jueves, 15 de junio de 2023

Daniel Gutiérrez Hijar. Un país feliz. Una presidente transexual en el Perú. Lima: Ediciones DGH, 2023. 305 p.

 

 


Daniel Gutiérrez Hijar. Un país feliz. Una presidente transexual en el Perú. Lima: Ediciones DGH, 2023. 305 p.

Daniel Gutiérrez Hijar (Lima, 1983) ha publicado los libros Latidos del corazón (2010), El solitario de Zepita (2019) y los poemarios La reunión de los cínicos (2023), Asamblea de pelucas (2023) y Lima VNK (2023). En esta novela “futurista”, como reza el título, el nuevo presidente del Perú será un transexual. La novela se presenta como distopía en cuanto a que una de las medidas para acabar con el subdesarrollo y pobreza es obligar a los ciudadanos a leer un libro al mes. Así se realiza de modo televisivo una suerte de juicio o prueba para verificar la lectura semanal. Quien no puede responder (o solo lee un resumen de Wikipedia, digamos) es fusilado en vivo. Demás está decir que el programa se convierte en el número uno y la población empieza a leer a la fuerza por el miedo a morir. Esta idea tiene ligeras semejanzas con The running man (1982) de Stephen King (la violencia televisada como forma de entretenimiento). Asimismo, la presidenta se encarga de hacer justicia con los corruptos, empezando al inicio de la novela con el plagiador número uno llamado como “el enano”, que posee un doctorado en la Complutense y es dueño del partido llamado Alianza Popular Progresista. En la novela se van deslizando otros nombres de la política peruana, alterados sus nombres, pero fácilmente identificables por el lector, desde 1985 al presente. Volviendo al punto, el hecho que la próxima presidente del país tome una medida así ¿es una distopía o utopía? Pero la novela solo da esa “pincelada” distópica ya que posee una estructura coral (diversos personajes) vinculada a lo mimético verosímil.

Otras dos líneas dominan la novela: la metaliteratura y el realismo sucio bukowskiano. Sobre lo primero dada la premisa de la novela se habla y reflexiona constantemente sobre la literatura, sobre el acto de escribir (comparado casi como una secreción de fluidos internos), sobre las presentaciones de libros (ofrece una “fellatio” del escritor presentador al escritor autor), de la industria editorial (que solo busca rentabilidad económica) y citan a otros personajes reales de la “fauna” local con nombres modificados. Las imágenes (metáforas sexuales) que ofrece refuerzan la noción de literatura como un ejercicio visceral y material. El lugar de enunciación es pues la marginalidad de una presencia que está fuera del sistema. A la vez se burla de los convencionalismos y de la propia “mística” del escritor underground  criollo (¿existe aún?). En uno de los capítulos irrumpe el propio Bukowski en una pelea callejera contra uno de los “Poetas del asfalto”. También ocurre que con la presencia de la presidenta transexual algunos “culturosos” intentan sacar provecho. Por momentos parece la utopía de los poetas que toman indirectamente el poder.

El otro aspecto es el registro del realismo sucio. Es clara la influencia de autores como Oswaldo Reynoso (el de Los inocentes y el de En octubre no hay milagros), Rodolfo Ybarra, y Martín Roldán (el de Generación Cochebomba), aunque aquí el elemento político es casi mínimo (salvo en los juicios a políticos corruptos) y se concentra más en construir escenas de corte sexual ¿se trata de un nuevo tipo de “romanticismo” del s. XXI? Pensemos en Vargas Yosa (2023) de Julio Meza o en El amor es un perro que ruge desde los abismos (2021) de J. J. Maldonado -ya comentados en este blog- novelas en las que la imagen pornográfica es reiterativa. O incluso en las procaces letras del reguetón “amoroso” en comparación, por ejemplo, a las del bolero de la década de los 40 del siglo pasado. La ambientación es la de las calles marginales y culturosas del centro de Lima -como jirón Quilca o Camaná-, distritos “periféricos” como Los Olivos o San Juan de Lurigancho, con personajes figurantes como sicarios o ladrones en moto.

La novela entretiene, está bien escrita y el relato fluye, más allá de algunos pasajes. Si bien el progreso del país cambia (en la novela), la caída de la presidenta transexual se da cuanto se asesina a un inocente (lo que provoca una crisis de confianza). La propia presidenta es ejecutada. Pero no se ofrecen más pistas. Así, la novela intenta un diálogo con la historia contemporánea de las últimas cuatro décadas en el que se intercalan, en gran parte aventuras de corte sexual ya mencionadas. Pero siempre desde un punto de vista paródico humorístico. Quizás algunos lectores podrían pedir que se ampliará más ese futuro distópico. Pero claro, esa sería ya otra novela (y publicada acaso por la editorial Planeta, citada también en Un país feliz).

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

miércoles, 14 de junio de 2023

Julio Meza Díaz. Vargas Yosa. Lima: Estruendomudo, 2023. 81 p.


Julio Meza Díaz. Vargas Yosa. Lima: Estruendomudo, 2023. 81 p.

Julio Meza Díaz (Lima, 1981) publica esta novela breve de aire kafkiano titulada Vargas Yosa, en alusión al premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa (en adelante MVLL). El texto puede leerse como libelo de intención satírica, ya que por un lado es obvia la referencia al autor de Conversación en la catedral -convertido aquí  en un sujeto grotesco-; y de otro, muestra un impulso parricida de la penúltima generación de escritores peruanos. Pare este grupo (porque sí hay otro grupo de adoradores, con gran presencia mediática), la presencia de MVLL en la literatura peruana actual parece ser la del padre al que aún hay que asesinar de modo simbólico.

Otros elementos de la novela son el registro no mimético que decide usar Meza y el humor. Meza se aleja de la “novela histórica” realista (de estirpe documental) tan bien considerada por el menudo, hermético y rancio mundo académico (ese que sirve para inundar de papers, muchas veces insustanciales, las revistas indexadas del primer mundo) para explorar, probar otro registro, menos serio, paródico, que se alimenta más de los dibujos animados, la cultura popular, chistes escatológicos, o escenas con pretensión “porno” constantes. Meza apela a una suerte de novela con “aires” a la ciencia ficción, pero anclada más en un presente conocido. Es decir, no tanto el futuro sino un presente con algunos indicios tecnológicos. En cuanto al humor, es claro que la intención, el sentido y la construcción del texto se orienta a conseguir ese efecto humorístico (el que se cumpla o no con esta intención depende de muchos factores, y no siempre funcionará en todos los lectores. ¿qué tipo de lector busca esta novela? Ese es otro problema más complejo, dada la “mirada” trágica de los lectores habituales, o de lo serio con que es tomada la literatura).

A propósito de la novela, Alexis Iparraguirre en el prólogo señala que la narrativa peruana es “víctima de la solemnidad y, en el mejor de los casos, del humor melancólico” (9). Aunque no da nombres quizás se refiera a otra figura del canon como Alfredo Bryce Echenique, pero también es claro que en nuestra tradición hubo notables representantes de este registro humorístico, no solo Ricardo Palma o los costumbristas del XIX, sino otras figuras claves del siglo XX como Héctor Velarde o Sofocleto -que ameritan un rescate- cuyo humor es más reflexivo o culto; o el caso de Luis Freire Sarria, de humor corrosivo, delirante e imaginativo. Quizás Meza esté más cerca de Freire, pero se distancia al incorporar el imaginario de la cultura popular, una suerte de “humor peruano” de registro "popular".

Con este libro, Meza se aleja de lo políticamente correcto, del “wokeismo”, de la igualdad sexual, racial, del antimachismo “progre”. Hasta cierto punto podría decirse que se toma en serio su interés desacralizador o iconoclasta de la figura de MVLL. El mundo representado no es el de César Aira de El congreso de literatura en el que un científico loco pretende clonar a Carlos Fuentes, porque en esa novela de 1997, aún hay modelos, parangones (en este caso los miembros del “boom” latinoamericano), aunque también desde la parodia. Es y no es paródico. Aquí, en el nuevo milenio, ya sin límites (acaso sin horizonte o mira común o colectiva), el modelo es un ícono monstruoso y anormal. Y todo es paródico. En este punto, al igual que el cine de comedia norteamericana -que apela muchas veces a lo escatológico-, este libro bien pudo titularse No es otra novela peruana al estilo MVLL (en Not Another Teen Movie  o No es otra estúpida película americana del 2001, la película hace una parodia de su propia tradición de cine de comedia teenager o de comedia adolescente). La gran pregunta es, si el personaje central no tuviera ese nombre ¿funcionaría igual, o no?

Es claro que con esta novela inscrita como de entretenimiento, el autor nunca gane la “Bienal de Novela Mario Vargas Llosa” o que sea invitado al “Hay Festival Arequipa”. En este presente líquido, sin parangones claros todo se relativiza. Y si es posible hablar (o creer) en elfos y sirenitas negras, etcétera, etcétera ¿por qué no puede existir el Vargas Yosa grotesco de Meza?

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos