jueves, 15 de noviembre de 2012

VV.AA. 17 fantásticos cuentos peruanos. Vol. 2. Lima: Casa tomada, 2012. 230 pp. (Gabriel Rimachi y Carlos Sotomayor, comp.).



Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *



VV.AA. 17 fantásticos cuentos peruanos. Vol. 2. Lima: Casa tomada, 2012. 230 pp. (Gabriel Rimachi y Carlos Sotomayor, comp.).

 
Gabriel Rimachi y Carlos Sotomayor realizan una nueva compilación de autores de narrativa fantástica en 17 fantásticos cuentos peruanos (2012, Vol. 2.). Así encontramos a un grupo disímil de autores, cuya característica principal no es necesariamente su incursión en este género (algunos casos colindan más con el género de lo extraño, alegórico o maravilloso antes que lo fantástico propiamente), sino sobre todo, a un grupo generacional, nacidos principalmente entre 1969 y 1982, con características, influencias y experiencias comunes: la cultura de masas; la mezcla de códigos y subgéneros; la visión de la literatura como juego estético, artificio, entretenimiento, autorreferencial y autónoma, antes que propuesta política, aquí diseminada y diluida (Honores 2012 Narrativas del caos). Lo fantástico sirve en muchos de los autores para expresar angustias de orden existencial. Como señala Rimachi en su presentación, temas como la paranoia y la psicosis serán frecuentes en estos textos.

Los autores mayores  son Alfredo Castellanos, Fernando Ampuero, Siu Kam Wen, Carlos Herrera y Fernando Iwasaki. Los dos últimos con más cercanía al grupo principal tanto en afinidad y sensibilidad. Alfredo Castellanos (Apurímac, 1928- Lima, 1976), es un escritor maldito y comunista, que había sido rescatado inicialmente por Ricardo González Vigil en su momumental obra El cuento peruano. En “Crisálida” plantea un relato existencial, bajo tópicos como la noche, el cementerio de los extramuros de la ciudad, cuya experiencia es semejante a la de Vallejo en “Más allá de la vida y la muerte”, en donde los órdenes de vida y muerte se confunden. Castellanos representa, en la línea narrativa de los años 50, lo fantástico absurdo-existencialista, línea a la que pertenece también Julio Ramón Ribeyro. Fernando Ampuero (Lima, 1949) en “Voces” retrata los miedos del mundo infantil frente a la ciencia, sobre la base de la experiencia paranormal. Es un cuento de fantasmas ambivalente ya que plantea la posibilidad de la locura. Hay afinidades con los filmes Presagio de Alex Proyas y Los otros de Alejandro Amenábar. Siu Kam Wen (Zhongshan, 1951) bajo un relato con estructura policial plantea en “Ilusionismo” el asedio de un investigador sobre un ilusionista argentino (lo que le da cierto carácter exótico, pero ¿acaso verosímil?) que hace preguntarse al lector ¿cuál es el truco?, al igual que en el film El Ilusionista de Neil Burger. Carlos Herrera (Arequipa, 1961) propone  en “Soñada” un relato breve sobre el deseo, sobre la posibilidad de encuentro del ser amado -en este caso, la mujer de tus sueños-, lo fantástico surge acá por percepción. Tanto el cuento de Ampuero como el de Siu Kam Wen y el de Herrera se mueven en el orden de lo extraño. Fernando Iwasaki (Lima, 1961) en “Erde” construye un relato cínico. Bajo un tono costumbrista y humorístico narra la relación entre un profesor tutor y su alumna llamada Erde, de origen germano. La relación no pasaría de ser mero relato pícaro sino fuese porque Iwasaki lleva al personaje a la relación sexual con su alumna. Es aquí cuando irrumpe la mujer monstruo y horror lovecraftniano en toda su dimensión. Con gran maestría Iwasaki va dando pistas al lector atento (la clave mitológica, el recurso del símil) y lo va preparando para ese final alucinante. Es una de los relatos claves del libro.

El otro gran grupo está conformado por Yeniva Fernández, Sandro Bossio, Selenco Vega, Julie de Trazegnies, Alexis Iparraguirre, Carlos Enrique Freyre, Juan Manuel Chávez, Carlos Yushimito, Miguel Ruiz Effio, Katya Adaui, Luis Hernán Castañeda y Jorge Casilla. Yeniva Fernández (Lima, 1969) y Julie de Trazegnies (Lima, 1973) planetan narraciones románticas con tratamientos disímiles y cercanas más a lo extraño. Fernández plantea en “Encuentro en Las Dalias” la materialización del deseo de una mujer en soltería. Inventa  a un amante que luego se vuelve real. De Trazegnies en “Sin retorno” parte del fracaso matrimonial de una pareja a la situación típicamente kafkiana que lleva al personaje femenino a la pérdida de su identidad que va in crescendo. El texto juega con la figura del doble, pero también con la mentira,con la posibilidad de que el mundo íntimo alrededor del personaje le esté jugando una broma pesada, en ese país extranjero. Pero también late la paranoia al modo de los relatos de la serie de culto The Twilight Zone. De estructura circular, “Retorno” de Sandro Bossio (Huancayo, 1970) juega con el tópico del doble: el individuo se enfrenta a sí mismo cuya muerte propia le provoca angustia. Selenco Vega (Lima, 1971) construye un cuento alegórico sobre la identidad. De Alexis Iparraguirre (Lima, 1974) se selecciona “Hombre en el espejo”, incluido en El inventario de las naves. Es otro relato en donde la alucinación y la paranoia revela una visión apocalíptica del mundo, centrada en un personaje infantil que dialoga con un hombre extraño. “La cantante de boleros” de Carlos E. Freyre (Lima, 1974) es un relato de fantasmas readaptado al imaginario local en donde una suerte de ángeles toman conciencia de su condición. “En mi país hay sirenas” de Juan Manuel Chávez (Lima, 1976) rinde homenaje a José Durand y su Ocaso de sirenas. Es un texto lleno de erudición que se mueve entre lo maravilloso y lo extraño, con un final ambiguo. “Oz” de Carlos Yushimito (Lima, 1977) es un cuento poético sobre la muerte y la condición humana, construido sobre la relación entre un robot y un ser humano, con ecos a 2001 y Blade Runner. Está más cercano a la CF que a lo propiamente fantástico. Miguel Ruiz Effio (Lima, 1977) propone en “Derechos de autor” un juego intratextual en donde lo onírico quiebra los límites entre lo ficticio y lo real, dentro del texto, además de remarcar el poder de la ficción. “El nombre de la isla es perfecto” de Katya Adaui (Lima, 1977) remite a una violencia primitiva, latente, cuando uno es turista en otro espacio. Es también un cuento extraño. Los más jóvenes del grupo son Castañeda y Casilla. Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982) en “Las ingénitas” parte sobre las misteriosas desapariciones de mujeres. Lo fantástico irrumpe aquí nuevamente por percepción ya que la locura puede explicar esta situación. Jorge Casilla (Lima, 1982) en “Testigo ciego” es un policial fantástico sobre un asesino en serie imposible más allá de la moral.

Los antologados en este segundo volumen de 17 fantásticos cuentos peruanos conforman un grupo ecléctico, que muestra algunos de los registros de lo fantástico, principalmente desde la producción limeña. Es una demostración y una manifestación de la “nueva ola” (Honores 2012 Monstruos de papel) de lo fantástico.


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos