domingo, 28 de julio de 2013

Alberto Chimal. La ciudad imaginada [Nightmare mix]. Lima: Casatomada, 2013. 95 pp.


Alberto Chimal. La ciudad imaginada [Nightmare mix]. Lima: Casatomada, 2013. 95 pp.


Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *


Con La ciudad imaginada [Nightmare mix] (Casatomada, 2013), Alberto Chimal (Toluca-México, 1970) se confirma como una de las voces más importantes de la literatura fantástica latinoamericana contemporánea. Lector de Asimov, Borges y Cortázar, así como de Dick, Bradbury o Poe, en su obra es posible entrever la importancia de la tradición mexicana del género (Alfonso Reyes, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco) y su admiración por artistas singulares como Edward Gorey o Mario Levrero, creadores de universos extraños, naturalmente imposibles; como confiesa el propio autor en entrevista.

Para Chimal, La ciudad imaginada [Nightmare mix] obra remasterizada publicada inicialmente en 2009, busca construir una “[…] ciudad de historias, en la que los espacios cotidianos se abren a lo extraordinario y las vidas diarias se vuelven increíbles o siniestras” (CHIMAL, 2013). Fernando de León (2009), compara este libro con Las ciu¬dades invis¬i¬bles de Italo Calvino, His¬to¬rias de Cronopios y de Famas de Julio Cortázar, o Con¬fab¬u¬lario de Juan José Arreola.

Este libro bebe así de la mejor tradición clásica así como de la latinoamericana, pero se destaca en la búsqueda de algo nuevo, en la afirmación de una voz singular. El texto inicial que da origen al libro “La ciudad imaginada” es una suerte de poética del autor, que reafirma la importancia del poder de la imaginación (imaginar supone pensar tanto lo posible como lo imposible), pero también la interrelación e interdependencia entre los seres y objetos, es decir, cómo nos aproximamos, que afectos construimos sobre estos, en suma con que ojos “vemos” la realidad, porque para Chimal, “ver” es “imaginar” y la imaginación no tiene límites (“ver” en tanto como creador o como testigo-lector). Es una invitación a desprenderse de sus ataduras a lo real o lo que convencionalmente conocemos como realidad.

“Equipo celeste” es una hipérbole borgeana que remite al hombre duplicado como expresión de la cultura popular, en el que los sosias están conectados psíquicamente como máquinas de carne para una ciudad de espectadores, también programados en sus emociones televisadas.

“Mesa con mar” plantea dos órdenes de realidad distintos bajos dos miradas irreconciliables: la del adulto, enfrentada a la del niño. La mesa imposible (la tabla que posee todo un universo marino), es un objeto fantástico contenido en una realidad vana a la que solo acceden los niños. Así como en la filosofía, la capacidad de asombro permite explorar ese universo otro (fantástico es un término degenerado) en el que los deseos entran en tensión. Acaso Quica, protagonista del cuento pueda mantenerse como Peter Pan, nunca crecer y acceder a ese otro mundo.

“La balanza” construye una experiencia de lo erótico en el que lo real es una frontera transgredible. Esta experiencia permite percibir cómo el tiempo se detiene (mediante los “ojos de la fantasía”, p. 25); pero además, enfrentarse a lo extraño mediante el juego de espejos y paradojas que propone el texto hallado. “Veinte de robots” es un conjunto de microrrelatos de ciencia ficción que aluden al comic, a la cultura de masas (ecos de Blade Runner, 2001, Asimov, Bradbury) y construyen el género como paradojal, en el que la naturaleza de lo humano está siempre en discusión, al igual que nuestra noción sobre la realidad y lo que consideramos como “normalidad”.

“Los salvajes” es un cuento delirante en clave zombie. Es un homenaje a Roberto Bolaño. El personaje central (nieto de un cartel de narcotraficantes) decide hacer carrera literaria, hacer una tesis sobre Los detectives salvajes de Bolaño, para ello busca acceder a testimonios póstumos del propio Bolaño, gracias a un extracto secreto que permite revivir a los muertos. El cuento es paródico como en la novela El congreso de literatura de César Aira (clonar a un ejército de Carlos Fuentes para conquistar el mundo), así que la escena final de bolaños-zombies invadiendo la ciudad de México no sea terrorífica sino acaso necesaria.

“Manuel y Lorenzo” narra la extraña amistad de dos amigos con identidades distintas en el mundo virtual, en el que exploran las vidas privadas de los otros. Cual demiurgos, manipulan al punto de invitar al suicidio. Hoy lo virtual construye nuevas relaciones y nuevos afectos que se refractan en este texto, con ciertos ecos a La soga de Hitchcock, en donde el sujeto nietzscheano se cree superior a los demás. “Siete de sirenas” explora en igual número de textos breves a este ser fabuloso, rearticulados desde coordenadas lovecraftnianas o grotescas que modernizan su figura. “Variación sobre un tema de Coleridge” remite a los juegos temporales tipo “Llamada perdida” de Takashi Miike, en el que dos tiempos distintos se interfieren.

“Mogo” al igual que “Mesa con mar” tiene como protagonista a un niño –recurso que permite mayor verosimilitud ya que los niños no mienten, como ocurre en numerosos microrrelatos de Ajuar Funerario de Iwasaki–. Se trata de un niño singular cuyo amigo imaginario (en este caso la niña Pai, que solo él la puede “ver” cuando cierra los ojos) y ese otro mundo y dimensión empiezan a invadir el mundo real mediante la violencia y el dolor. Acaso sea una nueva versión de un cuento de fantasmas, con guiños tanto a Rulfo (el diálogo entre vivos y muertos) y a La naranja mecánica de Kubrick (la escena de tortura). “La mujer que camina para atrás”, cuento que cierra el libro, es la instalación de la pesadilla en una ciudad vacía, nocturna, en la cual, quienes la habitan son solo fantasmas.

La ciudad imaginada es un libro memorable, perfecto. El lector debe estar dispuesto a abrir su mente como John Murdoch en Dark city para visualizar esa otra ciudad escondida en el caos, o seguir al conejo tal como Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Los textos de Chimal como las canciones de Caifanes en El silencio (1992) o El nervio del volcán (1994), alegorizan el vacío humano, pero también su misteriosa naturaleza y su lado siniestro, el “Afuera”, en donde “[…] nadie es nada” (“Afuera”, Caifanes), solo “[…] nubes que se las lleva el viento” (“Nubes”, Caifanes), entrevistos en esta ciudad imaginada por quien “And[a] entre seres oblicuos y ausentes buscando la forma de hacerlos presentes (“Para que no digas que no pienso en ti”, Caifanes). La ciudad imaginada es así todo un milagro, es decir, un verdadero prodigio de escritura.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos