Nido de Cuervos / Cuentos Peruanos de Terror [Carlos Saldívar, antologador]. Lima: 2011.
Nido de cuervos, es la selección hecha por Carlos Enrique Saldivar. Se trata un conjunto de relatos que exploran el terror desde dos grandes ejes temáticos: lo sexual y monstruoso hasta lo fantástico y religioso. El primer eje es el más amplio. En el cuento “Un amor equívoco” de Adriana Alarco se dan cita la perversión y lo cruel a partir de la mirada inocente (que ocurre también en múltiples relatos de Ajuar funerario de Fernando Iwasaki) del personaje protagonista. “La dama del cabello violeta” de José Balta es un relato inquietante y fantástico: la mencionada dama (como en la lógica surrealista) da paso a otro mundo, un mundo de tinieblas, de pecadores y soledad infinita. “Silencio peligroso” de Fio Loba, el encuentro casual de un hombre borracho con una criatura adolescente (con leves reminiscencias alienígenas) termina con un final abierto e inesperado. En los relatos antes mencionados irrumpe de modo claro la figura de la mujer-monstruo. De otro lado, “Criatura” de Fabiola Terrazas (con cierta reminiscencia al dios Cronos) nos habla de los padres que “devoran” a sus hijos. Nuevamente la mirada infantil ayuda a darle mayor tensión al relato. En “Espejo” de Gonzalo del Rosario un individuo logra un trasplante de córneas que le cambia la vida: se percibe a sí mismo como monstruoso, pero más aún, ningún espejo soporta su imagen. En “Incubación” de Armando Alzamora, el miedo del personaje se consigue por los males e infecciones del cuerpo. “Una decisión” de Lorena Gutiérrez, una mujer imposible que absorbe la energía y aniquila la vida de los hombres termina enamorándose realmente –y hasta cierto punto sacrificándose por él. “Nacido” de Carlos Enrique Saldivar, un cuadro de violencia doméstica adquiere visos del puro terror fantástico, heredero de películas de serie B o de culto (Vinieron desde dentro de; The brood de David Cronenberg o Alien de Ridley Scott).
En cuanto al segundo eje, en “El ángel caído” de Pablo Nicoli se expresa una visión apócrifa de la historia bíblica (el hijo pródigo), en donde el mito y la ficción cobran vida al modo de los relatos heréticos de los Cuentos malévolos de Clemente Palma, relativizándose la historia sagrada oficial. De igual modo ocurre en “El demonio en la tierra” de Yelinna Pulliti, narrado desde la perspectiva del demonio se pone en cuestionamiento el paradigma religioso cristiano. “Quiscos” de Dennis Arias también recuerda al mundo fantasmal de Pedro Páramo de Juan Rulfo, (incluso, el protagonista de “Quiscos” se llama Ranulfo). En este caso se trata de un cortejo fantasma que anuncia el juicio final. En “El día al revés” de Julio Meza se mezclan el carácter fabuloso del narrador oral y la facticidad de lo imposible. Ambos relatos transcurren en el mundo andino. Finalmente, “El hallazgo” de Jorge Ramos rinde homenaje a un clásico ribeyriano: “Demetrio”.
Muchos de estos relatos adoptan ciertos códigos hiperrealistas (sobre todo en los detalles para las escenas de violencia explícita) dejando poco a la imaginación y por momentos logran un efecto grotesco sin llegar al humor. Se trata de una efectividad visual que es parte de los relatos de terror. Los espacios en donde principalmente se ubican los relatos son indeterminados, intemporales, andinos o rurales (es casi nula la presencia de la urbe limeña), estableciéndose una lógica simple: el espacio urbano es racional; el espacio no urbano (alterno) es necesariamente irracional.
En conjunto, el terror asumido por estos narradores proviene fundamentalmente del propio ser humano: es del mundo interior del ser humano de donde surge la maldad; el terror sobrenatural (o propiamente fantástico) queda en un segundo plano. Así, en casi todos prevalece la justicia a través de la venganza (la violencia del padre contra la madre en “Nacido” de Saldivar o “Un amor equívoco” de Alarco, por ejemplo) o la sanción a los pecados humanos cometidos (como en “Silencio peligroso” de Fio Loba), lo cual equilibra hasta cierto punto el orden representado de los relatos.
Finalmente, es natural que tras la liberación femenina, la mujer tenga un rol más activo y protagónico (como en Hard Candy de David Slade o Death Proof de Quentin Tarantino) aunque sigue enclaustrada en el tópico del monstruo. ¿Acaso se trata de una simple fórmula que aún funciona o realmente constituyen expresiones de rechazo a la mujer (en su condición de alteridad radical) o cierta misoginia? Es difícil responderlo. Solo nos queda el consuelo de creer que nuestro mundo real es (a veces) mejor, pero con cierta sospecha de lo que lo imposible a veces irrumpe y otras veces necesita ser develado (o sugerido), tal como lo hace este grupo de narradores peruanos.
Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola