1979) de David Cronenberg, recogían otro tipo de miedos y ansiedades como, por ejemplo, hacia la píldora del día siguiente (y los posibles efectos de malformaciones en los fetos), o el problema de la sobrepoblación. Los tiempos han cambiado, y si bien los miedos parecen ser los mismos, las significaciones son otras.

Quisiera destacar los trabajos de Anibal Mayurí (Francisco Marro), quien con humor y fina ironía se burla de cierto imaginario actual “progre”, la narración con guiños homoeróticos de Sophia Gómez Cardeña; Christian Briceño y Yelinna Pulliti en relación a la maternidad lovecraftniana. También Claudia Salazar, Romina Paredes y Jorge Casilla, en relación a lo onírico y cierta clave del policial. O Bruno Cueva quien ofrece una mirada diferente, apoyado en la tecnología, sobre el ciclo H.P.L., y desde el humor.

Sin duda, Nada humano sobrevive aquí viene a confirmar, en conjunto, una verdad radical: el cambio de sensibilidad, y el giro que se ha producido desde la narrativa fantástica al abordaje de la realidad peruana local, siempre tan ominosa, primordial y tentacular.

El libro se completa con un estudio médico sobre H.P.L. a cargo de Carlos Vera Scamarone y diversas entradas sobre su influencia en la literatura y el cine que resulta un atractivo bonus para los nuevos y viejos lectores del maestro de Providence.

 

Referencias

León, Francisco (2025)

https://www.facebook.com/francisco.leon.811297/posts/pfbid02mwXM3X7gnQ4R4m7YVRzLEzQj1PMJsJoCG6SyjSchXie44VS4XKCyVZCoHp85BQm7l

Honores, E. (2024). “Bicentenarios: entre celebraciones y crisis (1980-2021). En: Fantasías nacionales. Lima: Vida múltiple [en línea]

Honores, E. (2025). “Breve historia de la física”. https://eltonhonores.blogspot.com/2025/11/franco-salcedo-breve-historia-de-la.html

 

Elton Honores

Universidad Nacional mayor de San Marcos