Salvador
Luis. Shogun inflamable. Lima: Casatomada, 2015. 86 pp.
Slavoj
Žižek afirma que “en nuestro inconsciente, en lo real de nuestro deseo, todos
somos asesinos” (Mirando al sesgo, 36).
Este es uno de los ejes en el que se sostiene el libro de Salvador Luis, una
suerte de incursión en lo real. Así como el asesinato aparece una y otra vez a
lo largo del libro, los límites entre lo real y la ficción se difuminan. En Shogun inflamable se conjugan los actos
perversos con lo anómalo, lo grotesco y las imágenes surrealistas, lo pop y lo
afterpop. En uno de los cuentos se afirma “No existe el uno sin el otro” (73) y
es que el libro de Luis es el reverso de lo cotidiano que mediante una escritura
del delirio muestra el goce excedente, que convierte las cosas (objetos de
placer) en sus opuestos (Žižek, Op. Cit.
30-31).
Ahora bien, ¿dónde insertar la obra del autor dentro del
panorama contemporáneo? Sin duda es un autor atípico, raro, dentro del cuento local,
más pegado a lo tradicional y convencional; cuando el autor está más cerca de
la experimentación y del ludismo iconoclasta, y se nutre más de la cultura pop
(el cine, el rock, el comic), el arte de vanguardia, que de la propia
literatura, por lo que cuesta afiliarlo a alguna tradición o ciclo narrativo.
Decir que posee una escritura fantástica sería impreciso porque Salvador Luis
opera hacia otro ámbito: sus textos no se dirigen hacia lo sobrenatural (en el
que el efecto fantástico se consigue mediante el terror) sino hacia lo
metarreal; es decir, mediante las intertextualidades que se tejen, llega al
mismo efecto de lo fantástico: transgredir las leyes del universo homólogo al
nuestro. Un universo en el que el orden y lo bello tiene su reverso: ese es el
lado que le interesa a Luis como proyecto estético, en el que los fragmentos tienen
más valor que la unidad o el todo, porque no hay un solo mundo sino infinitos
mundos posibles.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de
San Marcos