domingo, 13 de octubre de 2024

Carlos de la Torre Paredes. Control de plagas. Lima: Torre de papel, 2021. 276 p.

 


Carlos de la Torre Paredes. Control de plagas. Lima: Torre de papel, 2021. 276 p.

          Desde su opera prima del 2012, Los viejos salvajes, Carlos de la Torre Paredes (Lima, 1988) viene construyendo un proyecto narrativo que incluye la CF y la fantasía como sus principales articuladores estéticos. El recorrido y madurez en su escritura es visible en Control de plagas, una suerte de western posapocalíptico, que viene a romper con los formatos habituales locales del género, que siguen teniendo como principales modelos a Poe y Lovecraft, por el lado del horror gótico, y a Asimov en la CF -aunque todos seamos aún hijos de la visión distópica de 1984 de Orwell.

          Asimismo, la novela logra integrar referencias de la cultura audiovisual con éxito. Así, es posible ver resonancias a The road (2009) John Hillcoat, basada en la novela de Corman McCarthy o The Book of Eli (2010) de Albert Hughes y Allen Hughes. Incluso al viejo relato de Richard Matheson en Soy leyenda, que se preguntaba acerca de ese nuevo mundo habitado por vampiros, qué o quién era el monstruo; o La Torre Oscura I: El pistolero (1982) del maestro Stephen King, aunque más que la búsqueda de un sujeto en específico, es el viaje por distintos espacios de un Perú, buscando cobrar la recompensa por acabar con los zombis locales.

Este western futurista ofrece una historia distópica en la que el mundo que conocemos ha colapsado producto de una guerra mundial, cuyas bombas activaron un elemento alienígena oculto tras la tierra que provoca cambios en la humanidad, convirtiéndolos en figuras semejantes al zombi (aunque no se trata tampoco del zombi romeriano, sino postromeriano, es decir, tienen mayor agencia, pensamiento, y buscan tomar el poder y control de la nueva federación organizada tras el apocalipsis).

La novela ofrece dos puntos de vista. El primero es la voz del zombi, construida como una voz en segunda persona que se dirige siempre a la “madre”. Se ignora qué es la madre, pero no deja de tener resonancias edípicas. La figura de la madre es quien gobierna y dirige a este nuevo sujeto-zombi en sus deseos y pulsiones. ¿“Madre” es una máquina, una IA? La novela no ofrece respuestas. De otro lado, tenemos otra voz humana que encarna a un “exterminador” que luego formará parte del ejército que combate a la plaga. Esta “plaga” tiene también conexiones con Mañana, las ratas de Adolph, dado que buscan también tener el control y llegar al poder.

En cuanto a ese mundo futuro que destruyó a la nación peruana, hizo que sus líderes sobrevivientes formaran una “federación peruana” que coexiste con otras de tipo regional. Parece que ya nada las une, no hay vínculos en común, sino que todas buscan enfrentar este mismo problema: la plaga zombi. Es curioso cómo aún a pesar del desastre hay el deseo que exista Estado, es decir, un gran “padre” que vele por nosotros. Es interesante como este juego de oposiciones funciona muy bien a nivel simbólico (un intento de reestablecer el “patriarcado” Estatal frente a la amenaza del “feminismo” alienígena de la “madre”, que no deja de tener resonancias simbólicas con la actualidad). Asimismo, queda entre brumas la función del dinero (en varios pasajes se menciona que los exterminadores trabajan por dinero, pero ¿quién emite este dinero?, ¿hay un banco central?, ¿cada federación tiene su propio tipo de cambio?, ¿es una moneda internacional?, ¿puede ser útil el dinero en un escenario posapocalíptico?). Dado que se trata de un mundo en el que todos buscan sobrevivir ese detalle queda sin resolver.

Como signo de esos nuevos tiempos de catástrofe la violencia sexual estará a la orden del día. Otros monstruos pueblan ese universo como arañas gigantes, que conectan con el cine de serie B. El personaje humano central tiene como arma habitual una espada, que hace referencia a la narrativa de ninjas, la cultura del manga, los juegos de rol, los videojuegos.

El humor que se apreciaba en su opera prima -dado que por momentos había escenas paródicas, de personajes violentos que tomaban las cosas en broma- se modifica sustancialmente, acá hay un tono grave, trágico. Hay una pretensión de ingresar a la literatura “seria”. Otro aspecto destacable es la construcción de mundos (Worldbuilding), dado que tiene una complejidad infrecuente en este tipo de novelas. Hay diversos estamentos, personajes con sus propias motivaciones, escenas de acción, microhistorias presentadas como recuerdos de infancia. Es una novela muy visual que el lector agradece.

          Lo cierto es que, a pesar de su notable registro, no existe reseña escrita (salvo la videocrítica de Poldark Mego). Esto es un indicador de que desde hace varios años las últimas producciones -en general- carecen de lecturas reflexivas o críticas, por decir algo. En el mejor de los casos estas novelas son consumidas, pero no se está articulando esta producción dentro de un discurso más histórico o teórico sobre el género fantástico peruano, digamos. Control de plagas es notable y excelente por las razones expuestas.

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

sábado, 12 de octubre de 2024

Mirza Mendoza. Tenebrismo. Lima: Sexta fórmula, 2021. 114 p.



 

Mirza Mendoza. Tenebrismo. Lima: Sexta fórmula, 2021. 114 p.

          En estricto, el tenebrismo es una característica del barroco en el que se representa un juego de contrastes entre la luz y la oscuridad. Es así que estas oposiciones radicales del claroscuro expresan también ideas religiosas o metafísicas. En otro sentido, Mirza Mendoza (Lima, 1985) aplica el tenebrismo -como sinónimo de algo cubierto de tinieblas u oscuro- al conjunto de cuentos que presenta, en el que destaca el juego entre razón y locura y el dilema moral.

          En el prólogo, Carlos Saldívar (2021) sostiene que los temas son “los problemas de la enfermedad mental, el amor imposible, la venganza, el maltrato físico y/o psicológico” (9). En cuanto a los personajes, irrumpen “demonios, psicópatas, fantasmas, rituales profanos, monstruos […]” (11). Para Francois Villanueva Paravicino (2022) el libro contiene un “realismo visceral que colinda con lo gore, aunque su pluma sea ágil y directa, sin ahondar en las descripciones y las acotaciones […]”. Asimismo, los temas frecuentes son “[…] la muerte, los zombis, el canibalismo, los fantasmas, el suicidio, los duendes, el apocalipsis, lo violento, entre otros”. Para Carlos E. Luján (2022) el libro intenta responder a la pregunta acerca de qué hay más allá de la muerte, por ello, los personajes deambulan “[…] entre los vivos como si estuvieran pagando una condena, observándolos con rencor o esperando arrastrarlos hacia la dimensión en la que ellos se encuentran atrapados. También habitan seres extraños y enigmáticos de los que no sabemos su origen pero que poseen características humanas y de los que se insinúa una maldad intrínseca y aterradora”. Los cuentos son “[…] epitafios de sus personajes y que a pesar del drama de su muerte o el horror sufrido, lo que sigue podría ser aun peor para ellos […] [Los finales son] lacónicos y tristes, desesperantes y desesperanzadores. El paso posterior al deceso es mostrado con horror y resignación”.

          Tenebrismo es un conjunto de textos cuya base es lo macabro y el crimen. Presenta una constante: la familia disfuncional, la relación conflictiva entre padres e hijos. Con toques cortazarianos y una clara herencia de Poe, serán frecuentes las figuras fantasmales. También el conjunto incluye textos ligados a la CF. En “2080, el año del canibalismo”, un mundo distópico viene a actualizar la crisis alimentaria y la hambruna, al punto que los seres humanos solo tienen dos opciones: la eutanasia o el canibalismo. El sacrificio que realiza la madre para que el hijo continúe con vida tiene tintes no solo morales, sino que cuestiona los límites de lo humano: “si logró comer a su madre, podría comer a cualquiera” (44) concluye la narración. En “Una parte de ella” encontramos una variante. Nos encontramos en el siglo XXIII y se ha producido un apocalipsis zombi. La madre tiene a la hija zombi encerrada y se preocupa en alimentarla con carne al punto que se corta una pierna enferma. Es claro que hay más que truculencia en la escena y un exceso, pues luego de regresar a casa, la hija -quien ya ha elevado su zombificación al punto de convertirse en bestia- mata a la madre y continúa su tránsito. Al final, el padre (ausente) reconoce a la hija, y huye. Esta es la imagen final del cuento. Pero ¿no es esta una posible alegoría de los padres que huyen de la paternidad y entregan toda esa responsabilidad a la madre? En “Mi búsqueda”, una mujer, alma en pena, deambula en un escenario postapocalíptico, consciente de su condición fantasmal, pero no solo a que está “muerta”, sino porque en vida sus tres abortos continuos fueron considerados por el entorno familiar como una maldición (101), es decir, esta figura al no cumplir con la condición de fertilidad (o de madre) es parecida a un fantasma, alguien sin lugar en la sociedad.

Mendoza logra trastocar algunas convenciones del género, aunque en los ejemplos mencionados triunfa una figura positiva de la madre, no malvada, sino que es capaz del sacrificio. A pesar de lo distópico, la figura femenina de Mendoza tiene una aureola moral superior, y hasta cierto punto, puede leerse como una reacción antifeminista.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

jueves, 3 de octubre de 2024

Eduardo Borrero Vargas. Los tres toques de la muerte y otros cuentos de terror. Lima: Vicio perpetuo, 2021. 69. p. [Ilustraciones de Gerardo Espinoza] 2da edición.

 


Eduardo Borrero Vargas. Los tres toques de la muerte y otros cuentos de terror. Lima: Vicio perpetuo, 2021. 69. p. [Ilustraciones de Gerardo Espinoza] 2da edición.

 

En los últimos diez años, Eduardo Borrero Vargas (Sullana, 1942) dio un viraje en su narrativa hacia el relato fantástico y de ciencia ficción. A pesar de la calidad de sus textos aún es poco lo que se ha escrito sobre esta producción. En este libro (la primera edición estuvo a cargo de El gato descalzo) se incluyen 9 narraciones, todas ellas dentro del género del terror, muy al estilo de Poe, pero con un toque más local que recoge no solo tradiciones orales de su región, sino un imaginario popular que resulta efectivo al momento de provocar intriga y miedo.

Las tramas de los cuentos se ven envueltas en sueños, premoniciones, presencias fantasmales que cobran conciencia de sí. Asimismo, se destaca la memoria como un modo de conectar no solo con ese pasado familiar, sino como puente entre dos mundos o tiempos. Como todo relato de terror la presencia de la muerte es clave, pero que irrumpe de forma casi natural ya que es parte del entorno y de la condición del ser humano: la muerte no es ajena a la realidad material.

En cuanto a las narraciones si bien todas logran inquietar al lector, gracias al recurso del giro final (o “vuelta de tuerca”), en ese punto estamos también frente a narraciones con una estructura de cuento clásico. Los que mejor expresan el estilo de Borrero son “Paulina” y “Los tres toques de la muerte”. En el primero, de dimensión casi onírica, se descubre la superposición de temporalidades, pero además las creencias en seres mágicos (unos enanitos “tragapulmones”) que dañan según las órdenes de un brujo. En el segundo, lo siniestro se da por el entorno infantil de una niña que cose muñecos de trapo, cuya ambigüedad acerca de si viven o no, no impide que la enfermedad del entorno real también afecte a las criaturas inanimadas.

Un punto adicional son las ilustraciones de Gerardo Espinoza que bajo un registro expresionista logra acentuar el carácter siniestro de las narraciones.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos