domingo, 29 de septiembre de 2013

José Güich Rodríguez. Control terrestre. Lima: Altazor, 2013.



Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *

José Güich Rodríguez. Control terrestre. Lima: Altazor, 2013.


Probablemente Control terrestre (2013) de José Güich (Lima, 1963) sea un libro referente de la literatura fantástica contemporánea en adelante. No solo está bien escrito, no solo se nota la técnica, sino que evidencia una consolidación del autor en las formas de lo fantástico y la ciencia ficción. No necesita radicar en Barcelona para conseguir lo que busca (como lo hicieron en el pasado los escritores del “boom”) o como uno de sus personajes en este libro (y que por cierto le va mal), le basta con Lima, una experiencia cotidiana que padecemos todos con nuestra ciudad, una ciudad única que el lector avisado descubre como propia. Y aquí está el magisterio de Güich, hacer de lo local algo global, algo que convoque a una humanidad real, no en abstracto (o lo que nos queda de ella por la hipertecnología).  

Empecemos por el principio. Güich se las ingenia para hacer de una arquitectura local, un elemento clave de cf. “Control terrestre” es un cuento que juega con la memoria de una ciudad que ha olvidado su pasado, una ciudad en colapso, pero que perviven ciertas formas de vida imposibles. Güich logra metaforizar fricciones, tensiones entre personajes sumidos en relaciones de poder. Podríamos decir que acaso sea una cf hecha de materiales pobres (es decir, tomados de una realidad específica, como lo hace también Daniel Salvo) o simplemente distinta, en fin, lo cierto es que funciona, así como el misterio que embarga al lector al final de este cuento.

En “El sembrador”, un extraño visitante, un viajero del tiempo va anunciando las catástrofes que vendrán por obra de los seres humanos (en este caso, por obra de los hombres), un profesor que debe lidiar con los traumas de una guerra (con Chile). Aquí aparece otro elemento de sus relatos: la historia. Nuevamente la memoria, pero también la intención de reescribir la historia desde la ficción como una forma de disconformidad con el presente, como un modo de compensar los desastres de la guerra.

“Nocturno de Viena” es también un cuento de cf por la posibilidad del portal que intercomunica dos tiempos distintos. Pero también se trata de otro tópico: la condición del artista y las implicancias futuras de su obra en generaciones posteriores, efectos que no dependen directamente de este y que muchas veces son imposibles de entrever o preveer.

“Boca de payaso” trae algo nuevo a los cuentos de Güich: el humor negro. Güich sigue siendo un escritor en el sentido clásico del término, un escritor con un registro grave, por momentos trágico, pero aquí hace otra cosa, juega con el lector, le va dando pistas. Güich logra la ironía. Es un nuevo camino que se abre al autor. Definitivamente ha sido escrito por el otro Güich.

“El visitante” es un relato fantástico que construye una suerte de ucronía, el presidente Fukuyama dirige el país con la asesoría de Monteblanco (¿historia conocida?), en ese universo los principales criminales en cárceles están quedando ciegos por obra de un criminal en serie. Este no es otro que Coppelius, con reminiscencias al mito alemán del XIX, pero también a “El hombre de arena” de Hoffmann. Es un policial fantástico.

“No mirar por las ventanas” es un relato que se mueve entre lo fantástico y la cf. Nuevamente aparece la condición del artista que necesita del éxito. Pero el éxito encubre una paradoja, ya que supondrá la suspensión de la vida del  personaje –el escritor en una nueva condición incierta, provocada por los misteriosos hombres que suben y bajan cilindros de un container y lo capturan. Y la fantasía implícita de obtener el reconocimiento fuera del país y volver triunfante como autor extranjero.

“La nave olvidada” es un homenaje a Paulet y los viajes espaciales. También es un relato de cf, cuyo final recuerda a ese clásico de Ribeyro, “Demetrio”, cuento poco conocido del maestro, pero de gran intensidad y cuyo final abierto sorprende. En el cuento de Güich el encuentro final también es incierto pues no sabemos hacia dónde va el personaje ni cómo se explicará la activación de la nave, solo sabemos que eso ocurrirá.

Finalmente, “El archivo de N” es un cuento en donde reaparece Teruel, personaje fetiche del autor en un episodio oscuro que involucra a Ricardo Palma y el capitán Nemo de Verne, que adquiere una dimensión real y no ficcional, en el marco de la guerra con España de 1866.

Un elemento cruza varias de las ficciones y es la visión, la capacidad de ver, ya sea por medio de binoculares en “El sembrador”, “El archivo de N”, de alta tecnología como en “Control terrestre”, la fascinación de ver en “La nave olvidada” (que es también un homenaje a todo el cine de cf clásico norteamericano) y en “La boca de payaso” (aunque aquí el ver sea por la fascinación previa al horror) o el miedo a perder la visión de modo violento en “El visitante” o “No mirar por las ventanas”. Son personajes sensoriales que se mueven entre el miedo a la castración (según Freud en su texto sobre lo ominoso) y el voyeurismo compulsivo por las imágenes.

Es un libro hecho y dedicado para los amigos, quizás esa sea una de las claves del éxito (como Bryce, podemos especular que Güich escriba acá para ser más querido por sus amigos); el otro es el indudable talento de Güich para mostrarnos que –jugando con el título- no poseemos control sobre lo terrestre, que estamos aún muy lejos de ello, y que como Cortázar lo fantástico abre una fisura en ese mundo que asumimos como normal y cotidiano y que Güich ha llegado para mostrarnos ese borde desconocido desde este lado del espejo.


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos