Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *
VV.AA. 17 fantásticos cuentos peruanos. Vol. 2.
Lima: Casa tomada, 2012. 230 pp. (Gabriel Rimachi y Carlos Sotomayor, comp.).
Gabriel Rimachi y Carlos
Sotomayor realizan una nueva compilación de autores de narrativa fantástica en 17 fantásticos cuentos peruanos (2012, Vol.
2.). Así encontramos a un grupo disímil de autores, cuya característica
principal no es necesariamente su incursión en este género (algunos casos
colindan más con el género de lo extraño, alegórico o maravilloso antes que lo
fantástico propiamente), sino sobre todo, a un grupo generacional, nacidos principalmente
entre 1969 y 1982, con características, influencias y experiencias comunes: la
cultura de masas; la mezcla de códigos y subgéneros; la visión de la literatura
como juego estético, artificio, entretenimiento, autorreferencial y autónoma, antes
que propuesta política, aquí diseminada y diluida (Honores 2012 Narrativas del
caos). Lo fantástico sirve en muchos de los autores para expresar angustias de
orden existencial. Como señala Rimachi en su presentación, temas como la
paranoia y la psicosis serán frecuentes en estos textos.
Los autores mayores son Alfredo Castellanos, Fernando Ampuero,
Siu Kam Wen, Carlos Herrera y Fernando Iwasaki. Los dos últimos con más
cercanía al grupo principal tanto en afinidad y sensibilidad. Alfredo Castellanos
(Apurímac, 1928- Lima, 1976), es un escritor maldito y comunista, que había
sido rescatado inicialmente por Ricardo González Vigil en su momumental obra El cuento peruano. En “Crisálida” plantea
un relato existencial, bajo tópicos como la noche, el cementerio de los
extramuros de la ciudad, cuya experiencia es semejante a la de Vallejo en “Más
allá de la vida y la muerte”, en donde los órdenes de vida y muerte se
confunden. Castellanos representa, en la línea narrativa de los años 50, lo
fantástico absurdo-existencialista, línea a la que pertenece también Julio
Ramón Ribeyro. Fernando Ampuero (Lima, 1949) en “Voces” retrata los miedos del
mundo infantil frente a la ciencia, sobre la base de la experiencia paranormal.
Es un cuento de fantasmas ambivalente ya que plantea la posibilidad de la
locura. Hay afinidades con los filmes Presagio
de Alex Proyas y Los otros de
Alejandro Amenábar. Siu Kam Wen (Zhongshan, 1951) bajo un relato con estructura
policial plantea en “Ilusionismo” el asedio de un investigador sobre un
ilusionista argentino (lo que le da cierto carácter exótico, pero ¿acaso
verosímil?) que hace preguntarse al lector ¿cuál es el truco?, al igual que en
el film El Ilusionista de Neil
Burger. Carlos Herrera (Arequipa, 1961) propone
en “Soñada” un relato breve sobre el deseo, sobre la posibilidad de
encuentro del ser amado -en este caso, la mujer de tus sueños-, lo fantástico
surge acá por percepción. Tanto el cuento de Ampuero como el de Siu Kam Wen y
el de Herrera se mueven en el orden de lo extraño. Fernando Iwasaki (Lima,
1961) en “Erde” construye un relato cínico. Bajo un tono costumbrista y
humorístico narra la relación entre un profesor tutor y su alumna llamada Erde,
de origen germano. La relación no pasaría de ser mero relato pícaro sino fuese
porque Iwasaki lleva al personaje a la relación sexual con su alumna. Es aquí
cuando irrumpe la mujer monstruo y horror lovecraftniano en toda su dimensión.
Con gran maestría Iwasaki va dando pistas al lector atento (la clave mitológica,
el recurso del símil) y lo va preparando para ese final alucinante. Es una de
los relatos claves del libro.
El otro gran grupo está
conformado por Yeniva Fernández, Sandro Bossio, Selenco Vega, Julie de
Trazegnies, Alexis Iparraguirre, Carlos Enrique Freyre, Juan Manuel Chávez,
Carlos Yushimito, Miguel Ruiz Effio, Katya Adaui, Luis Hernán Castañeda y Jorge
Casilla. Yeniva Fernández (Lima, 1969) y Julie de Trazegnies (Lima, 1973)
planetan narraciones románticas con tratamientos disímiles y cercanas más a lo
extraño. Fernández plantea en “Encuentro en Las Dalias” la materialización del
deseo de una mujer en soltería. Inventa
a un amante que luego se vuelve real. De Trazegnies en “Sin retorno”
parte del fracaso matrimonial de una pareja a la situación típicamente kafkiana
que lleva al personaje femenino a la pérdida de su identidad que va in crescendo. El texto juega con la
figura del doble, pero también con la mentira,con la posibilidad de que el
mundo íntimo alrededor del personaje le esté jugando una broma pesada, en ese
país extranjero. Pero también late la paranoia al modo de los relatos de la
serie de culto The Twilight Zone. De
estructura circular, “Retorno” de Sandro Bossio (Huancayo, 1970) juega con el
tópico del doble: el individuo se enfrenta a sí mismo cuya muerte propia le
provoca angustia. Selenco Vega (Lima, 1971) construye un cuento alegórico sobre
la identidad. De Alexis Iparraguirre (Lima, 1974) se selecciona “Hombre en el
espejo”, incluido en El inventario de las
naves. Es otro relato en donde la alucinación y la paranoia revela una
visión apocalíptica del mundo, centrada en un personaje infantil que dialoga
con un hombre extraño. “La cantante de boleros” de Carlos E. Freyre (Lima,
1974) es un relato de fantasmas readaptado al imaginario local en donde una
suerte de ángeles toman conciencia de su condición. “En mi país hay sirenas” de
Juan Manuel Chávez (Lima, 1976) rinde homenaje a José Durand y su Ocaso de sirenas. Es un texto lleno de
erudición que se mueve entre lo maravilloso y lo extraño, con un final ambiguo.
“Oz” de Carlos Yushimito (Lima, 1977) es un cuento poético sobre la muerte y la
condición humana, construido sobre la relación entre un robot y un ser humano,
con ecos a 2001 y Blade Runner. Está más cercano a la CF
que a lo propiamente fantástico. Miguel Ruiz Effio (Lima, 1977) propone en
“Derechos de autor” un juego intratextual en donde lo onírico quiebra los
límites entre lo ficticio y lo real, dentro del texto, además de remarcar el
poder de la ficción. “El nombre de la isla es perfecto” de Katya Adaui (Lima,
1977) remite a una violencia primitiva, latente, cuando uno es turista en otro
espacio. Es también un cuento extraño. Los más jóvenes del grupo son Castañeda
y Casilla. Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982) en “Las ingénitas” parte sobre
las misteriosas desapariciones de mujeres. Lo fantástico irrumpe aquí
nuevamente por percepción ya que la locura puede explicar esta situación. Jorge
Casilla (Lima, 1982) en “Testigo ciego” es un policial fantástico sobre un
asesino en serie imposible más allá de la moral.
Los antologados en este segundo
volumen de 17 fantásticos cuentos
peruanos conforman un grupo ecléctico, que muestra algunos de los registros
de lo fantástico, principalmente desde la producción limeña. Es una demostración
y una manifestación de la “nueva ola” (Honores 2012 Monstruos de papel) de lo
fantástico.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San
Marcos